Honduras aparece nuevamente en el horizonte de Reinaldo Rueda. Para el técnico de la selección chilena el amistoso de mañana es muy especial. No solo porque vive el momento más complejo desde que dirige a la Roja, sino también porque al mando de los centroamericanos clasificó al Mundial de Sudáfrica 2010 y firmó una de las etapas más exitosas de su carrera.

Tanto así, que el colombiano fue honrado con la nacionalidad hondureña por gracia. En ese entonces, fue el presidente de facto Roberto Micheletti quien galardonó a Rei en enero de 2010. La buena campaña con la Bicolor y la idolatría de la que gozaba en la hinchada le hicieron merecedor de aquella distinción.

Hoy, el entrenador se cruza con la que es su segunda casa, el representativo de una nación que lo acogió y en la que es considerado un ídolo, porque la devolvió a una Copa del Mundo tras 28 años de ausencia.

Casualmente, el regreso de Honduras a los Mundiales se dio ante la Roja. Ambos conjuntos se midieron en la primera fecha del Grupo H, en un partido histórico para los dos conjuntos. Chile, dirigido en esa época Marcelo Bielsa, se impuso por 1-0, con gol de Jean Beausejour a los 34'. Luego, caería frente a España por 2-0 e igualaría en la última jornada sin goles ante Suiza, yéndose del certamen planetario con un punto y sin anotar goles.

Honduras, que llegó ayer a Temuco en el mismo vuelo de la Roja, tiene aún resabios de la generación que logró la hazaña con el caleño. Los defensas Figueroa e Izaguirre estuvieron en Sudáfrica y ahora están en el sur para desafiar a Chile.

Rueda suele decir al recordar aquel período que siempre llevará a la H en el corazón. Es más, ha confesado que cada 14 de octubre se comunica con algunos jugadores de esa selección con motivo del aniversario de la clasificación conseguida de visita ante El Salvador, un día como ese, en 2009.

Un escenario totalmente distinto al que vive hoy, al mando de Chile, donde producto de los resultados y del juego es resistido por los hinchas. Quedó claro ayer, en Temuco, cuando gran parte de los 300 aficionados que se acercaron hasta el hotel de concentración lo pifiaron cuando bajó del bus.

Más que su segunda patria, esta vez Honduras es para Rueda una prueba de fuego y credibilidad. Una derrota sembraría demasiadas dudas en un proceso que no convence ni al público ni a los directivos.