Siempre pasa algo. Esta vieja afirmación se escucha casi a diario en el Monumental, un lugar que, pese a estar casi desierto en los últimos cinco meses, se las ha arreglado para convertirse en un reducto abundante en situaciones complejas. También, a partir de mañana, a las 13.30, será el escenario que concentre el regreso del fútbol chileno de Primera, con el encuentro entre Colo Colo y Santiago Wanderers. En Macul ruegan por una victoria como primer paso para vivir semanas con algo más de normalidad.

La última postal que dejaron los albos antes del receso fueron los abrazos tras la victoria 1-0 frente a Athlético Paranaense, por la Copa Libertadores. Un resultado que dejó un mejor sabor de boca en las huestes del Cacique y que auguraba semanas un poco más tranquilas para aguantar un receso que en ese lejano marzo parecía ser algo pasajero. Pero no. No hubo tranquilidad ni mucho menos la para momentánea sería breve, como se pensaba en esos días.

A los siete puntos tras siete fechas y la magra 13ª posición en el Torneo Nacional -razones más que suficientes como para preocuparse-, se sumó un conflicto que durante 22 días estuvo macerándose en la interna y que cuya explosión terminaría dejando muchos heridos en el camino: la negociación de un ajuste salarial del plantel. Esa mañana del miércoles 22 de abril comenzó un punto de no retorno, con la incendiaria conferencia de prensa ofrecida por el directorio de Blanco y Negro, en la que se anunció la ruptura de las conversaciones y la voluntad de acogerse a la Ley de Protección al Empleo. Acto seguido, una declaración pública del plantel le terminó echando más bencina al fuego. La guerra estaba desatada.

Declaraciones destempladas por ambos lados y una fracasada mediación de la Dirección del Trabajo adornaron esas tardes otoñales en las que los más experimentados del grupo chocaban con la posición de Harold Mayne-Nicholls. Finalmente, el grupo pasó tres meses y medio recibiendo dinero solamente del Seguro de Cesantía. Incluso, algunos jugadores debieron padecer el no pago de otros compromisos, como pago de arriendos y otros extras, generando otro complejo escenario.

Varios de los protagonistas de estas conversaciones fueron los mayores del equipo, quienes además tienen que sentarse a conversar con la dirigencia si quieren extender su permanencia más allá de fin de año. A saber, el capitán Esteban Paredes, Juan Manuel Insaurralde, Carlos Carmona y Pablo Mouche son algunos de los que finalizan su vínculo esta temporada y que además tienen contratos adicionales de derechos de imagen y cuota de pase, conceptos por el cual se van a repartir sobre $ 500 millones, pagaderos en cuatro cuotas entre enero y junio de 2021. También se sumaron a este beneficio Matías Zaldivia y Nicolás Blandi.

Justamente la decisión de Aníbal Mosa de recomponer relaciones con estas figuras regularizando cuanto antes los compromisos contractuales -el bloque opositor apostaba por judicializar el asunto- generó mucho ruido en el camarín. Discusiones resonantes como la de Pablo Mouche y Julio Barroso fueron el corolario de una situación incómoda. Ahí, el timonel, que ante la DT había delegado las conversaciones en Mayne-Nicholls, no pudo hacer lo mismo esta vez y, por petición de los futbolistas, tuvo que sentarse a conversar para conseguir un acuerdo compensatorio con quienes no gozan de beneficios adicionales en el contrato. Así, se aprobó el convenio con los jugadores para resarcirlos con las ganancias que dejen tres partidos amistosos entre 2020 y 2021. La votación, como pocas veces, fue unánime y se dio bajo el argumento de que no se podían seguir alimentando diferencias con el plantel. “Que no hubiese sido unánime, nos dejaba en muy mal pie como directorio frente a los jugadores”, reconoce uno de los presentes en la votación.

Otra situación que tocó la imagen de Colo Colo fue el caso de Leonardo Valencia. El volante fue acusado por expareja de violencia intrafamiliar y no pago de sus compromisos alimenticios. El hecho hizo que la concesionaria aprobara la creación de un protocolo para abordar este tipo de episodios y que contempla sanciones para los funcionarios de la institución que incurran en agresiones de género. Un reglamento que fue propuesto por el Club Social y que tuvo buena acogida en el directorio de la sociedad anónima.

Y si bien la concesionaria se había mostrado relativamente cohesionada en la determinación de pasar al plantel a la AFC, las grietas comenzaron a agrandarse la tarde del 29 de julio, cuando el vialismo votó en bloque para revocar la condición de vicepresidente ejecutivo de Harold, dejándolo sin el sueldo de $ 8.000.000 que recibía desde el año pasado y que por la crisis había sido recortado a menos de la mitad hasta diciembre. Para varios integrantes del oficialismo, la situación fue tomada como una vendetta tras la ruptura del contrato con Umbro, otro lío que hoy tiene a la concesionaria en los tribunales. Además, en el entorno del extimonel de la ANFP reconocen que este se encuentra dolido, porque siente que los dardos de la oposición a Mosa se personalizan solo en su figura. Sin sueldo ni proyectos, el periodista por ahora resiste y se mantiene en el directorio.

Esta semana ha sido un poco más tranquila para Colo Colo. La relación entre el plantel y la dirigencia se ha ido normalizando tras el acuerdo de compensación y, por otro lado, el cierre del millonario contrato con Adidas, que garantiza un monto fijo de US$ 11,2 millones y casi US$ 13 millones en variables para las próximas seis temporadas. Además, en lo futbolístico, el DT Gualberto Jara, interino hasta fin de año, respira más tranquilo porque tiene a casi todos los jugadores a disposición, incluso a Matías Fernández, lo que le permite mirar con un poco más de optimismo el escenario que enfrenta. Un panorama, por cierto, que está supeditado a los resultados, ya que en las próximas semanas el Cacique se juega mucho tanto en el Torneo Nacional como en la Copa Libertadores.