"Lo siento por Qatar, porque (Rusia) ha puesto el listón muy, muy alto (…) Me gustaría expresar a Rusia las sinceras gracias de la FIFA", dijo la senegalesa Fatma Samoura, la secretaria general del organismo, acerca del éxito que tuvo el país de Vladimir Putin en la organización de la Copa del Mundo. Habitualmente, los funcionarios de la federación suelen prodigar palabras de buena crianza a los representantes de los poderes locales, pero esta vez los dichos de la africana concuerdan plenamente con los hechos. Gianni Infantino, presidente de la FIFA, agregaba su balance: "No soy objetivo, pero para mí es el mejor Mundial de la historia".

Rusia 2018 no sólo será recordado por su final inédita, por las variadas sorpresas en la cancha y el uso del VAR, sino que también por el éxito en términos de transporte, hotelería, comunicaciones, escenarios y seguridad, más allá de la invasión de cuatro activistas del grupo Pussy Riot, que intentó incomodar al presidente Putin. En todos ellos, los euroasiáticos obtuvieron notas máximas.

Se trató, en cualquier caso, de una inversión inabordable. Rusia reconoce haber invertido cerca de US$ 16 mil millones, pero algunos expertos hacen subir dicho monto a US$ 30 mil millones, abarcando todos los aspectos de la organización; entre los principales, la construcción de seis estadios nuevos y la remodelación de otros seis. La cifra espanta, pues supera al PIB de varias decenas de países, 96 para ser exactos, de acuerdo a{ Banco Mundial.

"Durante el torneo el impacto económico que puede tener el país es de unos 1.300 millones de dólares", explica Francesc Rufas, profesor del EAE Bussines School. El comité organizador aseguró hace unos meses que Rusia ha experimentado un impacto de 15.000 millones de dólares -2.000 de ellos vinculados con el turismo-, una cifra que el organismo estima que se produjo desde el año 2013 hasta lo que suceda después del campeonato. Además, según Rusia, con la organización de la cita, se crearon 220.000 puestos de trabajo.

En el caso de los mundiales pasados, tanto Brasil como Sudáfrica registraron pérdidas: en 2010 hubo 12.000 millones de dólares de déficit y en 2014 cerca de 15.000. "En Brasil, se proyectó mala imagen porque la prensa hablaba de los estadios inacabados y eso no da buen prestigio, mientras que en Sudáfrica recibieron casi la mitad de los turistas que esperaban".

En la Copa del Mundo de Brasil el gasto total ascendió a los 14.870 millones de dólares, en Sudáfrica se gastaron 12.247 millones y en Alemania 2.950 millones. En el caso ruso, según la versión oficial, el gasto estaría en los 16.000 millones, pero según el profesor se ha podido ir hasta los 30.000 millones. En cualquier caso, ya es el mundial más caro de la historia, se mire por donde se mire.

Negocio redondo para la FIFA

Acoger una Copa del Mundo no es, por cierto, un gran negocio para el país organizador. Para comenzar, los derechos de televisión van por completo a la FIFA y a los países que compiten, y siempre con la aparición de intermediarios que obtienen ganancias no despreciables. Nada de eso, le llega a Rusia.

Lo mismo sucede a nivel publicitario. Se calcula que en este ítem, los valores alcanzan los US$ 1.500 millones, pero nuevamente todo va para la FIFA y los países participantes, que pueden asistir con sus propios auspiciadores.

Sólo en las entradas hay ingresos directos para el organizador: US$ 626 millones, que es el 80% de la recaudación total (US$ 782 millones). Y adivine adónde va el 20% faltante: a la FIFA. El saldo final fue de 2.884.853 asistentes a los 64 duelos, con un promedio de 45.075 espectadores por duelo. Además, el máximo organismo del fútbol se embolsó US$855.588 en multas impuestas a las selecciones. De esa suma, US$360.000 corresponden a multas por utilización de medias antirreglamentarias.

Con todos estos números, lo más seguro es que la Federación Internacional de Fútbol Asociado obtenga ingresos superiores a los US$ 6 mil millones. Quizás de ahí tanta congratulación por parte de Samoura. De cualquier modo, los rusos parecen haber pensado mejor sus inversiones. Al contrario de lo que sucedió en Sudáfrica y Brasil, donde muchos estadios están sin uso o subutilizados, en la actual sede del Mundial se concentró la infraestructura en ciudades donde hay clubes que participan en la poderosa liga local y, en aquellas donde esta presencia no es importante, se optó por recintos que serán reducidos apenas concluya la copa, como sucederá en Ekaterimburgo, donde el estadio tenía 27 mil personas de aforo, pero se le agregaron dos graderíos desmontables de cuatro mil para cumplir con el mínimo exigido por la FIFA (35 mil).

Además, todas las obras fueron entregadas con la debida antelación y sin reclamos por malas condiciones de trabajo para los obreros que las realizaron. En el primer caso, en contraste respecto a Sudáfrica y Brasil, mientras que en el plano laboral, muy lejos de lo que ha sucedido en Qatar, donde ha habido víctimas fatales en las obras y personas trabajando en regímenes que han sido descritos como de "semiesclavitud".

Y aunque aún falta tiempo para el balance oficial, las proyecciones del gobierno ruso eran de un ingreso adicional en el país de US$ 1.300 millones durante la realización del Mundial, con más de 200 mil puestos de trabajo creados para la ocasión.

A nivel de seguridad, en tanto, no se registraron problemas para los centenares de miles de turistas que visitaron el país, el más grande del mundo, por lo demás. La única queja constante eran los largos desplazamientos entre las diferentes subsedes, pero eso es inevitable en una nación cuya superficie es un poco menor a la suma de Estados Unidos y Brasil. Y, por cierto, los rusos fijaron las sedes esencialmente en la zona europea o, en el peor de los casos, adentrándose levemente en la inmensa área asiática.

A nivel político, el asunto fue todo un éxito. Los llamados a boicotear realizados por Theresa May, la Primera Ministra británica, tuvieron nulo eco. A Rusia han asistido decenas de funcionarios y dirigentes del más alto nivel, como el Presidente francés, Emmanuel Macron, los reyes de Bélgica y de España, la Primera Ministra de Croacia, el príncipe heredero de Arabia Saudita, entre otros.