Paradoja la de Colo Colo: el escándalo de dirigentes del miércoles tapa el mal partido del fin de semana; luego, el mal partido del fin de semana tapa el escándalo de los dirigentes del miércoles. Así, mes a mes, desde comienzos de este 2020. Luego del duelo perpetrado ante Iquique el sábado, donde Gustavo Quinteros intentó quitarle 20 años al equipo para darle más intensidad y velocidad y sólo consiguió una nueva derrota, un grupo de jugadores del plantel, encabezados por Esteban Paredes, le pidieron a Aníbal Mosa el regreso de Jorge Valdivia. Así, como si nada, como si no hubiera entrenador, no hubiera gerente técnico (que hace todo lo posible porque pensemos que efectivamente no lo hay) y no estuvieran penúltimos hilando seis derrotas consecutivas de local, un anti récord, y exhiban el peor nivel de juego que le haya visto a este equipo desde que tengo memoria.

En algún momento pareció que era una ordinaria y evidente cama. La forma en que arrastraron los botines en Curicó en marzo fue una prueba contundente. Pero, pasado el tiempo, ya se trata de otra cosa, una especie de mal indescifrable que tiene tomado el club por los cuatro costados y que se manifiesta cada vez que este equipo brinda penosos espectáculos en la cancha. Con la planilla más cara del fútbol chileno, Colo Colo se ha transformado en Sportivo Perder. Se pierde para echar al entrenador que molesta; se pierde porque no se entrenó bien mientras estuvieron suspendidos por la ley de protección al empleo; se pierde porque el técnico interino tuvo que asumir no sólo el equipo, sino que también la representación de toda la institución; se pierde porque ya no hay fondo físico ni futbolístico; se pierde porque la pelota quema; se pierde porque ya es costumbre; se pierde porque casi ni importa.

Entonces Insaurralde no llega a un solo cruce y en cada duelo hace lo posible porque lo expulsen, Valencia patea el balón como si fuera medicinal, Opazo no cierra ni llega (parece que no está), Suazo corre para todas y ninguna parte, Paredes al borde del retiro juega como si estuviera retirado, De la Fuente devuelve la camiseta, Véjar devuelve la camiseta, Fuentes devuelve la camiseta, Provoste devuelve la camiseta, Arriagada devuelve la camiseta, Carmona mira el partido desde la tribuna planificando la próxima conspiración, la próxima pelea con los dirigentes.

Y Don Aníbal, con la posibilidad cierta de ser el presidente que mandó a Colo Colo al descenso, ya se arrepintió de traer a Harold Mayne-Nicholls para que ordene la casa (qué autogolazo del ex presidente de la ANFP) y ahora volvió a ser el hincha que no manda, que acepta todo y que a estas alturas pega manotazos de ahogado.

Ajenos a esto, Gustavo Quintero quien creyó tomar un plantel alicaído, pero se encontró con un grupo de espectros, y el buenazo de Maximiliano Falcón, el Peluca, quien aclaró que no viene como salvador, pero va a tener que serlo, no hay otra. Rúbrica del comunicado, la otra mitad del directorio, los vialistas, limitan su aporte a meter patadas por debajo de la mesa. ¿El Club Social? La ve pasar de un lado al otro como el público del tenis.

PD: Después ganan tres partidos, zafan del descenso y andan “tapando bocas”.