Tras la huella de Maxi Scheib

Molina

Benjamín Molina será el segundo chileno que corra una temporada de una serie mundial de motociclismo. El curacavino llegará al SS 300 del Superbike con 19 años.



Una prueba de fuego se autoimpusieron Benjamín Molina y su padre de cara al GP3 de las Américas, la categoría que fue telonera del Mundial de Superbike, hace unas semanas en San Juan. En la carrera en Argentina, el piloto, de 19 años, tenía que demostrarse y decidir si estaba para cosas grandes, para seguir en el motociclismo de velocidad como profesión o no.

"Si me iba bien, seguía; si me iba mal, iba a dejar las motos y, a estudiar, porque hay que ser realistas", dice, maduro, Molina Castellano, de 19 años. Ganó una manga y fue segundo de la general. Estaba sellado: Europa será su próximo destino. Y es que tras lo ocurrido en San Juan, llegó a un acuerdo para correr en 2019 el World Championship SuperSport 300 para el team italiano Terra & Moto.

Maxi Scheib, hermano mayor de Martin, fue el primer chileno en series mundiales, pues ha participado del SuperStock 1000, categoría que en 2019 no existirá. Molina será el segundo. Y será ahora mismo. "Mi papá me dijo que ya estaba viejo para las motos, así que había que intentarlo al tiro. Así que me voy a Europa a intentar seguir los pasos de los grandes", dice.

Benjamín comenzó en los motores en 2013, una vez que su padre, dejando atrás su viejo negocio de muebles, comenzó a vender Honda, en PuntoMoto. "Mi papá fue a Codegua a ver a Vicente Leguina y quedó encantado. Así, un día me ofreció probar las motos de velocidad, y le dije que no", cuenta el piloto.

Es así la historia, pues primero Benja se acercó a las máquinas de enduro, con buenos resultados en los nacionales: llegó a la categoría Expertos. Sus hermanos, uno mayor y otro menor, también han corrido en moto. "Al tiempo mi papá me insistió con lo de la velocidad, pero yo no quería, a mí me gusta la tierra", prosigue relatando. "Hasta que un día acepté, le dije que iba a probar. Tenía 16 años y parece que me gustó, porque aquí estamos", agrega Molina.

Las lecciones de la play

Tras la elección, el joven se puso en las manos del piloto e instructor Antonio D'Angelo. "Él me enseñó todo lo que sé", asegura Molina. Y los resultados empezaron a caer. Podios que lo llevaron a ponerse aquella vara de San Juan y decidirse por el profesionalismo.

Esa palabra no es una más en su léxico. Según él, es la única manera de conseguir los objetivos grandes. "Desde muy chico fui muy profesional para mis cosas. Trato de hacer las cosas bien. Nadie nunca me ha dicho haz esto o lo otro; que vaya al gimnasio, que ande en bici, que deje el carrete, no. Todo lo puse yo. Si uno quiere ser deportista, no puedes andar curado en la noche. Para ser piloto rentado y para ser bueno hay que ser disciplinado, ordenado y muy profesional. Aunque estemos un nivel más bajo que los europeos, uno puede tener una disciplina. Que no es solo para el deporte, sino para la vida".

Debido a su rutina, a los amigos los ve cada vez menos. "Cero drogas, cero alcohol y cero carrete, tengo mis horas de sueño precisas, no me acuesto tarde. El carrete gasta el cuerpo. Desde que empecé a andar en moto no salgo en la noche, tal vez un rato a un cumpleaños, pero corto, y sin alcohol", subraya.

Por ahora, Molina sigue todas las categorías del motociclismo por televisión. "Es que uno aprende. Sirve de harto, porque uno ve cómo manejan ellos. Es que mi vida gira en torno a las motos".

Mirar es un ejercicio útil, pues Molina no conoce los circuitos europeos, aunque él tiene una solución particular: los videojuegos. "Puede sonar infantil, pero fíjate que los simuladores de los videojuegos son muy confiables. Me los sé todos de memoria. El de Argentina era igual, sólo falta el feeling en pista", asegura.

Cuánto aprendió comenzará a saberse el 7 de abril de 2019 en Aragón, primera fecha del SuperSport 300.

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