Nicolás inicia esta conversación en el jardín de su casa, acompañado de su perra Kala, hermosa pastora de pelaje blanco, que hace un par de años acompaña a la familia Jarry-Fillol. Todavía quedan vestigios del asado que la noche anterior organizó con sus amigos de toda la vida. Un rito que no se puede omitir cada vez que está en Chile. Para él es tan importante como uno de sus entrenamientos. Es una de sus vías de escape. Una de sus obligaciones sin raqueta ni pelota.
¿Ha cambiado la vida del mejor tenista nacional de la actualidad? La respuesta es obvia. Lo difícil es que todo llegó de golpe, con la misma fuerza que le imprime a su derecha y por la que ya capta la atención de los especialistas más importantes del tour. En tres meses, el estatus de Jarry creció. Su círculo de rivales, también. La fama que tocaba a su puerta como una promesa, hoy entró y se instaló con él. Es su nueva compañera, con la que recién está empezando a lidiar. Y de sus palabras se desprende que todavía no sabe a lo que se enfrenta si es que sigue sumando triunfos, ranking y, en lo posible, títulos de la ATP.
"Jugar tenis es más difícil que ser famoso. La disciplina, el profesionalismo que uno tiene que lograr. La cabeza que uno necesita para entrenar todos los días y mantenerse contento, enfocado en todas las cosas que tiene el tenis. Es difícil. Uno siempre está solo, todas las semana uno pierde y eso a nadie le gusta", explica el jugador de 22 años, entusiasmado con la idea de hablar sobre muchos temas, los menos relacionados con el tenis. Entusiasmado en su estilo, siempre moderado, al menos cuando se trata de una entrevista.
"Desde chico he venido lidiando con la fama. Que la gente hable de ti es totalmente raro y desde chico lo viví. Ahí me fui haciendo una idea de cómo se manejaba este mundo desde muy temprano. Por suerte, además, tengo una familia muy buena, tengo amigos muy unidos y, por lo mismo, no necesito la aprobación de la gente para sentirme bien", destaca Nico, ya sentado en el living de su casa de Lo Barnechea.
La habitación resume mucho de la vida de El Príncipe. No por el bar, muy bien aperado, sino por las fotografías, libros, revistas y álbumes que reposan en la mesa de centro. Una enciclopedia de Wimbledon destaca, con Andy Murray como foto de portada. Al lado, un libro familiar, cuya tapa es la imagen donde Cecilia Fillol y Allan Jarry, madre y padre, comandan a la tropa. Nicolás es el mayor de cinco hermanos, el primero que recibió las lecciones de Jaime Fillol, su abuelo, leyenda de las raquetas criollas. Curiosamente, no es el más fanático del tenis. Ese papel lo cumple Diego, su hermano menor, quien consume todos los partidos, crónicas y datos que pueda conseguir.
"A mí no hay nada que me obsesione. Hago muchas cosas, obviamente el tenis es la prioridad, y me gusta todo lo que hago. Pero de verdad no hay nada que me vuelva loco", sentencia. Su confesión sorprende, aunque unos minutos de diálogo con él sirven para entender que no exagera. Hay dos copas de 2017, en el hall de su casa, que recuerdan dos títulos de Challenger, single y dobles. "¿Son míos? -pregunta- No sabía que estaban ahí", apunta. Qué mejor prueba de lo despreocupado que es en cuanto a sus cosas.
"Los tenistas, sean 100 del mundo, top ten, 1.000 o sin ranking, somos todos más o menos artistas. Siempre comparo mucho la música con el deporte, porque se genera desde una pasión y para dedicarte te exige amarlos. En ambos puedes llegar a ser muy exitoso o la tienes que luchar años para poder llegar a ser alguien. En el tenis hay montones de personas que se van a Europa para ganar torneos por plata, para poder vivir y seguir haciendo el deporte que les apasiona. Y en la música, hay tipos que se intentan ganar sus lucas en la calle, porque tienen el amor por lo que hacen", resalta la principal carta del equipo chileno de Copa Davis, que desde el viernes enfrentará a Argentina por la segunda ronda de la Zona Americana. Después, se trasladará a Europa para iniciar su temporada de arcilla, en Barcelona.
