"¡Vamos, hijo, vamos, tranquilo, apunta, apunta!", vociferaba incansablemente, a las 10.30 de la mañana, Francisca Pedraza, la madre de Ricardo Soto, confinada en la definición a una esquina de la cancha al no disponer de la credencial de técnico. Pero las arengas no surtieron efecto. Y es que el titubeante arranque del chileno, noveno clasificado en los Juegos de Río -con sólo 16 años- y doble medallista de oro en los Bolivarianos, dio al traste con sus posibilidades de adjudicarse el primer set. Su deslucido cinco en la primera tentativa y los dos disparos al centro de la diana de su oponente, acabaron decantando la primera manga del lado cafetero.
Mejoró ligeramente Soto en el segundo parcial, que Pineda terminó llevándose, y tan solo cuando el marcador indicaba ya un contundente 4-0 parcial, asomó la mejor versión del chileno. Con un diez perfecto en su último intento, logró arañar un empate en el tercer set (5-1), pero en el cuarto el colombiano volvió a hacer buena su regularidad para quedarse con la contienda (7-1). Y con el oro de Sudamérica.
"Estoy un poco decepcionado de mi rendimiento, esperaba disparar mucho mejor y lograr mucho más. Deseaba el oro. Lamentablemente no se pudo y llegando a Chile voy a revisar los videos para ver qué fue lo que pasó, descubrir el error y solucionarlo. Y también voy a buscar un nuevo contrato", disparaba en una línea muy similar a la esbozada el domingo, cuando una falla en su arco acabó dilapidando las opciones de medalla del equipo. "Yo sentía mi técnica bien, pero los tiros no salían, y el domingo perdimos un bronce porque se reventó el arco en mitad de una final, así que hay que solucionar el error. La plata igual es un triunfo, un segundo lugar sudamericano no es poco, pero yo quería más", culminaba.