El saludo entre Eduardo Berizzo y Marcelo Bielsa, justo al borde de la línea que separa la cancha del estadio Centenario en dos mitades será una de las escenas que cautive la atención antes del partido. Con seguridad, habrá una manifestación que superará lo estrictamente correspondiente al protocolo. Entre ambos existe una relación de amistad. Y antes hubo una de alumno y maestro. El vínculo parte, precisamente, desde que ambos coincidieron en Newell’s Old Boys. El Toto como uno de los pilares de la defensa leprosa y el Loco como el conductor de un equipo que tuvo la osadía de discutirles la supremacía a los grandes de Buenos Aires y hasta de quedarse con un título en el fútbol argentino y de alcanzar la final de la Copa Libertadores.
No hay que ser guionista de ficción para suponer que habrá un apretón de manos y un abrazo cariñoso. Y tampoco para anticipar que luego de la ceremonia ambos volverán a sus respectivas ubicaciones para empezar a vivir el partido. El DT de Chile con una aparente mayor tranquilidad y el ahora seleccionador charrúa moviéndose de un lado para otro o sentado en una hielera.
Amplio conocimiento
Berizzo no es solo un discípulo de Bielsa. Con el tiempo, se transformó en su amigo. Esa relación se mantiene hasta hoy y quienes conocen a ambos establecen que ni siquiera los roles que ejercen, que los contraponen en la búsqueda del mismo objetivo, han variado el vínculo. Que cada cierto tiempo hay alguna llamada de uno para preguntarle al otro simplemente cómo está. Para hablar de la vida, más allá de las obligaciones profesionales, alejados de las presiones que supone la tarea que desempeñan. “Converso a menudo con Bielsa y claro que conversamos de mi llegada. He sido su jugador, su compañero y soy su amigo”, dijo cuando asumió en la Roja.
Enfrentarse, de hecho, supone para ambos un desafío mayor. Berizzo, por ejemplo, conoce cada uno de los secretos de la labor del rosarino, pero también tiene claro que su mentor es capaz de encontrar el ajuste preciso para descolocar a quienes creen estar seguros de haber encontrado la fórmula para hacerle frente. El técnico de la Roja fue, en los orígenes de su carrera como entrenador, ayudante de Bielsa. Y, como tal, tampoco le deben resultar extrañas las exigencias que ha establecido desde que pisó Montevideo para hacerse cargo de una selección histórica como la uruguaya. Ni que haya comenzado a mover estructuras tal como lo hizo en Chile, cuando asumió la Roja en 2007.
Tampoco que en la lista del equipo que tendrá enfrente no aparezcan figuras consulares como Luis Suárez o Edinson Cavani o que los cambios internos hayan involucrado hasta la salida del médico histórico del combinado charrúa. Menos que el periodismo local se le haya puesto en contra ni que haya resistido sus ideas. Como actor secundario, fue un testigo silencioso de todos esos fenómenos que ahora levantan polvo en el país oriental, pero que terminaron forjando el sello de Bielsa y, de paso, el suyo. En Chile, por cierto, también desoyó el ‘aplausómetro’ a la hora de estructurar sus convocatorias.
“Marcelo me hizo mejor futbolista, un entrenador que inspiró mi carrera con entrenador y un amigo que enriquece mi vida, pero no por conocerle tengo ventaja, porque lo importante es el plan que se lleva a cabo a partir de que el partido comience” dijo Berizzo, en la última conferencia de prensa previa al duelo frente al equipo de Bielsa.
¿Cómo es trabajar con Bielsa?
Trabajar con Bielsa es, según quienes han compartido con el rosarino desde alguna de sus posiciones, un desafío extremo. “Bielsa es un líder muy exigente en todo ámbito. Con los jugadores, los colaboradores. Pero esa exigencia te hace mejor. A la larga y a la corta. La entrega que espera es de excelencia. Si no lo es, lo hace ver. Lo hace ver de una manera que no solo es un reto, sino de la forma de hacerlo mejor en la siguiente vez. Es muy exigente. No se puede negar. Como Guardiola o Mourinho. Está a un nivel de desempeño o de rendimiento en que si no lo es, no llega a los resultado que busca. Hay algunos que están dispuestos a convivir con ese nivel de exigencia. Hubo jugadores que encontraron que la exigencia era demasiada y decidieron no estar. Y pasó con cancheros, cocineros, staff. Los que aceptaron, con certeza, hoy son mejores profesionales”, establece un colaborador cercano del ex técnico del Leeds United en su paso por Chile.