La casa está vacía. Por su compromiso con El Deportivo, Jarry arribó puntual a las 6 de la tarde. El resto de su familia quedó participando del Vía Crucis de Viernes Santo, una tradición muy importante para su fortaleza espiritual. "Trato cada vez que estoy en Chile de ir a misa, junto con mis papás. Creo que es importante estar tranquilo en un tema de alma y cabeza. Eso nos ayuda a estar más unidos", explica. ¿Reza Nicolás Jarry? Mucho, contesta. "Voy a misa cuando se me da el tiempo. En Chile y cuando puedo, estando de gira, lo hago, aunque es más difícil, porque no es mucho el tiempo. Me ayuda a tranquilizarme, a dejar que la vida fluya. Pensar positivamente". ¿Y qué pide cuando reza? "Rezo porque al final de todo yo esté tranquilo. No pido que me vaya bien o que me vaya mal, eso da lo mismo. Lo que sí, pido porque al final de todo, esté tranquilo. Que mi cercanos estén saludables y bien".
La religión no es tema superficial para la nueva estrella del deporte criollo. Es fundamental. Su familia se lo inculcó así desde niño. Quizás por eso no es muy bueno para jugar al Dudo o el Cacho, ese popular juego de mesa que se practica con un vaso revestido de cuero y cinco dados. A Nico le encanta jugarlo. De hecho, entre sus raquetas, zapatillas, poleras, el iPad y sus enormes audífonos, no puede faltar el cacho como parte de su equipaje para las giras internacionales. "Me gusta jugarlo. Trato siempre de que alguien juegue conmigo. Juego al dudo, aunque no te podría decir que soy bueno, porque no soy muy bueno mintiendo", aclara.
Y eso es un problema para la raqueta 65 del planeta. No porque crea en la mentira, sino porque muchas veces, en los momentos más duros de un partido, es importante no demostrarle al rival que las cosas no andan bien. En otras palabras, falsear información. "Eso lo trabajo todos los días desde el entrenamiento. En el día a día. Practico mi cara de póker, de ponerme serio, de no mostrarle nada al rival o hasta cómo mirarlo a la cara".
Es que una vez, viendo un partido de tenis, se dio cuenta de que uno de los jugadores usaba a su favor esta práctica. Y la adoptó. "Lo hago, me funciona. Te ayuda a no pensar tanto en tus problemas, sino en cómo está el otro para tratar de buscarle su debilidad. Nunca los miro feo. Lo que hago es mirar su postura, si ellos miran más a su entrenador, si están nerviosos, si se demoran más con la toalla", revela.
Sucede que el factor mental, como para la mayoría de los tenistas, es clave en el desarrollo de Jarry. Él lo asume de esa forma y aprendió a trabajar en esa área. Mientras mira su reloj, se toma su frondosa cabellera y se acomoda en el sillón de su hogar, el jugador de 1,98 metros de estatura hace otra confesión. Muy íntima, relacionada con lo que él califica como un defecto, que con el tiempo y la autoexigencia ha ido superando: "Cuando tengo un problema, soy de cerrarme mucho. Me cierro y trato de encontrar el camino yo solo. No converso con nadie, trato yo mismo de buscar una solución al problema que tengo. Y si es que no lo puedo encontrar, recurro a un amigo, si es que creo que es un tema más personal y, a veces, a un sicólogo con el que trabajo desde los 17 años".
¿Funciona guardarse las cosas? "Encerrarme no me ayuda en nada. He aprendido con el tiempo que, cuando tengo un problema, tengo que abrirme y compartirlo, para que ese problema no crezca. Me cuesta y me he esforzado para mejorar eso y abrirme más. Pero no es fácil, es parte de mi personalidad", asegura.
Es por esa forma de ser, justamente, que no es de comunicarse regularmente con su familia. No es falta de cariño ni nada por el estilo. Se trata simplemente de que su personalidad es así. "La verdad es que no hablo mucho con ellos. Reconozco que no está bien. A veces los llamo, a veces hablamos. Es que siempre lucho por no ser tan cerrado y por eso me exijo escribir más y compartir. Tenemos un grupo de WhatsApp. Hay momentos en los que uno está más acá (el teléfono) y otros en los que prefiero estar más en la mía", reconoce.
