El anuncio de volver a traer un torneo ATP 250 a Chile, realizado ayer en este diario por la ministra del Deporte, Pauline Kantor, parece no ser tan antojadizo. "Se hará con dineros del presupuesto del próximo año", aseguran desde el Mindep, por un valor estimado de unos US$2 millones. El gobierno sólo aportaría un tercio de es cantidad. Y quien está detrás de la organización, y conseguir el resto del financiamiento es, cómo no, Jaime Fillol, acompañado en esta ocasión por todo su clan, a través de la empresa Sacs.
Para el próximo año el calendario del tenis profesional se encuentra cerrado y, con la adjudicación de Córdoba con el cupo de Quito (ex ATP de Viña del Mar), 2019 es prácticamente imposible para Santiago, pese a lo que afirmó la ministra. Por ende, 2020 es la fecha en que Chile espera albergar nuevamente una fecha del torneo, pensado con el court central del Nacional como sede.
Según Fillol, el proyecto se deberá adjudicar con dos fórmulas: arrendar una de las fechas sudamericanas o, derechamente, comprarla. Es decir, la idea de la ministra de "solicitar la fecha ATP sin quitársela a otro" parece inviable. Y el objetivo apunta a conseguir los derechos del ATP 250 de Sao Paulo, uno de los tres que se disputa en suelo sudamericano.
Ya comenzaron las negociaciones con Octagon, la compañía dueña de los derechos del certamen paulista. "Las conversaciones no han sido formales, pero informales sí. Como el circuito no tiene más fechas, tenemos que hacer un trabajo grande, lo bueno es que el Gobierno está interesado en traer el evento al país. Ese es un gran soporte, porque así nos tomarán mucho más en cuenta cuando comencemos a negociar formalmente", cuenta Jaime Fillol.
Allan Jarry, padre de Nico y yerno de Fillol, confiesa que las conversaciones se iniciaron con el paso de Jarry en el US Open. "Esto funciona como una especie de franquicia, donde existen semanas asignadas por la cual el dueño paga un monto para tener derecho a hacer todos los años, durante esa semana, el torneo ATP. Es lo mismo que ocurría con el torneo de Viña, que terminó yéndose a Quito, como si fuera un activo, una propiedad", explica. Con el apoyo del Gobierno garantizado, la compañía se interesó en el proyecto, asegura.