Los talibanes se toman el control de Afganistán y el mundo se estremece. Cientos de páginas y miles de minutos de televisión y radio abordan la nueva crisis, con crudas escenas de quienes buscan, con desesperación, abandonar sus fronteras. El aeropuerto de Kabul se transforma en el escenario de situaciones sobrecogedoras. La población local sufre, especialmente mujeres que temen por un retroceso profundo en su lucha por igualdad de derechos. El deporte no queda ajeno a esa realidad.
Por lo pronto, ya hay señales concretas de los efectos. La taekwondista Zakia Khudadadi y su compañero Hossain Rasouli, quienes iban a competir en los Juegos Paralímpicos de Tokio, se marginaron de la competencia. Khudadadi iba a ser la primera mujer afgana en participar en este evento. Sin embargo, el cierre de los aeropuertos en el país le impedirá llegar oportunamente a Tokio. Por el momento, la preocupación es que ambos estén en buenas condiciones, fuera del peligro que implica la delicada situación.
“La delegación de Afganistán no está en posición de participar”, comentó el director ejecutivo de Tokio 2020, Toshiro Muto. “La tensa situación en el país es la razón de la inviabilidad de venir”, agregó.
Las mujeres en el deporte (como en otras áreas de la sociedad) son las más afectadas por el régimen talibán. Se les prohíbe practicar sus disciplinas, asistir a eventos deportivos y andar en bicicleta, por mencionar algunas actividades vinculadas estrictamente a lo físico. Hay varias más, relacionadas con la vida cotidiana. La comunidad internacional, ciertamente, repudia esas conductas. En 1999, el Comité Olímpico Internacional decretó la exclusión de Afganistán de los Juegos Olímpicos de Sidney, producto de las restricciones. Los talibanes habían marginado a las mujeres de las competencias olímpicas. Recién en 2003 el COI levantó las sanciones, dando pie al hito que se produciría al año siguiente en los Juegos de Atenas 2004: por primera vez, dos mujeres representarían al país en el máximo evento deportivo del orbe: Robina Muqimyar y Friba Razayee.
Temen por sus vidas
Desde que se agudizó el conflicto, han surgido varias voces de deportistas que se sienten inseguros. Principalmente de las mujeres. Sin eufemismos de por medio, han dicho que temen por sus vidas. “No puedo salir y sé que no estoy segura aquí. Los talibanes me matarán. No les gustan las mujeres como yo”, declaró la basquetbolista paralímpica Nilofar Bayat a VICE World News.
La boxeadora Sadaf Rahimi, quien logró salir del país hace un tiempo, pero ahora teme por la integridad de sus seres más cercanos, había lanzado un llamado de atención en el mismo sentido. “Ahora mismo se está muy mal, ahora los talibanes son más peligrosos que antes. Todavía no hay derechos para las mujeres. Están escondidas en casa y con miedo”, asegura la púgil en el programa Espejo Público, de Antena 3. “También están matando a los niños y me da pena. Las mujeres no saben qué pasará si salen de casa porque no hay gobierno”, añade.
El fútbol femenino se aflige
El fútbol femenino es otra de las disciplinas que seguro se verá seriamente amenazada. En medio de la crisis, han surgido llamados dramáticos para que sus principales cultoras, las seleccionadas nacionales, abandonen el país en razón de su seguridad. “Las he alentado a que eliminen sus canales de redes sociales, fotos, que huyan y se escondan”, declaró Khlalida Popal, una de las figuras emblemáticas del fútbol femenino afgano a AP, en una entrevista telefónica concedida desde Dinamarca, el país en el que se refugió. “Me rompe el corazón debido a que todos estos años hemos trabajado para incrementar la visibilidad de las mujeres, y ahora le estoy diciendo a mis mujeres en Afganistán que se escondan y desaparezcan. Sus vidas están en peligro”, añade respecto del traumático proceso.
Popal habla con propiedad. En 1996 debió abandonar Afganistán y refugiarse primero en Pakistán. Entre 2007 y 2011 fue parte de la primera selección femenina de fútbol de su país natal y fue directora de la Asociación de Fútbol afgana. En 2016, producto de las amenazas, tuvo que volver a salir y se quedó en el país europeo que la acoge hoy.
Las futbolistas afganas han sido un ejemplo de lucha. Hace dos años, sus seleccionadas fueron premiadas por su contribución a la lucha por los Derechos Humanos y en contra de la discriminación y el abuso sexual en su país. Todos esos argumentos hoy las hacen temer eventuales represalias.