Es difícil de entender mi día a día, no pretendo hacerme la víctima. Mañana me voy a levantar fatal porque no me voy a tomar nada, vivo con montones de antinflamatorios porque si no no puedo entrenar”, con esa frase Rafael Nadal explicó el martirio que vive por los dolores en su pie. Una molestia conocida para el español, quien ha tenido que convivir durante toda su carrera con una deformación del escafoides llamada Síndrome de Müller-Weiss. El rival más duro al que se ha enfrentado.

La derrota en octavos de final del Masters 1000 de Roma tocó lo más profundo del balear, pero no por un tema deportivo, sino porque nuevamente su pie izquierdo dijo basta. Un dolor repetitivo para Rafa, pero que cada vez que lo azota con fuerza, lo descoloca. “No estoy lesionado, soy un jugador que vive con una lesión” lanzó en conferencia de prensa, para luego profundizar en aquello: “Yo juego para ser feliz, pero claro, el dolor te quita la felicidad, y no ya para jugar sino para vivir. Mi problema es que muchos días vivo con demasiado dolor. Disfruto de lo que hago, pero me da muchos días de infelicidad”, dijo visiblemente afectado.

La enfermedad crónica de Müller-Weiss se produce por una deformación del escafoides, la cual provoca que el hueso no pueda recibir el riego sanguíneo necesario para sobrevivir, llevándolo incluso a sufrir una necrosis. Este padecimiento incurable, inoperable y degenerativo provocó que el hueso de Nadal se partiera en dos, teniendo que cargar con ese dolor por años.

Esa fractura la sufrió en 2004, cuando recién tenía 17 años. En medio del torneo de Estoril, el chico que aún no ganaba ninguno de sus 13 Roland Garros, tuvo que vivir su primera gran lesión como profesional, una que lo dejó tocado pero que ni que siquiera se comparaba con lo que vendría después.

En las finales del Torneo de Maestros de 2005, Nadal sintió como su escafoides del pie izquierdo volvía a quebrarse. Un dolor intenso lo retorció y le hizo perder la que sería su primera oportunidad de poder conquistar el torneo de fin de año. Fue allí que los exámenes le confirmaron que padecía la enfermedad de Müller-Weiss. Un “bultito” en el hueso, como le llama hasta el día de hoy.

En un documental lanzado en 2016, Angel Ruiz Cotorro, médico de cabecera del español, recordó ese periodo, afirmando que incluso “Hubo momentos en los que se temió por la continuidad a largo plazo de la carrera de Rafael”.

En aquel entonces la solución al problema fueron unas plantillas. Unas que le dieron la oportunidad de seguir compitiendo, pero que le provocaron una vida cargada de dolencias. Al modificar los puntos de apoyo naturales, sus otras articulaciones se fueron resintiendo con el paso del tiempo, siendo sus rodillas unas de las más afectadas.

Pero pese a que ese convulsionado periodo fue hace más de 15 años, el bultito sigue causándole problemas. Sin ir más lejos, este fue el motivo que obligó al mejor jugador español de todos los tiempos a ausentarse durante largos tramos de la temporada 2021.

Tras haber disputado Roland Garros el año pasado, Nadal tuvo que restarse de los Juegos Olímpicos y de Wimbledon por los dolores en su pie izquierdo. Pese a intentar volver en Washington, la lesión fue mayor y el mallorquín tuvo que volver al quirófano.

Seis meses fueron en los que no pudo volver a jugar. Un tiempo donde incluso se especuló con su retirada. Pero Rafa es un tipo duro de roer. No solo volvió al circuito a comienzos de 2022, sino que consiguió salir campeón en los primeros tres torneos que disputó, incluyendo el Open de Australia.

Fue en Melbourne que contó al mundo su situación. “Con el escafoides partido por la mitad es difícil que la lesión esté olvidada. Esto es una verdad como un templo y no va a estar olvidada por el resto de mi vida. Lo demás es engañaros a vosotros y engañarme a mí. Tengo un problema que no tiene solución ahí debajo. Otra cosa es que me pueda dejar competir con más o menos garantías y eso es lo que estamos intentando”, comentó sobre la Rod Laver Arena.

Una frase que sin duda seguiremos escuchando, pero que no le quitara el hambre, sobre todo cuando Roland Garros está a la vuelta de la esquina. La lesión lo ataca, pero la fiera sigue en pie. Es un animal criado en la supervivencia.

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