Vaya paradoja. Quienes lo trajeron, lo querían echar; quienes lo aceptaron, a regañadientes, le salvaron el pellejo. Esta columna se publica el viernes 26 de octubre. Dos días más tarde, el domingo 28, no es claro que Héctor Tapia vea los goles en los noticiarios, de verlos, como entrenador de Colo Colo. Todo depende del resultado contra Audax Italiano. El técnico albo obtuvo como máximo una semana de oxígeno, aunque la palabra oficial desde el club, luego de una larga reunión del directorio de Blanco & Negro, diga que se le ratificó hasta el final del campeonato.

Aquí retomamos la idea inicial: Gabriel Ruiz Tagle y todo el bloque de Leonidas Vial citaron al directorio con un único objetivo: cargarse al entrenador que ellos mismos habían traído luego de la renuncia de Pablo Guede.

Entonces, Aníbal Mosa y el Club Social lograron frenar el inútil, a esta altura, despido y mantener a Tapia como entrenador. El análisis no era muy complejo. ¿Qué cambiaba con Hugo González dirigiendo el equipo por cuatro partidos? Nada. Este equipo ya perdió la temporada, y apenas luce el triunfo sobre Corinthians como única luz en una penumbra completa.

A la hora de señalar con el dedo hay que irse con calma. Porque acá hay para repartir. Primero que nada, el plantel está mal configurado desde comienzo de año. Ya en abril Guede hablaba de la "falta de combustible" y otras yerbas. El equipo nunca jugó bien y topó su primer fondo al caer contra Delfín en el Monumental. Que debe ser la peor derrota de local de Colo Colo en todas sus participaciones coperas. Desde entonces, Guede comenzó a delinear su renuncia, con un amago circense de ella, y finalmente la concretó apenas apareció Ruiz Tagle como presidente. Como ya tenía un contrato listo en Arabia Saudita y estaba al borde de la eliminación de la Copa, y de irse por la ventana con ello, dio un hábil paso al costado y que en Macul se las arreglaran.

Ruiz Tagle, con su tradicional olfato, preguntó en el camarín a quién traía y le dijeron que Héctor Tapia. Entonces lo bajó de la caseta del CDF y lo puso a dirigir al equipo. Y logró un pequeño y momentáneo milagro: clasificar en su grupo de la Libertadores y después arrimarse a cuartos eliminando nada menos que a Corinthians. El problema fue que todo lo demás fue malísimo. El equipo en el campeonato jamás se vio sólido, ni siquiera competente, tuvo la capacidad de perder con cualquiera. Y, cuando ya no había Copa que jugar, se encontró sin reacción, anquilosado en su propia pretensión de súper equipo copero, como bien repetían jugadores, cuerpo técnico y dirigentes cada vez que les acercaban un micrófono.

Y un día se despertó afuera de casi todo y quisieron operarse de Tapia, cuando el mínimo de dignidad indicaba morir con las botas puestas.

Ahora, pase lo que pase, Tapia no va a seguir. El que venga deberá hacer una tarea dolorosa y necesaria que Colo Colo viene postergando hace años: sacar la motosierra y como Jason con ataque de ansiedad, cortar cabezas a diestra y siniestra. El equipo necesita una renovación urgente. El problema estriba que desde las inferiores no hay presión y el mercado está desatado en los precios. Además, está la consabida presión de las redes sociales y los barristas, que en la actualidad influyen malamente en la toma de decisiones. No va a ser nada de fácil. Menos en una institución donde los dirigentes actúan cada uno por su lado y viven para hacerse zancadillas y lograr pequeñas victorias personales, usando como arma, por ejemplo, al depreciado Héctor Tapia. Lindo espectáculo.

PD: Mientras tanto, el inefable Manuel Crespo sube el sugestivo mensaje a sus redes sociales: "No hay descanso, afilando los cuchillos…". ¿No serán los colmillos?

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