Un desahogo. El corolario de un año y medio de ensueño. Eso fue para Dominic Thiem el festejo tras ganar su primer grand slam, después de cuatro intentos, tres con Nicolás Massú como técnico. El número tres del mundo llegaba con el favoritismo ante Alexander Zverev (6°). Su impecable tránsito por el US Open y el trabajo de las últimas dos temporadas generaba la ilusión de que por fin pudiera coronarse en un certamen de esta categoría. Y lo hizo imponiéndose por 2-6, 4-6, 6-4, 6-3 y 7-6 (6), en uno de los duelos más emocionantes que Nueva York recuerde.

En su primera final de major, el alemán de 23 años se sintió en el comienzo como si llevara jugando toda su vida estas instancias. A distancia, la mano de su nuevo entrenador, David Ferrer, también se notó, dándole una cuota de lucha que solo había sido descubierta en las últimas semanas. Fue un durísimo rival.

Thiem, por su parte, entró como si lo hubiesen reseteado. Sin explosión y con mucha fragilidad en su saque. Apenas un 37% de primeros servicios y solo un 29% de puntos ganados con el segundo fue la estadística que marcó un set inicial, donde su rival le quebró en dos ocasiones. El pupilo del viñamarino, que a esas alturas parecía un león enjaulado, tampoco hacía daño con la devolución, por lo que no fue extraño que Sascha cerrara en media hora el primer capítulo.

Una tónica similar tuvo la manga siguiente. Quiebres en el tercero y quinto games le proporcionaron una cómoda ventaja al dirigido por Ferrer. Y si bien, Domi recuperó uno de los rompimientos, no le fue suficiente para cambiar la suerte en ese parcial. La falta de chispa y la profundidad del teutón estructuraron un escenario de máxima complejidad. Pero ahí apareció la épica, la misma que caracterizó a Massú en sus gestas como jugador.

Zverev aflojó. Cuando todo parecía indicar que sentenciaría rápido el partido, principalmente después de quebrar otra vez en el tercer juego, Thiem reaccionó y recuperó la ruptura. El alemán comenzó a mostrar algunas fisuras en su servicio (uno de sus apartados que todavía debe solucionar), mientras que el austriaco mejoró en la precisión y también su actitud; logró salir de situaciones muy difíciles y le traspasó toda la presión a su rival, que no pudo sostener su saque en el décimo juego y así el partido se fue a un cuarto set.

El devenir del encuentro comenzó a generar sensaciones muy distintas. Mientras el dirigido de Massú iba recuperando su mejor tono, su adversario se veía preocupado y tomando malas decisiones. El austriaco lo percibió; empezó a moverlo de lado a lado y le quebró en el octavo juego, para llevar todo a un último parcial, que se transformó en una instancia de infarto. El tres del mundo quebró en el inicio, pero Sascha le devolvió el golpe de inmediato y logró un segundo aire.

A pesar de eso, el nacido en Wiener Neustadt puso toda la jerarquía por delante. Incluso, cuando Zverev sacó por el partido. No dejó de creer y en el undécimo game logró quebrar. No obstante, el festejo demoró y todo se definió en un estrecho tie break. Además, se convirtió en el primer tenista que remonta dos sets en contra para ganar el US Open en la Era Abierta y en el primero nacido en los 90 que toca el cielo en uno de los cuatro grandes.

Massú, en tanto, se convirtió en el tercer técnico chileno, después de Juan Núñez (con Arantxa Sánchez en 1989) y Patricio Rodríguez (con Andrés Gómez en 1990), en conseguir un Grand Slam. Pero más allá de eso, sumó un nuevo capítulo a su impecable leyenda como héroe deportivo nacional.