El más parecido a McEnroe
Muchos fueron los que creyeron que Marcelo Ríos era el nuevo John McEnroe del tenis. Se parecía en casi todo al estadounidense. Tenía mucho talento y le sobraba la mala baba. Poseía una zurda prodigiosa con la que en lugar de golpear la bola parecía escribir poemas. La ponía donde quería. Y él tenía carácter, tanto que en eso superó a McEnroe. Acabó siendo maleducado. Podía haber dominado el tenis durante muchos años, pero no lo hizo. Tuvo mala suerte, quizás provocada por su mala leche. Fue número uno. Uno de los más breves. Se atrevió a decir en Argentina que era mejor que Guillermo Vilas, y después de una eliminatoria con los argentinos acabó cediendo su cetro mundial y su tenis. Pudo ganar mucho mas, pero prefirió ser como es.
(Dagoberto Escorcia, periodista especialista en tenis, redactor de La Vanguardia en los tiempos de Marcelo Ríos.)
Un talento milagroso en tiempos de puro músculo
Talento único, jugador único, personalidad distinta y, por lo mismo, su carrera no se ajusta a ningún patrón. A su manera, como un pirata, Ríos cumplió su misión: ser el mejor. Seis días, seis minutos, seis semanas o seis años, Marcelo Ríos fue uno de la ATP, el rey. Y fue un milagro que lo lograra en un mundo de musculosos y gigantes. Sacó el máximo provecho de su talento. ¿Pudo haber logrado más? Tal vez, con la mente de Nadal, Serena o Federer. Pero gran parte del atractivo y el encanto de Ríos fue su originalidad, desafío, creatividad, actitud rebelde e inconformista. La carrera de Ríos es mucho más memorable que muchos jugadores igual o más ganadores, como Roddick, Bruguera, Ferrero, Kafelnikov y Krajicek.
(Scoop Malinowski, Periodista. Entre otros libros, escribió "Marcelo Ríos, el hombre que apenas conocíamos").
Un juego espectacular marcado en la historia
En mi opinión, es un error considerar al número uno alcanzado por Marcelo Ríos como un premio demasiado grande por sus cualidades y sus victorias. Durante un par de años, a fines del siglo pasado, antes de las lesiones de espalda, el chileno fue el jugador más entretenido de ver en el circuito, y en 1998, su mejor año, incluso el más continuo.
No tuvo gran éxito en los campeonatos de grand slam, pero pudo ganar en Montecarlo y Roma, dos torneos monumentales en la Tierra, y hacer el doblete en Indian Wells y Miami, algo que pocos fenómenos han realizado. Y la Copa Grand Slam contra Agassi, en 1998, vale una victoria de Masters.
En comparación con el conformismo técnico que ahora se respira en el tenis, su espectacular juego sigue marcado con nostalgia en la historia del deporte de las raquetas.
(Riccardo Crivelli, periodista, redactor de La Gazzetta dello Sport, con años de cobertura en el circuito ATP).
Inteligente, impulsivo y provocador
El Chino Ríos fue uno de los diamantes más brillantes de una era dorada para el tenis latinoamericano, junto con la legión argentina, el brasileño Guga Kuerten y el ecuatoriano Nicolás Lapentti (todos posteriores a Vilas, Clerc y Andrés Gómez).
De mano prodigiosa, ganador, inteligente, impulsivo y provocador, Ríos no pasaba inadvertido en ningún partido ni con ninguna actitud. Alcanzó la cima del ranking en una época en la que tuvo rivales de prestigio y supo, a la perfección, cómo potenciar sus bondades. Actuó como contagio para los tenistas de la región.
(Sebastián Torok, periodista, redactor de La Nación de Argentina, reconocido especialista en tenis).