El rugby, un acelerador incuestionable de la integración en Sudáfrica, ha roto una nueva barrera. El flanker Siya Kolisi será el primer jugador negro que capitanee a los Springboks en un partido oficial después de que el seleccionador Rassie Eramus le haya designado para la serie de tres partidos que el próximo mes disputará Inglaterra en suelo africano. Pese a que el nombramiento es por el momento circunstancial, la carga simbólica es mayúscula para un país en el que el rugby fue utilizado durante años como un coto privado del Apartheid en el que la población negra fue legalmente excluida.
Kolisi, de 26 años, vivió una infancia terrible en Zwide, una barriada de Port Elisabeth. Se crió con su abuela paterna después de que le rechazara la familia de su madre y tuvo que dejar la escuela para cuidarla cuando ella enfermó. La escasez fue su rutina, pero se repuso a ello. Incluso al fallecimiento de su abuela y su tía, con quien viviría después. Así lo expresaba en una entrevista a EL PAÍS en 2015: "Después de todo esto, es más fácil valorar lo que tengo. Estoy muy feliz por mi vida y quiero lograr mucho más. Quiero marcar la diferencia en las vidas de otra gente, dar esperanzas a los niños de los suburbios".
El de 2015 fue el primer Mundial de Kolisi, un niño de cuatro años cuando Sudáfrica venció a Nueva Zelanda en la final de la Copa del Mundo que organizó en 1995, un evento que restañó muchas heridas bajo el liderazgo del presidente Nelson Mandela. Y limpió la imagen internacional del país tras años de boicot de una buena parte del rugby mundial. La población negra apoyó entonces a una selección casi totalmente blanca (solo un jugador negro); en la cita de Japón 2019 la mitad de los seleccionados deberán ser de raza negra.
Así lo han acordado la federación nacional y el Gobierno sudafricano. Es también un triunfo de los sindicatos, que en 2015 criticaron con dureza que apenas ocho de los 31 seleccionados fueran de raza negra y señalaron a los Afrikaners, los descendientes de los colonizadores holandeses y alemanes, por tener un dominio en las estructuras del rugby muy por encima de la población que representan, menos de un diez por ciento del país.
Kolisi, que debutó con los Springboks en 2013, fue una figura secundaria en la última cita, pero su presencia ha ido en auge en dos últimos años muy notables. Es un tercera línea muy atlético, rápido y hábil con el balón que ya capitanea a su club, los Western Stormers, en el Super Rugby, la mejor competición de clubes del mundo que congrega a franquicias neozelandesas, sudafricanas o australianas. Es uno de los líderes del cambio generacional que vive la selección, que ostenta dos títulos mundiales y terminó tercera en 2015.
La lesión de Warren Whiteley, también flanker, ha abierto la puerta a este cambio histórico. Pieter-Steph du Toit capitaneará al equipo el sábado ante Gales en un partido que se jugará en Washington antes de que Kolisi haga lo propio el 9 de junio en Johanesburgo en el primero de los tres encuentros que los ingleses disputarán en Sudáfrica. Las rotaciones en el rugby suponen un cambio frecuente en la capitanía, pero la opción de Kolisi no parece un simple recambio. Los Springboks afrontan una reconstrucción tras cambiar de seleccionar después un año horrible en el que perdieron 57-0 contra los All Blacks, la peor derrota de su historia. Estos próximos meses serán claves para formar la columna vertebral que peleará el otoño del próximo año por el título en Japón y Kolisi tiene todos los argumentos para ser un fijo. Nadie como él para ilustrar el progreso de un país.