La vida deportiva de Fabián Sepúlveda se puede resumir en dos palabras: sacrificio y perseverancia. Para salir adelante, el único exponente de la gimnasia chilena en trampolín ha tenido que lidiar con responsabilidades poco propias de su edad (19) y de su disciplina. Por ejemplo, hacer el aseo en su club de Veracruz, México.

Después de cada entrenamiento, junto a un compañero, debía limpiar baños para obtener algo de plata. "Es bueno para su desarrollo como persona. Es un trabajo y cuando quieres obtener algo, tienes que dar para recibir algún fruto", argumentaba el insólito trabajo la madre del joven a este medio. En enero de 2017, su historia llamó la atención al empresario Leonardo Farkas, quien donó dos millones de pesos para Fabián.

Su entrenador, el argentino Aldo Barborini, apenas vio su talento en un campamento envió correos a la federación chilena hablándoles de su talento. No tuvo respuestas y en septiembre de 2016 se lo llevó a tierras mexicanas para explotar su talento. Ha sido "una ayuda divina", señalaron sus padres en conversación a comienzo de año.

A mediados de octubre, Sepúlveda y su entrenador comenzaron con un nuevo objetivo: los Juegos Bolivarianos. En Luisiana, Estados Unidos arrancaron los entrenamientos y la ilusión a tope. Y los resultados están a la vista. El pasado viernes, el chico se colgó la medalla de plata en trampolín, sólo siendo superado por el colombiano Ángel Recalde.

La vida que le ha tocado vivir a Sepúlveda, sin comodidades,la transforma el chico en fortaleza y valoración para cumplir sus mayores sueños.