Muchas dudas y un par de certezas arrojaron de saldo los test de pretemporada de la Fórmula 1, celebrados hasta ayer y durante las dos últimas semanas en el Circuit de Barcelona-Catalunya. Pero la mayor incógnita es la que ha vuelto a plantear el verdadero potencial del nuevo McLaren MCL33, el gran animador de los ensayos por sus constantes contratiempos técnicos. Fernando Alonso y su pelea con los motores, el cuento habitual.
Y es que en el año marcado en el calendario como el de su definitiva resurrección, lo único que consiguieron resucitar los test de Montmeló (que finalizaron ayer con un resultado esperanzador para el equipo naranja tras tantas penurias ) son las ya manidas sospechas sobre la escasa fiabilidad de sus monoplazas. Y eso que hace apenas 15 días todo era euforia en el seno del equipo de Woking.
Porque tras romper su vínculo con Honda, suministrador de motores de la escudería británica durante las tres últimas temporadas, y comprometerse con Renault, un clima de optimismo generalizado había comenzado a reinar en McLaren. Y un exultante Fernando Alonso, la gran apuesta del equipo inglés para tratar de poner fin a la hegemonía de Mercedes y Ferrari era, claro, la imagen viva de ese optimismo.
Tanto, que tras ser capaz de dar tan solo 51 vueltas al trazado barcelonés en la primera jornada de ensayos (26 de febrero) y sufrir una salida de pista por una tuerca defectuosa en una de sus ruedas traseras, el dos veces campeón del mundo no dudaba en minimizar por una vez los problemas sufridos y enviar un dardo envenenado a su antiguo proveedor de unidades de potencia. "De poco sirve dar 96 vueltas aquí si luego no acabas la carrera en Australia. Eso es lo que cuenta", proclamaba el español aquel día, en referencia a los 96 giros completados en su estreno por el Toro Rosso de Hartley, con motor Honda.
La analogía no podía ser más significativa ya que la escudería de Faenza venía de hacer exactamente el mismo proceso que McLaren pero a la inversa, es decir, montando por primera vez motor Honda en desmedro de Renault.
El buen rendimiento ofrecido por Toro Rosso en su primer test, por lo tanto (con la unidad de potencia de la marca nipona, demonizada por McLaren y señalada como la responsable de sus males las últimas temporadas) representaba un duro golpe para Alonso. Y dejaba muy tocado el discurso victimista de su equipo. Pero los problemas no habían hecho más que comenzar para la escudería presidida por Zak Brown.
Y es que a lo largo de las ocho jornadas de test en que se subdividió la pretemporada realizada en Barcelona (26, 27 y 28 de febrero, y 1, 6, 7, 8 y 9 de marzo) el flamante McLaren de Alonso sufrió nada menos que siete averías de distinta índole, incluyendo problemas de sobrecalentamiento, fugas de aceite, fallos de batería, pérdida de presión hidráulica y hasta dos cambios obligados de la unidad de potencia. Un esperpéntico espectáculo que contrastaba, además, con los notables tiempos marcados en pista por los Renault de Hülkenberg y Sainz, con un motor idéntico.
Sonrisa en la última
Pero en la última jornada de test previa al arranque del Mundial, y tras verse superado por Ferrari y Mercedes (claro), pero también por Haas, Toro Rosso, Force India y Williams en los ensayos matinales, Alonso logró marcar el segundo mejor tiempo de las pruebas vespertinas con neumáticos hiperblandos (superado sólo por Räikkönen) recuperando parte de las esperanzas perdidas y volviendo a convertir en una incógnita su potencial rendimiento este curso.
La apuesta de McLaren esta temporada, en todo caso, había sido decidida y pasaba por recuperar el esplendor perdido. Todo (desde el diseño vintage del monoplaza, hasta el discurso esgrimido por los miembros del equipo) iba en esa línea, pero visto lo visto en Montmeló resulta difícil discernir si el regreso al pasado propuesto por la escudería inglesa conduce al de los años de éxitos de Prost y Senna o al de los descalabros de la última década.
Este curso se cumplen 10 años del último campeonato de F1 de McLaren (con Hamilton al volante, en 2008), y seis del último triunfo de carrera (obra de Button, en el GP de Brasil 2012). Una larguísima sequía de la que no será fácil reponerse mientras los dos grandes favoritos mantengan su actual ritmo.
En Barcelona, de hecho, Vettel no sudó demasiado para hacer añicos con su Ferrari (en la jornada del jueves) el récord extraoficial del circuito, mientras Mercedes, defensor de los últimos cuatro títulos y siguiendo su habitual estrategia de no dar pistas a sus adversarios, se las ingeniaba para marcar parciales de podio sin la necesidad de montar compuestos hiperblandos. Todo hace indicar que, un año más, jugarán en otra liga. Esa que empieza, con todas sus certezas y sus dudas, en Australia, en apenas 15 días.