"Es tu última oportunidad", le señalaban a Pascal Wehrlein desde boxes, para que sacara provecho del Modo Ataque y sobrepasara a Sam Bird, que lideraba la carrera a falta de cinco minutos. Pero no pudo. El inglés resistió los ataques y ahora disfruta con la distinción de haberse quedado con la carrera más calurosa en la historia de la Fórmula E. Un 26 de enero, en Santiago de Chile.

Sebastien Buemi, de Nissan, se había quedado con la Super Pole un poco más temprano, lo que lo colocaba como favorito para quedarse con el Santiago E-Prix. En un circuito tan angosto como el del Parque O'Higgins, más que una carrera parecía una procesión, con los adelantamientos sin sobresalir ni encantar a la gente. Pero existen otros factores que juegan para que este incipiente torneo, aunque de una popularidad explosiva, encante tanto.

Y son, claro, los choques. La pérdida de control. El abandono. Siete pilotos desertaron hoy en Santiago. Uno de ellos fue Buemi. Pese a liderar por casi 30 minutos, perdió el control en una curva y se fue contra la muralla. Más atrás, Bird celebraba, ya que anteriormente había hecho todo bien.

Ocupó su Modo Ataque a la perfección. Le quitó la segunda posición a Wehrlein y esperó el error del contrincante. Tras apoderarse del liderato procuró no cometer fallos y aguantar los envites del alemán, que de manera incesante trataba de darle caza.

No obstante, los neumáticos, la batería y él mismo aguantaron. Los 37 grados Celsius de calor a la sombra, los 50 al sol, y los casi 100 sobre la pista de asfalto y concreto en donde 22 bólidos eléctricos se lucieron, valieron la pena los 10 mil espectadores que disfrutaron de la carrera. Un evento a la altura de la expectativas… y del abrasivo sol.