¿Tan mal estamos?
Depende, sería la respuesta más seria. Era que no, la más completa. El caso es que cuando se revisan las estadísticas de los equipos chilenos en los últimos torneos internacionales, el desencanto se apodera de todos. Es obvio que algo anda mal si de los últimos 14 partidos como local, en la Libertadores y la Sudamericana, los nuestros sólo consiguieron ganar…uno.
La conclusión inmediata y facilista es que tenemos un mal torneo. Poco competitivo, mediocre. Pero no resulta tan claro que vaya por ahí la mano. Parece evidente que hoy el ritmo de juego, por ejemplo, es muy superior al de los años previos a la llegada de Bielsa al país. Hay más dinámica, más presión, más movilidad. Incluso más equilibrio en casi todos los partidos. Hoy resulta arriesgado dar por descontada la victoria fácil de los llamados equipos grandes y, desde luego, resultados tipo 7-2, 8-1 y hasta 10-0, como se daban hasta hace poco tiempo, dejaron de ser parte del mapa.
Tampoco parece ser un tema de jugadores. Nunca hubo más chilenos jugando afuera (una buena parte de ellos con razonable éxito y reconocimiento mundial), la selección está décima en el ranking FIFA, somos los actuales bicampeones de América y se siguen exportando jóvenes a Europa, México y los países árabes a un ritmo bastante sano.
¿Se invierte menos en refuerzos? Debatible. ¿Llegan jugadores que aportan poco? Dudoso. Hubo épocas mucho peores en ese sentido y sin embargo en las competencias internacionales nos iba algo mejor que ahora. Algo. Recordemos en este punto que somos un país que muy pocas veces, en 100 años, consiguió que sus clubes llegaran a grandes alturas internacionales. Por algo sólo una vez se ganaron la Libertadores y la Sudamericana. Una mísera vez. Tampoco es para decir que "ya no somos lo que éramos". ¿Qué antes venían Gorosito, Acosta, Espina, Leo Rodríguez? Claro, porque en ese época no podían irse todos los argentinos, brasileños y uruguayos a Europa, como ahora. Tiempos anormales que no volverán. Incomparables y, desde luego, irrepetibles.
¿Qué ha cambiado entonces? De partida, las reglas de la competencia: en los torneos más importantes del continente, los países chicos aceptamos que Brasil y Argentina compitieran en ventaja numérica, con más del doble de clubes cada año, y, obviamente, las opciones decrecieron de inmediato. Por otro lado, los clubes chilenos ya no invierten a tontas y a locas porque lo que antes era un opción hoy es una obligación: por ley, ya nadie puede volverse loco gastando más allá del presupuesto. Nadie quiere ver otra vez clubes quebrados o sueldos impagos por la irresponsabilidad de esos antiguos grandes dirigentes que, aparte de botarates, más que poner, sacaban. Y a veces en carretillas.
Sigo: no descarte como razón importante de los fracasos la endogamia del medio local. Cada vez se juega menos con otros de mejor nivel. Se acabaron hace rato las giras a Europa, los torneos internacionales de verano, los campeonatos juveniles en Francia. Se gasta toda la creatividad en espaciados torneos de morondonga entre equipos chilenos o en noches de presentaciones ante rivales de bajísima categoría. Todo eso impide medir fuerzas, aceitar fórmulas y capacitar al personal, por lo que normalmente se llega al momento de la verdad sin mucho rodaje.
¿Qué sólo aquí triunfan jugadores viejos como Paredes, Valdivia, Valdés, Pizarro o Pinilla? Debatible. Eso tiene que ver con otro fenómeno: hoy, por distintas razones (médicas, alimenticias, de respeto profesional) los deportistas de nivel duran más tiempo activos. No sólo en el fútbol. Así como antes era impensable jubilar después de los 65 (y hoy resulta absurdo hacerlo tan temprano), en el deporte la barrera de los 30 años dejó hace rato de marcar el final de una carrera.
¿Los malos técnicos? Claro. Influye también. Es evidente la carencia de profes locales a la altura de la media internacional. En formación y en competencia estamos, definitivamente, muy por debajo de casi todos. Basta ver cuántos entrenadores chilenos dirigen afuera.
¿Nos deprimimos? No. Siempre es bueno entender dónde estamos parados sin ansiedad ni arrebato. Colombia hoy tiene más plata. Ecuador ha trabajado muy bien. Estamos sobre Perú, Bolivia, Venezuela y Uruguay de acuerdo a la estadística y Brasil y Argentina tienen demasiada ventaja, porque, como ya se dijo, compiten en patota. Quizás por ahí debiera venir el primer trabajo de nuestra dirigencia para aspirar a mejores cosas: corregir ese gol de media cancha que les metieron los mafiosos de la Conmebol cuando lo único importante era sumar coimas desde el mundo de los derechos televisivos.
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