Los antecedentes del partido inaugural de la Copa del Mundo eran devastadores. Por lo pronto, jamás se habían enfrentado en el estreno dos selecciones con tan bajo ranking FIFA. Rusia (70) y Arabia Saudita (67) llegaban además con resultados previos calamitosos. De hecho, los dueños de casa no ganaron ninguno de los últimos siete encuentros de preparación. Es decir, en el papel, era una invitación al bostezo. Sin embargo, más allá de que la calidad no sobró ni menos la aparición de alguna figura esperanzadora para el futuro, el choque que abrió el Mundial no reprobó. Y por el bien del desarrollo de la fiesta, el seleccionado local se dio el gusto de sumar los tres primeros puntos, para alimentar el sueño de avanzar a los octavos de final.

Rusia se deshizo cómodamente de Arabia Saudita por 5-0, desnudando toda la inocencia del combinado dirigido por Juan Antonio Pizzi, que engalanado con un traje gris y llamativos anteojos, se hacía presente en una fiesta a la cual no había podido clasificar en cancha con Chile. Los locales, sin hacer un gran partido, demostraron contundencia en el primer tiempo y pragmatismo en el complemento, para cerrar el primer acto de la Copa. Los goles de Gazinsky (12') y  Cheryshev (43') fueron suficientes para romper la débil resistencia de los asiáticos en el primer tiempo. Luego, Dzyuba (71'), el propio Cheryshev (90+1') y Golovin (90+3) estructurarían el marcador final, para que la fiesta rusa fuese completa. Qué mejor que hacerlo con una goleada.

Más allá de todos los problemas que traía en la previa, Rusia no se amedrentó por tener que salir a escena con la presión del dueño de casa. Al contrario, asumió el protagonismo ante un equipo que demostró que es un serio candidato a ser uno de los peores del Mundial. Una imagen que ni siquiera Pizzi podrá modificar de acuerdo a lo que mostró el equipo en la cancha del Luzhniki Stadium. Y aquello se los enrostró el seleccionado local con un poder de fuego interesante, pese a la lesión que sufrió temprano su estrella en ataque, Dzagoev, quien debió abandonar el partido por una lesión muscular.

La temprana apertura de la cuenta le quitó amarras a Rusia y le trasladó los nervios a Arabia Saudita, que lejos de competir en la Copa del Mundo, vino a intentar no ser goleado. Y aquello, al menos en el estreno, no le resultó. Porque defendió mal y sobre todo, cuando pudo tener un par de secuencia de pase en terreno rival, reflejó que las ideas escaseaban para hacer daño. Es más, el portero local Akinfeev no tuvo una sola atajada, lo que refleja el escaso poder de ataque del equipo de Pizzi.

Así, mientras Arabia Saudita intentaba sobrevivir como podía, Rusia sumaba confianza a medida que avanzaba el partido. Y los goles fueron apareciendo en la medida que los problemas defensivos de los asiáticos se manifestaban. El segundo, obra de Cherysev, nació de una grueso error en el fondo, más allá de que la exquisita definición del reemplazante de Dzagoev, quedará seguramente en los resúmenes del torneo. Por lo pronto, el hombre del Villarreal se convirtió en el primer sustituto en la historia de los Mundiales en convertir un gol en el partido inaugural en los primeros 45 minutos.

Hecha la tarea en el lapso inicial, Rusia se dedicó a manejar el partido en el segundo tiempo, para no correr riesgos, y de paso también a sumar goles hermosos, como el de Cherishev sobre el cierre. Una definición exquisita que sirve para enterrar las críticas que debieron soportar por una preparación tan calamitosa, que incluyó apenas dos victorias en dos años, además del fracaso en la pasada Copa Confederaciones. Todo eso, ahora con el triunfo sobre Arabia Saudita, queda en el olvido. El país, como buen dueño de casa, se empapa ahora sí de la fiesta. En el fútbol no existe nada mejor que ganar, sin importar la calidad del rival. El 5-0 quedará ahí grabado con letras doradas. Para felicidad de los organizadores. Para desgracia de Juan Antonio Pizzi.