Luis Rubiales se negó a renunciar de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). “¡No voy a dimitir!”, indicó, al menos cinco veces, en la Asamblea Extraordinaria del 25 de agosto. Ahí emitió un discurso y justificó su accionar después de protagonizar un bochornoso episodio al besar sin consentimiento a Jenni Hermoso durante los festejos tras la obtención del Mundial Femenino.
El otrora directivo tuvo una postura clara. Derechamente, fue tajante. Dimitir nunca estuvo en sus planes. No obstante, la investigación continuó y fue suspendido por 90 días por parte de la FIFA, por lo que se vio obligado a dejar su cargo. De hecho, también tuvo que renunciar a su posición como vicepresidente de la UEFA. Eso sí, nunca realizó una autocrítica luego de lo acontecido: “Hay poderes fácticos que impedirán mi vuelta. Ahí está la gestión de mi equipo y, sobre todo, la felicidad que me llevo por el enorme privilegio de estos más de 5 años al frente de la Federación”, señaló en el comunicado oficial donde comunicó su decisión.
La negativa al comunicado
Los días pasan y el caso, por motivos evidentes, no queda en el olvido. De hecho, salen más informaciones a la luz. Durante las últimas horas, el periódico español El Mundo dio a conocer un texto escrito por Luis Arroyo, un asesor externo a la RFEF que recientemente había sido contratado para mejorar la imagen de Rubiales, pero que el expresidente de la federación se negó a leer.
A pesar de que intentaron convencerle para que leyera el texto, tanto Arroyo como el equipo de prensa, el otrora dirigente desestimó esta opción, siempre defendiéndose del “asesinato social”.
“Siento mucho, desde de lo más profundo de mi corazón, haber empañado esa enorme victoria de nuestro equipo femenino (...) El primer error fue traspasar los límites de la confianza con la jugadora Jenni Hermoso. Ella sabe que no hubo mala intención, pero es evidente que lo que pretendía ser un gesto de alegría y felicitación se convirtió en un símbolo de dominio de un hombre en una posición de poder - yo mismo - sobre una mujer. Soy imperfecto, por supuesto, pero me tengo por un ciudadano respetuoso y jamás he aceptado gestos de violencia ni de dominio sobre ninguna mujer”, partía diciendo en el texto escrito por Arroyo.
“El segundo error fue negar inicialmente la gravedad con que muchos apreciaron mi gesto, y calificar con algunos insultos a los que lo criticaron. Tras muchas horas de viaje, precisamente con las jugadoras y los técnicos de la Federación, no supe apreciar la sensibilidad social del momento. Ese fue el segundo error, sin paliativos. El tercero consistió en no apreciar tampoco al día siguiente lo inadecuado de mi comportamiento, y poner matices y excusas. Debí decir entonces lo que digo ahora con tres palabras: lo siento. Perdón (...)”, continuaba.
“Estoy completamente convencido de que no hay acto punible en mi conducta y así lo constataré si se me requiere. Pero es evidente que mi comportamiento fue inadecuado y reitero mis disculpas. Estoy a disposición del Área de Integridad de la Federación, que ha abierto ya diligencias internas”, finalizaba el escrito.