Mario Saralegui (61) asumió un fierro caliente cuando se hizo cargo de la banca de Peñarol. Pocas veces la metáfora es tan apegada a la situación real que la inspira. Había pasado apenas una hora desde que Diego Forlán había sido cesado por la dirigencia cuando ya se anunciaba el arribo del exmediocampista, una figura histórica en el club. Como jugador, Saralegui había tocado el cielo con el Manya: obtuvo seis títulos nacionales entre 1978 y 1983, levantó la Copa Libertadores en 1982, en la recordada final ante Cobreloa, y coronó ese ciclo glorioso alzando la Copa Intercontinental. Por cierto, no fueron los únicos títulos que consiguió en su carrera. En 1983 alcanzó la Copa América con Uruguay y tres años después, otra vez la Libertadores y la Intercontinental, con River Plate de Argentina. En 1992, fue subcampeón continental con el Barcelona de Ecuador.
El inicio de su desafío con los carboneros está muy lejos de esos tiempos victoriosos. En su incipiente gestión como entrenador, el tercer período que encabeza en el club, suma un triunfo y dos empates. Peñarol, acostumbrado a las grandes campañas, marcha en un discreto séptimo puesto, una situación que, en gran medida, lo hermana con Colo Colo. Y a Saralegui con Gualberto Jara: ambos intentan reconstruir sobre los escombros que les dejaron sus antecesores. En el caso del guaraní, Mario Salas. "Hay muy poco margen. Se dice que agarro un fierro caliente; no lo sé. Sí sé que hay mucha gente que le gustaría estar acá hoy. Estoy contento, satisfecho y espero poder cumplir mi trabajo que es sacarle el máximo rendimiento a los futbolistas. Hay jugadores que tienen mucho más para dar que lo que han mostrado hasta ahora. Debo averiguar rápido por qué no han rendido todo lo que pueden”, declaraba Saralegui en su presentación, en relación a la analogía del comienzo.
El exmediocampista, quién llegó a jugar en el fútbol español, donde integró el Elche, echa mano a su extenso bagaje en las bancas que ha ocupado en el balompié de su país, un recorrido que comenzó en la segunda mitad de los noventa. También a la experiencia que acumuló en Ecuador, en la década anterior.
Las referencias
Marito, como era conocido en su etapa como futbolista, mira también hacia sus múltiples referencias como entrenador. Entre ellas, dos que están estrechamente ligadas con el fútbol chileno: Marcelo Bielsa y Jorge Sampaoli. “Últimamente, he leído bastante de Bielsa. Me tiene sorprendido el nivel no tanto de él, sino de los que han sido discípulos de él, Sampaoli, Martino. Creo que lo tenemos que tener en cuenta. Sobre Guardiola he leído bastante también”, explicaba en 2013 al sitio Tenfield. En esa entrevista también reconocía devoción por el trabajo de Johan Cruyff en el Barcelona, aunque dejaba una advertencia aplicable a todos los estrategas que intentan copiar el molde del holandés y sus sucesores. “Lo que pasa es que a veces resulta difícil aplicar a la realidad que uno tiene. Ese es un problema”, enfatizaba. Más atrás, recuerda a Luis Cubillas y a Aníbal ‘Maño’ Ruiz.
En la misma nota, Saralegui dejaba otra definición que, probablemente, incomodó a más de un uruguayo. “Me crie en la frontera. Cuando yo era chico la televisión que veíamos era brasilera, las radios eran brasileras. Fijate vos que en el Mundial del 70 yo tenía once años, entonces eso me marcó. Siempre fui un gran admirador del fútbol brasilero, de ese juego de pasarse la pelota, que pienso que hoy sigue teniendo vigencia, porque a pesar de todo lo que ha cambiado, en el fútbol hay aspectos básicos que siguen siendo los mismo”, decía.
Flexible a la hora de definir un sistema táctico y enemigo de traspasarle información excesiva a los jugadores. “No soy de mostrarles videos a los jugadores. Miro los videos de los partidos del rival. Veo mucho el tema de las pelotas paradas, trato de analizar por dónde tiene la salida, cómo ataca, quiénes hacen los goles y cómo son las jugadas de los goles, cómo defienden. Según eso me formo una idea, pero una cosa es lo que tenés en la cabeza antes del partido y otra el partido. De repente van diez minutos y te diste cuenta de que paraste mal al equipo. Por eso tenés que tener variantes”, detallaba.
Un presente complejo
"Estamos sintiendo la carga de la responsabilidad. Esta es una situación que nunca fue fácil, pero esperamos estar a la altura de las circunstancias, que Peñarol logre ganar y que a fin de año logramos tener si Dios quiere la misma sonrisa que tenemos hoy’, decía Saralegui el día de su presentación protocolar en el club. Había poco tiempo y mucha urgencia, pues debía comenzar a preparar de inmediato el encuentro ante el Liverpool, en el que consiguió la única victoria del nuevo período.
En Uruguay, pese al corto tiempo que lleva en el cargo, ya comienzan las evaluaciones. “La llegada de Mario Saralegui no cambió mucho a un equipo que suma dos partidos sin ganar y que tras la igualdad sin goles ante el Montevideo City Torque el sábado en el Estadio Campeón del Siglo, le dijo adiós a la pelea por el Torneo Apertura 2020”, plantea el sitio Ovación, justamente en una nota relativa al duelo ante los albos.
La misma publicación resalta una debilidad de la que en Macul deberían tomar apuntes y que también los une. “Peñarol suma 231 minutos sin anotar un gol y esos números preocupan. Más allá de que frente a MC Torque la alineación fue alternativa casi que en su totalidad —hubo nueve variantes respecto al equipo que enfrentó a River Plate— la contundencia ofensiva sigue siendo el gran problema de un conjunto carbonero que genera situaciones de gol, pero que no logra mandarla a guardar”, detalla.
Igualmente, Saralegui y los suyos se sienten obligados a responderle al prestigio copero institucional. “Esto es partido a partido, punto a punto y me preocupa muchísimo el tema de la Copa Libertadores porque yo tengo la obligación de pensar como piensa el hincha de Peñarol. El hincha quiere ganar la Libertadores, ganar la sexta, debería ser nuestro primer objetivo para estar a la altura de la historia del club”, se imponía el día de su asunción, por más que la actualidad invite más a la mesura.