La búsqueda de la perfección abarcó a todos los que se relacionaron de algún modo con él. Y en todos los aspectos posibles, tal como Uruguay. Desde los cancheros de Juan Pinto Durán, quienes tuvieron que soportar cada una de sus inspecciones para constatar que los campos de juego estuvieran a la altura, hasta los ejecutivos y directivos que tenían que procurar por la logística en torno a las actividades del plantel. Cada uno recibió la corrección respectiva si algo no funcionaba y entendió el mensaje de que ese era el punto de partida para el siguiente ejercicio. “Pasó con los maestros en Pinto Durán. El ritmo era muy intenso. Pedía canchas impecables. Se metía a la cancha y cuidaba que fueran una mesa de pool. Mantenimiento, riego, que los pájaros no se coman las semillas”, explica la misma fuente.
Berizzo tuvo que aguantarlo
Berizzo tuvo que someterse a una disciplina que dejaba escaso margen para la improvisación. A Bielsa poco le importaba su exitoso currículo como futbolista, que hasta le había llevado a la selección argentina, en la que disputó 13 encuentros y de la que, coincidentemente, se despidió con una victoria sobre Chile, en 2000. Como escudero, el Toto tuvo que someterse a la misma tensión que todos. E incluso fue quien la vivió desde más cerca. “Con Berizzo la relación era bien cercana, pero bien tensa e intensa, también. Era uno de lo que más interactuaba con él”, explican en el círculo más cercano a la gestión de la Roja en ese momento.
La relación de jefe y subordinado entre ambos se extendió entre 2007 y 2010. Vale decir, hasta después del Mundial de Sudáfrica. En febrero de 2011, Berizzo inició su carrera como técnico independiente, en la banca de Estudiantes de La Plata. Los pincharratas consideraron su labor con Bielsa casi como un magíster que le añadía conocimientos a los que ya había acumulado dentro de la cancha. O’Higgins, con el que consiguió su primer título y el primero del club rancagüino, fue el primer club extranjero que dirigió. El currículo fue creciendo en números e importancia. El Toto llegó a destacarse en el exigente mercado español, donde adiestró al Celta, al Sevilla y al Athletic de Bilbao, lo que le catapultó a su primera selección: en 2019 asumió como conductor en Paraguay, aunque no consiguió llevarla al Mundial de Qatar.
Quienes les conocen profundamente descartan un distanciamiento, justamente en función de los gestos entre ambos que siguen siendo observables. “Se separa de Bielsa porque quiere emprender un camino individual. La relación que mantienen hasta hoy es muy cercana”, insisten. Sí admiten que el paso de Bielsa por la Roja fue dejando heridos. “Hubo otros que salieron por desgaste. En general las organizaciones de alto desempeño, del rubro que sean, hay gente que aguanta el ritmo y otra que no. Es válido. Bielsa es un tipo que lleva al alto rendimiento a todos. A todos los hace mejores”, explica. El anonimato se justifica en una exigencia para mantener la amistad del entrenador. En su círculo de hierro, nadie habla públicamente de él. “También nos reíamos de la alta exigencia. Había períodos de estrés. Se daba poco espacio para echar la talla. Siempre estuvo orientado a la tarea. El vínculo con los jugadores, por ejemplo, lo hacían Berizzo y Bonini. El foco estaba en la tarea. Se salía poco de ahí”, profundiza.
A fines de mayo, cuando ya se sabía que Bielsa asumiría en Uruguay, Berizzo declaró su satisfacción. “Será un placer enfrentarlo”, puntualizó, mientras reconocía que el contacto entre ambos se mantenía inalterable.
Sin embargo, se desmarcó de la intención de transformarse en uno de sus clones. “Solamente Bielsa puede ser Bielsa. Los que trabajamos con él y nos empapamos de sus convicciones y aprendimos que la creencia son los caminos que uno quisiera imitar. Después, en el entrenamiento, solo él puede ser quien es. Después, los demás intentamos. Soy otra persona y eso me convierte en otro entrenador diferente. Sí me gusta atacar, que mi equipo tenga el balón. Mientras más cerca del arco rival se recupere el balón, es más fácil. También quiero que mis equipos jueguen así”, adujo.
De hecho, su declaración de intenciones futbolísticas permite advertir las diferencias entre una propuesta y otra. “Mi intención es jugar un fútbol protagonista, de ataque. Para eso necesitamos defendernos bien, cuidar el balón. Los equipos más ofensivos también piensan en recuperar la pelota con una estructura ordenada. No dejan de prestarle atención a esa estructura”, explicó el seleccionador chileno. Para Bielsa, la preocupación está puesta, mayormente, en el arco de enfrente. Con los riesgos que implica y que no le complica asumir.