Cuando tenía nueve años, Rodrigo Rojas (27 años) le suplicó a sus padres que lo inscribieran en clases de karate, hasta que los convenció. A los dos meses ganó su primer torneo. Era un niño inquieto, lo que le trajo más de un problema en clase, pero a través del arte marcial aprendió a canalizar la energía. Mejoró su comportamiento, subió sus notas y siguió haciendo lo que más le gustaba. Ha pasado tiempo desde entonces. Estudió kinesiología, se tituló y hoy se dedica a tiempo completo a su disciplina. Con medallas en su haber y con miras al Mundial de karate que de noviembre próximo en España, Rojas fue seleccionado entre los 11 deportistas chilenos que, con vistas en realidad a los Panamericanos Santiago 2023, ganaron la beca Tokio 2020.

¿Siempre quiso ser profesional?

Me gustó el karate desde el primer minuto, me encanta, es lo mío. Siempre fue mi sueño, aunque tenía claro que era imposible al cien por ciento. Era un sueño decir: "Yo me dedico a esto". Pero nunca estuvo como posibilidad real, hasta 2016. Estaba terminando mi carrera, ya estaba en el internado, y tenía pensado irme a estudiar al extranjero. Pero ese año me fue súper bien: salí campeón Panamericano y Sudamericano, y gané la Copa del Mundo. Ahí cambiaron todos mis planes, empecé a recibir el Proddar. Quise jugármela por intentarlo, y ver hasta dónde duraba.

¿Fue complicado ese paso?

Mis viejos siempre me presionaron para sacar mi título. Era como Into the Wild. Entrégame el título y después puedes hacer lo que quieras. Y así fue, me recibí y aquí estoy. Mi familia me entendió. Sabían que me quería dedicar a esto.

¿Qué es lo más difícil de ser deportista en Chile?

La incertidumbre. Son muchos temas los difíciles, pero el tener la incertidumbre de no tener un futuro seguro. Hay que solventarse económicamente, pero en cualquier momento te cortan el Proddar y quedaste ahí, sin nada. El saber que estás en la cuenta regresiva y que, cuando se acabe tu carrera, con suerte te van a dar la mano, y sería todo. No hay jubilación, ni siquiera tienes cubierta la salud. En lo deportivo, es complejo sobrellevar una vida tan distinta al resto. Yo entreno en la mañana y en la tarde/noche. Y ver a mi familia y amigos, cuesta. Llevas un ritmo contrario al resto. Te pierdes muchas instancias. Siempre te sientes apartado del resto.

¿Es necesario salir de Chile, o se puede lograr acá?

Acá es imposible. Todo el nivel más pro está en Europa y África. Sin duda, si quieres llegar lejos, hay que salir. Gracias al Comité Olímpico y a la Federación, que estamos haciendo esta gira, y Chile ha podido subir su nivel. Si no, sería casi imposible.

¿Qué significa para usted la beca Tokio 2020?

Es un honor estar entre esos 11 deportistas, que son puros cracks. ¡Cuál de todos más exitoso! Esto viene a reafirmar la ayuda del Comité Olímpico Nacional e Internacional. La Federación también, que todos me están ayudando a cumplir mis sueños. Ratifica que me están acompañando, apoyando siempre en lo que quiero lograr, que es estar presente en Tokio, y por qué no, con una medalla.

¿Pensó que iba a ser uno de los 11?

No, ni idea. Me avisaron un poco antes desde el Comité, y feliz. Porque obviamente te ayuda a solventarte mejor, que existe la chance de seguir en esto. Te da una seguridad, es una beca hasta 2020, entonces te puedes proyectar. Si bien no es mucha plata, es una ayuda. Ya sé que de aquí a 2020 me puedo dedicar profesionalmente a esto. Son dos años de seguridad, que no te los da el Proddar.

¿Cuál es su sueño?

Mi sueño es llegar a los Juegos Olímpicos, por qué no lograr medalla. Pero trascender en el karate chileno. Dejar nuestra bandera bien parada internacionalmente.

¿Cómo ve el karate acá?

Es bastante particular la realidad del karate en Chile, porque el universo de los karatecas es súper pequeño. Si no me equivoco, somos 1.500 los federados. La selección natural de Chile es súper poca, pero con el trabajo que se está haciendo, con lo que comenzaron Diego Bórquez, la Jessi Reyes, la Gabi Bruna… Se ha hecho un gran trabajo. Si bien no somos un universo muy grande, sacamos karatecas, pero de calidad. La ayuda del Comité Olímpico y de la Federación ha posibilitado que nos preparemos bien y que estemos a buen nivel sudamericano e internacional.

¿Qué es lo que lo cautiva de karate y que lo hace levantarse por esta disciplina?

Es difícil describirlo, porque es algo que llevo haciendo casi 20 años, entonces es complejo separar lo que es karate de mi vida. Yo creo que es la adrenalina del combate, de cada competencia, el hambre por ganar algo grande para Chile. El gusto de terminar cada entrenamiento y haberlo hecho a fondo. Son varias cosas las que me llenan en verdad.

¿Siente miedo?

No, no. No me pasa. Pero lo que sí, hay que estar focalizado. No hay cabida al miedo si quieres ganar. Hay que planear una estrategia para ganar el combate. Si el miedo te gana, no estás hecho para el karate.

¿Qué se siente ser campeón mundial de karate?

Alegría y orgullo. Yo no peleo por las mías, peleo por nuestra bandera y es lo que me llena, lo que me alimenta. No es algo mío, es representar a 17 millones de personas. Llevar a Chile en la espalda es mi mayor orgullo. Es tremenda esa sensación, cuando estás en el podio y comienza a sonar el himno nacional. Es difícil. Pocas veces se vive en otros lugares que no sea ahí. Es súper bonito.

¿Cómo se ve en 10 años?

No sé muy bien, pero siempre me veo ligado al deporte, de alguna u otra forma. No sé si en el ámbito kinésico o de técnico, o en algún cargo de gestión. Pero conectado y sumando para el deporte chileno.