Todo pasa, menos Grondona
La oscura sombra del fallecido dirigente argentino sigue cubriendo al fútbol sudamericano. Luego de los audios suyos con Marcelo Tinelli que salieron a la luz, irremediablemente surge como pregunta su relación con Chile y, especialmente, Sergio Jadue. Las redes de don Julio no tenían límites.
No fue aneurisma de aorta, el diagnóstico oficial, o alguna otra afección cardíaca. No fue la hipertensión, el evidente sobrepeso o los 35 años de vivir bajo la presión de ser capo del fútbol argentino, la Conmebol y la FIFA. A Julio Grondona, dicen quienes compartieron con él, lo que realmente lo mató fue la pena. Un derrumbe lento, emocional, que comenzó en 2012 con el fallecimiento de su esposa y compañera desde la pubertad, Nélida Pariani. Una tristeza que incluso doblegó el “todo pasa” que estaba grabado en el grueso anillo de oro que por décadas llevó en el dedo meñique de la mano izquierda y que en sus últimos días como dirigente ya ni usaba. A los 86 años, en julio de 2014, se cortó la vida del dirigente, pero el mito envuelto con el manto de su extensa y controvertida sombra nunca se apagó.
En los últimos días, volvió a la primera plana en el país vecino, luego de que se revelaran audios telefónicos de 2013, en que él y Marcelo Tinelli, el archifamoso animador de TV y dirigente de San Lorenzo, se coludían para arreglar la designación de árbitros en la Primera División argentina y otros detalles de tintes poco transparentes. Una línea más en el currículo de Grondona, cuya figura no admite puntos medios. O se le ama o se le odia. O se le alaba su habilidad dirigencial o se le tilda derechamente de corrupto. La interpretación del personaje en la serie El Presidente refrescó todavía más su memoria. Sin embargo, son los hechos reales los que dejan en evidencia su controvertido estilo de gestión. “Trata de devolverme la guita que te pasé para que ganaras”, fue parte de su diálogo con el magnate de las comunicaciones transandinas.
El largo brazo de Grondona también llegó a Chile. De muchas formas. Para bien y para mal, según el enfoque que se le quiera dar. En el momento de mayor influencia de Sergio Jadue a nivel confederativo, el nacido en Avellaneda, ligado siempre a la zona de Sarandí, fue clave para que Chile obtuviera la sede de la Copa América 2015, tras hacer el canje con Brasil, el designado originalmente. “Grondona era de hacer muchos favores, sí, pero después te los cobraba todos”, expresa un exdirigente del fútbol criollo.
Uno que lo conoció desde sus inicios como presidente de la AFA (Asociación de Fútbol Argentino) en 1979, fue Alfredo Asfura, quien también era un personaje habitual en Luque, donde funciona la sede de la Conmebol. Sin ningún problema, habla de su relación de amistad con Don Julio: “Yo lo conocí en 1978, en un congreso de deportistas cristianos en Dallas. A través de un amigo estadounidense, me pidió que juntara un grupo de deportistas, ellos corrían con todos los gastos. Yo junté 10 personas, entre ellas Caszely, Véliz, Germán Becker, Hernán Ampuero y por Argentina iba un grupo de Independiente, encabezado por Grondona. Ahí se inició una relación muy positiva con él, que se tradujo en amistosos y en varios beneficios para el fútbol chileno”, recuerda el diplomático del balompié.
Según Asfura, Grondona le tenía cariño a Chile. “Siempre contamos con votos suyos, como para los mundiales juveniles o para condiciones favorables. Bastaba una intervención nuestra para ayudar a cristalizar. Cuando fuimos al sorteo del Mundial Sub 17 de 2015, estaba presente y ayudó con su voto”. El mismo asesor internacional de la FIFA revela la muñeca que tuvo el transandino para la designación del país como anfitrión de la Copa América de 2015. “En eso me consta que ayudó mucho Grondona con los directivos de Brasil, para convencerlos de que les convenía hacerlo. Eso me lo comentaba a mí Grondona. La verdad es que Chile tuvo el privilegio de tener una fuente de fácil acceso incluso con FIFA. Era un amigo de Chile”.
Y por Chile también sufrió, dicen. Fue uno de los espectadores del Maracanazo rojo que protagonizó Roberto Rojas. Estaba en el palco del recinto de Río de Janeiro ese fatídico 3 de septiembre de 1989. “Sufrió mucho con lo del Maracanazo. Más aún porque estaba en el estadio. Me comentaba que el equipo nunca debió retirarse. Que, más allá de lo que hizo Rojas, ése fue el principal error”, explica Asfura. Su intercesión no bastó: a Rojas y a Chile le cayeron las penas del infierno.
Pocos recuerdan que antes de encabezar la AFA durante 35 años y de escalar hasta la vicepresidencia de la FIFA, Grondona jugó fútbol. Su carrera se inicia en las divisiones inferiores de River Plate. El promisorio volante creativo llegó a la quinta división. Luego, emigró a Defensores de Belgrano. En Arsenal, el club que fundó, se da la primera particularidad: jugaba y era dirigente. Lo presidió entre 1957 y 1976.
