Un voto faltó para que Diego Simeone se transforma en el técnico de Universidad de Chile. Terminaba 2010 y, después de la salida de Gerardo Pelusso, fue propuesto como candidato. Su nombre lo acercó Leonardo Rodríguez, figura clave de los estudiantiles en los títulos de 1995, 1999 y 2000. El excapitán de la seleción argentina había cumplido una discreta campaña con San Lorenzo. El directorio encabezado por Federico Valdés se inclinó por Jorge Sampaoli. Y, a decir verdad, acertó. Simeone siguió su camino en paralelo hasta convertirse en uno de los mejores técnicos del mundo. Y en un referente que, incluso, traspasa los márgenes del campo de juego. Ayer, sin despegarse de su filosofía, festejó la Europa League con el Atlético de Madrid.
Después de que la U lo descartara, el Cholo partió al fútbol italiano. Salvó del descenso al Catania, la misión para la que había llegado al Calcio. En junio de 2011 reemplazó a Miguel Russo, otro nombre vinculado a la historia azul, en la banca de Racing.En diciembre renunció al club bonaerens, después de ser subcampeón.
Por esos mismos días, Gergorio Manzano había sido destituido de la banca del Atlético de Madrid. El 23 de diciembre se oficializó la llegada de Simeone y recomenzó un idilio que ha crecido al punto de la idolatría. Había nacido a mediados de los noventa, con Simeone como jugador y campeón en la Liga y en la Copa del Rey de 1996.
En menos de un año, el Atlético de Simeone consigue dos títulos continentales: la Europa League y la Supercopa. En 2013, el romance era absoluto: Simeone extiende su contrato por cuatro temporadas. Además, comenzaba a generar una filosofía en torno a su figura. La credibilidad acerca de su discurso era absoluta.
Los éxitos siguieron. En mayo de 2013, el Atlético logra su paso directo a la fase de grupos de la Champions. Todo un mérito si se considera que los colchoneros no lo conseguían desde 1996. El 17 de ese mes, además, le ganan la Copa del Rey al Real Madrid. La sequía en ese trofeo había durado 17 años. A fines de esa temporada llega la consagración total: el título de la Liga. Entremedio, una actuación histórica en la Champions: finalista después de dejar en el camino al Barcelona y el Chelsea. Sólo en el alargue, Real Madrid los detiene en la final.
La vitrina colchonera siguió engrosándose de la mano del Cholo. La Supercopa de España (2-1 sobre el Real Madrid) agranda la vidriera. En marzo de 2015, Simeone renueva con los rojiblancos hasta 2020. En 2016 cumple otra brillante campaña en la Champions. Otra vez, alcanza la final. La pierde en la definición por penales, otra vez frente al Real Madrid. Su lugar en la historia del club está garantizado: con el 62 por ciento de rendimiento, se pone a la altura de otras leyendas como Ricardo Zamora y Luis Aragonés.
El 'Cholismo' como filosofía
La influencia de Simeone dio paso al concepto. El Cholismo es conceptualizado como una forma de entender el juego diametralmente distinta al tiqui-taca, que cultivaba el Barcelona en la época de Guardiola y que termina transformándose en una corriente a nivel mundial.
Simeone dejaba claros sus postulados a su llegada al club: "Mi idea es reuperar al Atlético que yo conocí, el de toda la vida. Ese equipo de contragolpe rápido, de entrega y de intensidad. Una postura rebelde en un escenario en que el fútbol mundial iba en otra línea. "En España, todos los equipos quieren jugar como el Barcelona, pero no todos tienen los jugadores del Barça. Sólo los tiene el Barça. Se puede jugar de otras formas, cada uno con sus armas", decía. No era una justificación, sino una declaración de principios.
Sus jugadores le creen sin objeciones. "Somos un grupo de juagdores que van a muerte con el entrenador, que cree en lo que hace y se preparan para competir con grandes equipos. La clave es el convencimiento y el trabajo. Mucho trabajo", dice Diego Godín. "Es una filosodía de vida aplicada al fútbol. Es no perder la concentración, tener intensidad y hambre de victoria", agrega Koke Resurrección, otro referente.
El decálogo del Cholo incluye frases que estimulan la convicción. "No hay que dejar de creer", "Si se cree y se trabaja, se puede", "la guerra no la gana el que más solados tiene, sino el que me mejor los utiliza", "el esfuerzo se negocia", "prefiero bien a jugar lindo", son algunas de las reflexiones que lo definen.
Incluso en Harvard recogen su legado. "Es un equilibrista entre el ámbito empresarial y el deportivo. Una figura que alcanza gran relevancia dentro del club y uno de los responsables de su éxito".