El escenario es delicado para el futuro profesional de Paulo Garcés. El arquero de Antofagasta, que presentó un resultado analítico adverso en un control antidopaje realizado el pasado 18 de marzo, arriesga bastante.
En la muestra de orina, el Halcón presentó rastros de dimetilbutilamina, un estimulante que incrementa la actividad neuromotora e involucra al sistema nervioso a un nivel músculo-esquelético, elevando el rendimiento deportivo y evitando la fatiga, lo que significa que el futbolista se cansa menos.
Según cercanos al portero, la sustancia prohibida habría sido consumida a través del producto Hydroxycut, del laboratorio Muscletech. Se trata del mismo quemador de grasas que habría provocado el positivo de Arturo Sanhueza, pero de otro compuesto (dimetilpentilamina, en el caso del penquista). Conociendo esto, el martes, el portero se comunicó con el ex capitán de Colo Colo para pedir que lo orientara ante la situación.
Pero no es el mismo escenario en ambos casos. El mayor pecado de Garcés fue no notificar al comisario antidopaje sobre el suplemento que estaba consumiendo, lo que de acuerdo con el Código Mundial "es absoluta obligación del deportista", complicando así su presunción de inocencia. Sanhueza, en cambio, sí lo hizo y aunque no se encuentra suspendido, aún está a la espera del dictamen final del Tribunal Antidopaje.
Ayer, Garcés arribó a Santiago para preparar la estrategia de su defensa. Una de las opciones que maneja es solicitar la muestra b. Si llegase a pedirla y ésta confirmara el primer resultado, su sanción se agravaría, tal como ocurrió, por ejemplo, con el ciclista Carlos Oyarzún, quien terminó recibiendo cuatro años de castigo por consumo de EPO.
El Halcón vive un exilio deportivo. Está suspendido de entrenar o competir con su club, a la espera de la citación del tribunal. Su silencio ahora lo condena.