En Macul la temperatura está cada vez más baja. El partido entre la Selección y Paraguay había comenzado tarde y, en la última parte del día, el frío se sentía con fuerza. En las tribunas, en cambio, el calor aumentaba. Lo elevaba la molestia de los hinchas. Con el transcurso de los minutos, el rictus y las expresiones de los fanáticos iban cambiando, siempre para peor. Del “mete un cambio, Berizzo” varios pasaron sin miramientos al “Ándate, Berizzo”, siempre acompañado de un chilenismo de grueso calibre. Más tarde, fue a coro: “Berizzo ya se va”. En la cancha, el técnico de la Roja miraba insistentemente hacia la banca de suplente en busca de alguna ayuda. Sabía que el empate frente a Paraguay no le servía ni para escalar en la tabla de posiciones en las Eliminatorias ni para mejorar su imagen.
Mucho más frío hacía un par de horas después, ahora en la zona de vestuarios del estadio de Colo Colo. Pasaron varios minutos y situaciones extrañas antes de que el propio entrenador anunciara su alejamiento de la Roja en una conferencia de prensa que se retrasó considerablemente, precisamente porque el ex técnico de O’Higgins y el Celta estaba reunido con sus jugadores, especialmente con los referentes que le quedaban, Gary Medel y Alexis Sánchez, y el presidente de la ANFP, Pablo Milad, a quienes les comunicó una decisión irrevocable: que dejaría de ser el técnico de Chile. Hubo sorpresa y dolor entre los jugadores. El Pitbull y el Niño Maravilla la reflejarían después, al valorar el trabajo del Toto. En la dirigencia, la mezcla de sensaciones era más amplia: incluía la molestia por una situación imprevista que, para peor, se producía pocas horas antes del partido frente a Ecuador. La emergencia la asumirá el seleccionador juvenil, Nicolás Córdova. La búsqueda del reemplazante definitivo recién comienza.
El gran escape
La estructura del estadio Monumental torna, para quienes le conocen en profundidad, en predecibles los movimientos que se producen en su interior. La zona preferencial del recinto ofrece, de hecho, un par de salidas alternativas desde el sector que habitualmente ocupan los dirigentes para evitar el acoso, pero el atajo termina conduciendo siempre al mismo camino hacia los vestuarios. Pablo Milad suele atravesar ese espacio en cada partido que juega la Selección. Y lo normal es que se detenga a analizar el partido o a realizar algún anuncio, como sucedió en la anterior fecha, con el compromiso del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, de respaldar la candidatura chilena a la organización del Mundial Sub 20, en compensación al papelón en que terminó la idea de realizar conjuntamente el torneo adulto de 2030.
Esta vez, en cambio, el reloj pasaba y Milad no aparecía. Comenzaba a hacer sentido la advertencia previa al encuentro de que el máximo dirigente del fútbol chileno no hablaría en esta jornada. Y terminó siendo una certeza: el curicano no habló y, más aún, nadie lo vio. El plan de fuga había funcionado a la perfección: una vez que las aposentadurías del Monumental se vaciaron de hinchas, al presidente de la ANFP lo sacaron directamente al sector de vestuarios. Otra vez, el diseño del Monumental jugaba en su favor: fue imposible verle.
La reunión
Lo trascendente era lo que comenzaba a ocurrir entre las paredes del camarín. Ahí hubo lamentos por la igualdad frente a los guaraníes y reproches por la incapacidad de doblegar a un equipo que estuvo durante gran parte del encuentro con un jugador menos. Berizzo se encerró por un rato, seguramente para tomar valor para el anuncio que realizaría minutos después. Además de Milad, cerca suyo estaban los gerentes Pablo Silva y Yamal Rajab. Se produjo una reunión: ingresaron los personeros y se sumaron Medel, el capitán, y Sánchez, la máxima figura. Ahí, el estratega anunció que dejaría la Selección. Uno de los elementos en que reparó fue en la presión ambiental. Nadie le pidió al técnico que permaneciera en el puesto. Milad, de hecho, escuchó silenciosamente la determinación.
Hubo caras de sorpresa y de impacto, pero también la convicción de que, independientemente de lo complejo del momento, el camino seguía. Ambos jugadores valoraron la gestión del entrenador. Después, el defensor del Vasco da Gama culpó a los hinchas y le enrostró a la prensa haber generado un ambiente de inestabilidad hacia Berizzo. El delantero del Inter de Milán entregó un enfoque parecido. En la dirigencia también había asombro. “Recién estamos digiriendo esto”, decía un director. En Quilín, en todo caso, asumían que la continuidad de Berizzo pendía de un hilo. La medalla de plata en los Juegos Panamericanos apenas había alcanzado para calmar en algo el apetito de los fanáticos. El empate frente a la escuadra de Daniel Garnero despertó la voracidad de los 25 mil espectadores que llegaron al Monumental y corearon “Berizzo ya se va”. Berizzo se fue.
No daba para más
Faltaba un último trámite: la despedida. El plantel en pleno partió a Juan Pinto Durán, donde el entrenador les volvió a hablar a sus ahora exdirigidos. En el lugar de concentración de los combinados nacionales, Berizzo retiró sus pertenencias y le dedicó unos 45 minutos al rito del adiós de los futbolistas. A cada uno les agradeció el respaldo que había recibido durante su trabajo y lamentó que lo resultados no le hubieran acompañado. Tal como lo hizo públicamente, en la declaración que ofreció en la sala de conferencias del Monumental, en la que no aceptó preguntas, les deseó éxito en la tarea para la que había sido contratado y que deja abandonada recién en el comienzo del camino.
El técnico no lo estaba pasando bien en Chile, el país al que en su momento le declaró amor. El crédito que le daba la protagónica participación que había tenido en el ciclo de Marcelo Bielsa, del que fue su principal escudero, se había terminado. El público, que se había ilusionado con que se transformara en el heredero del legado del Loco (o de lo que quedaba de él) nunca le perdonó lo que cualquier persona medianamente instruida en el fútbol advertía antes de su arribo: que su propuesta futbolística era distinta.
Para el círculo más íntimo del entrenador, la estadía en el país tampoco estaba siendo agradable. De hecho, Berizzo había recibido la recomendación de no llevar al estadio a su familia, precisamente por el clima beligerante, pero la desoyó. El proyecto de vida también cambiará por obligación: su hija estudia en el país. Ahora dependerá del nuevo desafío profesional que inicie el Toto.