Al mismo tiempo en que plantea el asunto, sus padres y hermanos llegan a casa. Uno de los hermanos más pequeños se hace escuchar de entrada y Nicolás le pide silencio con un contundente "¡Ssshhh!". Su papá, muy educado, saluda y pregunta cuánto falta para terminar la entrevista. "Es que lo necesitamos", explica. No son más de 15 minutos los que restan. Poco tiempo, pero no por eso menos sabrosos para conocer a la persona detrás del tenista.
Con la fama, volviendo a uno de los temas iniciales, se multiplican los conocidos y las conocidas. De entrada, Jarry hace otra revelación: "Ahora estoy pololeando, llevo un par de meses". Sorpresa, eso no estaba en los antecedentes previos a esta conversación. "Ella me conoció justo antes de que me empezara a hacer más famoso. Fue hace tres meses, no había tenido este boom. Por lo tanto, me hizo bien pololear, es lo que me han dicho varios y yo creo que sí o sí tiene algo que ver. Me ha dado tranquilidad, me ayuda a no pensar sólo en el tenis, porque eso al final satura. Y claro, sumas a una persona que siempre te está dando cariño, aparte del que recibes de tus papás o de la familia, que es lo normal", destaca.
La siguiente pregunta surge de inmediato. Si está en sus planes cercanos tener una familia. Su propia familia. "Sí, quiero, me encantan los niños. Tengo muy buena onda con todos. Soy el mayor como de 16 primos por el lado de mi mamá". El punto es que, a raíz de los viajes, de los torneos semana a semana, no parece fácil llevar también una casa. El finalista del ATP de Sao Paulo ya tiene todo pensado, en caso de: "Un matrimonio no tiene por qué entorpecer mi carrera. Ahora sí se puede. Hay muchos jugadores que viajan con su familia. En los torneos que uno va también te ayudan, te dan facilidades, hay lugares para que estén los niños. Les dan regalos a las mujeres, como días de spa y cosas así. Hoy en día sí se puede hacer. Entonces, si es que en el día de mañana llegase a tener una familia, creo que no tendría problemas. Lo podría compatibilizar perfectamente".
En la semana en que se celebran los 20 años desde que Marcelo Ríos alcanzó el número uno del mundo, es imposible no preguntarle por el Chino. A la fecha de aquel logro, apenas tenía dos años, así es que mucho no recuerda. Más noción tiene de las proezas de Massú y González, a quienes sí vio jugar. Jarry, sin embargo, mantiene una relación fluida con el Zurdo de Vitacura. "Siempre hablamos. Me da ánimo, me felicita. No me da tantos consejos de tenis, como sí lo hace cuando estamos en la cancha, en la Copa Davis, cuando me dice lo que él hubiera hecho en un momento específico sobre una y otra jugada. No estando, no viendo, no opina. Es bien profesional en eso", matiza.
Los minutos se esfuman, a Jarry lo esperan en otro espacio de su hogar. Una casa donde se respira deporte. Nico, además, debe preparar su maleta para el siguiente viaje, a San Juan de Argentina. Su ropa está lista, también sus juguetes y la infinita lista descargada desde Spotify, con música para "motivarse". Eminem es uno de sus favoritos y parte de lo que escucha a todo volumen cuando entra a una cancha. "La pongo muy fuerte, para ya estar en la mía", dice. Porque claro, entre todas las luces, los llamados, los consejos, las miradas y el cariño que genera, al mejor tenista chileno de hoy muchas veces le hace falta simplemente estar solo. Acompañado, pero solo. "Trato siempre de encontrarle el porqué a las cosas. Sea algo que me pasó a mí, sea la actitud de alguna persona hacia mí. Siempre trato de buscar un porqué. Soy una persona tranquila, no hay mucho que me vuelva loco. Si algo no me gusta, no lo pesco. Me alejo. Y así soy feliz", concluye.