Un puñado de jugadoras, la mayoría veinteañeras, probó suerte el fin de semana pasado en las clasificaciones de la Copa Las Condes, uno de los dos torneos ITF que se realiza en Chile y uno de los pocos del alicaído calendario sudamericano. Todas accedieron a la ronda final de la qualy, porque el número de inscritas era escaso. Sin embargo, había una que llamaba la atención: Audolía Barros. ¿Qué era lo distinto? Su edad, 52 años.
Al otro lado de la cancha estaba la argentina Candela Bugnon, 33 años menor. Las diferencias fueron evidentes y la jugadora más joven se impuso por un doble 6-0. "No la conocía, no sabía cómo jugaba. Nada. La señora no jugaba mal, pero no podía competir contra nosotras por la velocidad", explica la transandina, hoy en octavos de final del ITF santiaguino.
Hace menos de una década, la protagonista de esta historia no tenía en mente siquiera tomar una raqueta. Lo suyo era abocarse por completo a las necesidades de sus dos hijos, Sergio (27) y Francisca (24). "Yo soy de Talca. Allá trabajaba como delegada regional de bienestar en Impuestos Internos, pero al llegar a Santiago fue muy fuerte el cambio. Así es que mientras mis niños estudiaron, yo me dediqué ciento por ciento a ellos", relata.
Cuando sus hijos salieron del colegio, Audolía sintió un gran vacío. No sabía cómo llenarlo. "Me pregunté qué hago ahora y ellos me dijeron que hiciera algún deporte. Mi hija jugaba tenis, pero a los 14 años no quería más. No le gustaba la presión, así que lo dejó. Pero a mí siempre me gustó el tenis. Tenía 43 años cuando comencé a dedicarme", recuerda.
Entrenamientos con profesor y partidos todos los días se convirtieron en la rutina de esta dueña de casa. "Soy constante y aprendí rápido. Esto me permitió comenzar a jugar los torneos en el circuito senior, donde este año llegué a ser la número 13 del mundo. Actualmente, estoy 17 en el ranking de mayores de 50", apunta.
Ese entusiasmo la llevó a probar suerte en 2015 en las clasificaciones del ITF US$ 25 mil del Club Providencia y a atreverse este año en la prequaly y qualy de la Copa Las Condes.
"En la prequaly lo hice bastante bien. Jugué tres partidos, gané de dos y el que perdí fue por 11-9 en el tercer set. Jugué partidos de más de tres horas y aguanté muy bien físicamente", subraya Audolía sobre su participación en el minitorneo que entregaba una invitación al cuadro principal del certamen que se disputa en el Parque Tenis El Alba.
Con ese apronte decidió jugársela por el paso siguiente y probar suerte en las clasificaciones. Al haber pocas participantes y como contaba con el ipin, la membresía de US$ 40 anuales que exige la ITF para inscribirse en los torneos, la tenista no dudó en darse el gusto de enfrentar a jugadoras profesionales. Pero con los pies sobre la tierra.
"Yo no lo hago para ganar, porque el nivel de las niñitas es totalmente superior. Lo hago para saber qué se siente entrar a la cancha y sacarse los miedos. Porque uno siente miedo al entrar a la cancha a ese nivel. Pero a mí no me importa, yo quiero ver cómo juegan y aprender. La presión no es mía, sino que de ellas, que saben que me tienen que ganar y ojalá 6-0 y 6-0", sostiene.
Además, adelanta que mientras pueda, seguirá jugando campeonatos profesionales. "Siempre que haya torneos voy a estar. Yo entré muy tarde al tenis, me siento como si tuviera 18 años. No me da vergüenza jugar. Muchas le hacen el quite y les da susto. Pero a mí me encanta", dice.
Su familia la acompaña a todos lados. Su hija se motivó y montó un centro de entrenamientos, llamado Women Academy. "Mi hija se asoció con un amigo y se inspiró en mi ejemplo para que muchas personas como yo puedan aprender y practicar tenis", expresa llena de orgullo.
Con el alma más joven que nunca y las ganas de una adolescente, Audolía va por más y apunta al top ten en su categoría: "Quiero jugar hasta que Dios me dé la oportunidad y mientras esté bien física y mentalmente".