Suiza borra la historia: despacha a Italia en un partidazo y deja a la Eurocopa sin su campeón defensor

Dan Ndoye tras el golazo de Ruben Vargas (Foto: Reuters)

Los helvéticos se imponen a la Azurra para instalarse entre los ocho mejores de la Eurocopa. Obtienen premio a una propuesta mucho más atrevida que la de los peninsulares y sacan beneficio de inéditos errores defensivos del monarca vigente.



Antes del partido entre Italia y Suiza, la tentación de predecir el trámite del encuentro remitiéndose a la historia restaba un poco el entusiasmo. Echar a andar hacia atrás el calendario remitía a dos de las escuelas defensivas más rígidas que ha conocido el fútbol en toda su historia: el catenaccio de los peninsulares y el cerrojo que patentaron los helvéticos. Eso, sumado a la tensión que implica un duelo de eliminación directa, como el que daba inicio a los octavos de final de la Eurocopa preveía un juego tenso, de pocos espacios y de ataques más bien controlados. La calidad individual de los protagonistas, al menos, permitía ilusionarse con alguna ruptura a los planes iniciales de Luciano Spaletti y Murat Yakin.

Sin embargo, el prejuicio quedó de lado de inmediato porque el juego que se vio en Berlín, que terminó dándoles la clasificación a los helvéticos después de un 2-0 absolutamente merecido en cuanto al trámite de un partido que permitió escasos pestañeos, fue de altísimo vuelo.

Apuestas distintas

Los suizos iniciaron el duelo con agresividad y ya antes del minuto habían conseguido su primer tiro de esquina. El plan aparente era posicionarse lo más adelantados posible en el campo. A los alpinos, al parecer, les acomodaba la idea de situarse en campo rival. Como consecuencia, en el comienzo, los centrales azurri Bastoni y Mancini tuvieron bastante más trabajo que el que esperaban para el comienzo. Los rojos, sobre todo en la mitad, daban cuenta de buen pie, con Xhaka como motor. Ganar la disputa de esa zona suele ser vital. La propuesta alcanzaba, incluso, para que el ‘chileno’ Ricardo Rodríguez aprovechara sus cualidades para pasar al ataque. Italia, en cambio, no tenía ni espacio ni opciones para avanzar. Peor aún: tampoco tenía el balón.

Si la precisión en la medición del tiempo caracteriza a los helvéticos, esta vez sirvió para marcarle los de Italia, que justo en los 15′ comenzó a adquirir protagonismo y a acercarse más frecuentemente al campo rival. Eso sí, exponiéndose a algún contragolpe. El partido empezaba a ser entretenido. Más aún cuando Embolo, en los 24′, obligó a Donnarumma a una tapada notable para evitar la apertura de la cuenta. Eso sí con una ejecución algo predecible del atacante. Suiza se volvió a envalentonar. En la otra área, Italia respondía a su especialidad histórica: contraataques incisivos y de alto riesgo. Chiesa, de hecho, llegó un ataque peligroso al arco de Sommer.

Zaccagni refleja el desconcierto italiano. (Foto: Reuters)

En esa ida y venida, el mayor protagonismo suizo tuvo premio. En los 36′, un ataque elaborado permitió una sucesión de toques sin apuros que le permitió a Freuler ingresar frontalmente al área, algo insólito considerando el permanente rigor defensivo italiano. Un control defectuoso y un rebote antecedieron al reposo del balón en el fondo de la red.

Suiza se ponía en ventaja y planteaba una nueva historia. En el cierre de la primera mitad, Donnarumma volvió a estar notable para evitar la caída de su arco, ante un tiro libre de Rieder. El dominio volvía a ser ostensible. Al descanso, los rojos se iban en merecida ventaja.

Reinicio con un golazo

Si el primer tiempo ya había sido de alto vuelo para los helvéticos, el inicio del segundo fue aún mejor. Ni siquiera había pasado un minuto (en rigor, 32 segundos) y Ruben Vargas acertaba un misilazo. Derechazo inalcanzable y 2-0 para los helvéticos. El plan de Spaletti para reacomodar piezas sufría un terrible percance. El campeón defensor empezaba a ver la puerta de salida mucho más cerca.

Italia reaccionó. O, al menos, no se rindió. En los 51′, un desajuste defensivo suizo terminó con el balón golpeando uno de los palos del arco de Sommer. Un llamado de atención por un lado y un estímulo para el equipo azul, que adelantó líneas. El histórico cerrojo suizo fue, en ese caso, la respuesta.

Sin embargo, la evolución del partido hizo, más bien, que terminara siendo un reflejo. Los minutos siguientes volvieron a mostrar a un equipo italiano golpeado y confundido, aunque Scamacca, con un disparo en el vertical derecho, daba cuenta de que seguía con señales de vida. Italia se despedía y pretendía quitarse la corona, al menos, con dignidad. Suiza primero aguantaba, con Rodriguez despejando todo lo que llegaba. Y, después, festejaba. Había mostrado argumentos para justificar el sueño.

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