River Plate desembarcó ayer, de madrugada en Madrid. El equipo de la banda sangre se fue al hotel a descansar, pero solo por un rato. Ya por la tarde estaba en Valdebebas, el centro de entrenamientos del Real Madrid, preparándose para la final de vuelta de la Copa Libertadores, frente a Boca Juniors. El partido que comenzó siendo catalogado como la final del siglo y terminó transformándose en uno de los principales bochornos de la historia del balompié, después de la agresión al bus xeneize, que desembocó en la suspensión de la final en el Monumental y en su traslado a Europa.
"Me hubiera gustado jugar en la cancha de River, pero ahora no queda más que dar lo mejor. Miramos el lado positivo, y lo positivo es que se juega, está esta Copa de por medio y la queremos ganar. Ya lo que sucedió, sucedió. Estamos mentalizados en lo del domingo, un partido cerrado", declaró el arquero Franco Armani.
El guardameta prefiere tomarse la situación con buen humor. "Llegamos descansados, venimos en avión cómodo y tuvimos la tarde para reponernos. Nos quedan días y estaremos bien para el domingo", manifestó. E incluso ironizó respecto de la escasez de excusas para explicar un eventual mal rendimiento, considerando que todas las condiciones que encontrarán en España serán del más alto nivel mundial. "Acá no puedo decir que la pelota pica mal", añadió.
Más frontal fue Leonardo Ponzio. El capitán de River se toma más a pecho la necesidad de vengar el cambio obligado de casa, más allá de que los responsables hayan sido hinchas de su club. "Vamos a defender en la cancha a los 66 mil espectadores del Monumental", anunció. "Ya estamos en tierras españolas y hay que pensar en lo que viene. Hay que tratar de adaptarse al nuevo horario y al ritmo de aquí. La cabeza ya está amoldada desde que se tomó la decisión de que se jugara acá. Pasó casi un mes de la primera final, pero estamos enfocados en esto y sabemos lo que queremos", agregó, intentando dar por cerrado el funesto capítulo.
El estado de ánimo es el mejor. Se nota en la práctica, en la que participaron prácticamente todos los jugadores. El único de los potenciales titulares que entrenó al margen del plantel que encabeza Marcelo Gallardo fue el delantero Ignacio Scocco, una duda sensible para el Muñeco. Se espera que, al menos, pueda ir a la banca. Por el momento, abre la duda respecto de la búsqueda de un potencial acompañante para Lucas Pratto, la principal figura millonaria en la ida. Tampoco estuvo Nahuel Gallardo, hijo del entrenador.
En Boca, que trabajó en el predio de Las Rozas, perteneciente a la federación española, ya comienzan a advertirse señales del equipo que Guillermo Barros Schelotto tiene en mente para el partido del domingo. El Mellizo se inclinó ayer por un 4-4-2, la figura con la que mejor se vio Boca en la definición de ida disputada en su cancha. En el equipo llamó la atención la presencia de Cristian Pavón, recuperado del desgarro que sufrió en la ida y quizás el principal beneficiado con la postergación de la revancha. También aparecieron entre los titulares Emmanuel Mas y Edwin Cardona. En el ataque, el estratega se inclinó por dos delanteros de área: Ramón Wanchope Ábila y Darío Benedetto. Igualmente, parece poco probable que Barros Schelotto devele sus cartas en público y con tanta anticipación.
En el arco, al menos, ya está claro que el elegido será Esteban Andrada, otro que aprovechó el tiempo que, sin saberlo, terminaron concediéndole los violentistas, para recuperarse de la lesión en la cara que había sufrido ante Cruzeiro.