Una vez terminado el partido de la U las cámaras se fueron con Kudelka para registrar sus reacciones, las cuales eran evidentes.
Es curioso que, no importando el planteamiento, la U se queda encerrada en una espiral sin fin de ineficiencia. Las ganas sobran pero no las ideas, que quedan supeditadas a intentos individuales que no recalan en el colectivo.
La mochila de la ansiedad es demasiado pesada para hombres generosos en entrega pero que rehúyen al liderazgo. Salvo Johnny Herrera, que por mala fortuna para la escuadra esta solo en el arco, no hay ningún jugador que sea capaz de asumir los costos del atrevimiento.
El rival, animado por su técnico, fue capaz de olfatear rápidamente el temor que sentían algunos de los azules que se limitaron a hacer lo suficiente, mas no lo necesario.
Al final, el esquema es lo de menos. 4-2-3-1 o 4-4-2 (como ayer) no terminan siendo determinantes en el funcionamiento de la U. En ninguno de los dos sistemas se ve un dominio de la escena o una intención distinta.
El problema de la U no es un 10. Es un hombre que sea capaz de asumir responsabilidades y se atreva a asumir los errores cometidos sin miedo y con valentía. Por momentos los hace Torres, por momentos Ubilla, pero el colectivo sigue siendo el gran déficit de un equipo que lleva ya trabajando un tiempo suficiente.
La U tuvo siete refuerzos en el primer día de pretemporada, más que cualquier otro equipo. Un rendimiento mínimo sería esperable, pero nada. Sigue sumergida en una nebulosa de dudas, indecisiones y sobre todo temor. Temor a no hacer por no equivocarse. La categoría se demuestra en partidos así, y hasta el minuto está al debe.
Al final, el único consuelo que le queda a Kudelka es que perdió con un penal inventado por el árbitro. Un bálsamo insuficiente, tanto como el fútbol de su equipo.