Fue un puntero derecho que contó con la simpatía de los aficionados por su facha de gordito que les ganaba en el pique a los marcadores, con la camiseta afuera y las medias caídas. El apodo, Charola, contribuyó a su popularidad. Sergio Osvaldo González Rivadeneira nació el 9 de septiembre de 1950 en la salitrera María Elena. Medía 1,70 metros y pesaba 73,5 kilos. Se inició en Unión San Felipe (1967 y 1968), jugó en Antofagasta Portuario (1969), Unión San Felipe (1970, campeón de Ascenso), San Luis (1971), Santiago Morning (1972), Audax Italiano (1973 y 1974), Everton (1975 a 1979), Palestino (1980), Deportes Melipilla (1981 y 1982), Deportes La Serena (1983), Everton (1984) y San Luis (1985).

"Con 35 años dije que no iba a buscar club, si se interesaban en mí, que se comunicaran. Cuando me llamaron de Deportes Arica y Deportes Valdivia, ya había decidido retirarme", cuenta.

El desarrollo de su tórax y las piernas nació con la práctica de gimnasia y levantamiento de pesas. "Después hice atletismo y fui campeón de Aconcagua y Valparaíso con 11,2 segundos en los 100 metros planos. La pista era de ceniza, o sea de arena".

¿Por qué Charola? "Eso viene de la Escuela Industrial de San Felipe. Fui compañero del Huaso Hernán Olmos, lateral izquierdo de Unión San Felipe, y me decían guatón Charola. Me ayudó en mi carrera, porque los González somos muchos. El humorista Charola Pizarro, quien jugó en las cadetes de Everton, se puso así porque me admiraba".

¿Quién fue su ídolo? "Juan Cortés, de Rangers. Y después, Honorino Landa, de quien imité la camiseta afuera y las medias abajo. Carlos Caszely empezó junto conmigo y ahora que lo pienso, también debe haberlo hecho por el Nino Landa".

A su velocidad, agregó la especialidad de los goles olímpicos. Recuerdo dos en una semana: a Guillermo Valle (Deportes Concepción) y a Mario Osbén (Unión Española) en el estadio Sausalito. "Nunca llevé una estadística, apenas conservo algunas fotografías, pero recuerdo 14 goles olímpicos en toda mi carrera, incluyendo la segunda división. Siempre eran desde la izquierda con la pierna derecha, le pegaba tres dedos fuerte al primer palo, en Everton buscaba el cabezazo del Flaco Spedaletti o del uruguayo Brunel, y la pelota se metía en el segundo palo. Eso lo entrenamos con Pedro Morales".

Catorce es mucho, más que el récord de Fernando Riera. "Le hice goles olímpicos a Hugo Carballo, Óscar Wirth, Adolfo Nef, al Cóndor Rojas, a Osbén, a Valle. Anoté por Santiago Morning, por Deportes Melipilla, por Deportes La Serena... Fueron 14".

¿Su mejor recuerdo? "El título de Everton 1976. Teníamos un equipazo y Chincolito Guillermo Martínez fue el volante que mejor me habilitó. Me hice hincha de corazón, con decirle que mi panadería en Curimón la tengo pintada con los colores oro y cielo".

¿Un marcador difícil? "Enzo Escobar era extraordinario, igual que el Chino Arias. El Chupete Hormazábal y el Flaco Bigorra eran muy complicados".

No tuvo oportunidades en la selección. "Yo era eléctrico y parejo, mi promedio de goles en una temporada era de 10. La vez que convertí más (21 en 1975), me ganó el Pelusa Pizarro (27, Santiago Morning). Estuve en la selección de Rudi Gutendorf, pero el alemán los llamó a todos… En la del Ascenso que enfrentó a Chile antes de la eliminatorias 1973. Y cuando el presidente de Colo Colo era Luis Alberto Simian, dos veces reforcé a los albos en amistosos internacionales, contra River Plate y un equipo brasileño".