El 6 de abril de 1979, Grondona toca el cielo como dirigente. O el primer cielo, si cabe la definición. Un año después de la obtención del primer campeonato del mundo para los transandinos, asume la presidencia de la AFA. El cargo, en rigor, se transformaría en vitalicio: lo ejercería hasta su muerte, el 30 de julio de 2014. Una Copa del Mundo, dos oros olímpicos, una Copa Confederaciones, dos Copa América y seis mundiales juveniles forman parte de su legado. Su mayor realización inmobiliaria es el complejo deportivo de Ezeiza. En 1988 alcanza estatura mundial: se transforma en uno de los vicepresidentes de la FIFA. Y, a partir de ahí, en intocable.
Miedo al lápiz y al micrófono
Julio Grondona se sabía cuestionado, pero a todos quienes le preguntaban, él les aseguraba que se movía dentro de la legalidad. En alguna medida, se reía de sus críticos. “En 32 años que tengo en el cargo, he tenido más denuncias que Al Capone, pero jamás una sanción. No tenemos que dar más importancia a esta gente, que cayó como de un paracaídas en un sistema”, decía en 2011. “Me preocuparía que estos señores que me han perturbado hablaran bien de mí”, añadía. Y proclamaba, casi como eslogan, su inspiración en un nuevo período al mando de la AFA: “Las tres P: paz, paciencia y pelotas”. Por esos días, estaba enfrentado con el empresario televisivo Carlos Ávila, exsocio de la AFA en la transmisión de los partidos. Salía a la luz una cámara oculta en la que se ve a Grondona hablando de “plata negra” y amenazando a un periodista que cuestionaba su gestión al frente del fútbol argentino.
En la AFA no se movía una hoja sin que lo supiera. Sus intereses estaban cuidados por dos de sus hijos, que ocupaban puestos estratégicos. Seis veces fue reelegido en su cargo. Los cuestionamientos que recibía en privado no se traducían en las urnas porque, a la larga, todos le debían algún favor a Don Julio. Más le asustaba el acoso periodístico. “Le tengo más miedo al lápiz y al micrófono que a un revólver”, llegó a decir.
El Presidente
La serie El Presidente lo muestra muy cercano a Sergio Jadue. Excolaboradores del calerano coinciden en una misma historia cuando se refieren a su relación con Grondona. Siempre desde el anonimato, relatan que el argentino, dominador absoluto en Luque, le preguntó la edad al presidente de fútbol nacional. Y éste le respondió con un chiste: “Tengo 34 para 35, los mismos años que lleva usted en la AFA”. El comentario le causó mucha gracia a Grondona.
Si bien nunca llegaron a tener un vínculo maestro-aprendiz, como se hizo ver en la serie de Amazon Prime, sí es cierto que Jadue lo escuchaba mucho y se entusiasmaba con los comentarios o consejos del hombre fuerte del fútbol sudamericano. En una de esas conversaciones informales, según la narración de fuentes estrechas al dirigente que hoy está en Miami confeso de corrupción, el transandino lanzó: “A mí siempre dame al lineman, no al árbitro. Esos te ganan partidos y después nadie se acuerda de ellos ni de sus caras”. Alguna vez se les vio en un Santa Brasa de Santiago, compartiendo un trozo de carne y una gaseosa light. Al de Sarandí le encantaba la sobremesa.
También es verdad que a Grondona le llamaba la atención la ambición de su par chileno. De ahí la pregunta por su edad el día que se conocieron. “Mirá este nene, mirá que va rápido”, comentaba al resto del Comité Ejecutivo de la Conmebol. ¿Qué quería decir con eso? La interpretaciones son abiertas, pero después de la explosión del FIFA Gate en 2015, la investigación de la Fiscalía de Estados Unidos reveló que el chileno cobró US$ 2,9 millones en coimas, mientras que el capo argentino recibió US$ 15 millones, según la confesión de Alejandro Burzaco, uno de los detenidos y acusados por pagar dineros turbios en la Conmebol para obtener derechos televisivos. El ejecutivo de Torneos, justamente, para muchos era realmente el heredero de Grondona en el fútbol argentino. Ahora es quien atestigua contra él.
Otro dato relevante en la relación de Jadue con Grondona se refleja en la creación del cargo de tercer vicepresidente de la Confederación, que le fue otorgado al calerano en agosto de 2013. Obviamente, un cambio de estatuto de ese tipo debía tener la venia de don Julio, especialmente desde 2011 en adelante, cuando el paraguayo Nicolás Leoz ya no estaba en condiciones de gobernar el balompié sudamericano. En ese sentido, revelan cercanos a su etapa como presidente de la ANFP, Jadue quedó dolido porque no le dieron el título de primer vicepresidente, pensando que en esos días su gran aspiración personal era presidir la Conmebol.
Este mismo hecho generó desconfianza en el círculo más añejo de la Conmebol, ahí donde Grondona era el rey. Jadue era muy acelerado, según la visión de ellos. Hasta conflictivo, en un ambiente donde no se podía remar en sentido contrario. Toda la cadena finalmente se rompió en 2015, con la redada en el hotel Baur au Lac de Zúrich, donde cayeron varios presidentes de federaciones sudamericanas. Ahí se comenzó a desmantelar la red de corrupción que hoy tiene a dirigentes y ejecutivos presos en Estados Unidos o esperando condena, mientras cooperan como informantes de la Fiscalía. Millones de dólares perdidos, jugosos negocios detenidos. Un golpe al corazón de la FIFA que Grondona alcanzó a driblear con su muerte en 2014, semanas después de sufrir otra profunda pena: la derrota ante Alemania en la final del Mundial de Brasil.
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