Unión hizo su tarea y doblegó con autoridad a un desdibujado Everton en la última fecha del Transición, pero el triunfo de Colo Colo en Collao terminó por condenar a los de Palermo, que disputarán el duelo de subcampeones ante Universidad de Concepción por un cupo en la Libertadores. Los de la ciudad jardín, por su parte, serán Chile 2 en la Copa Sudamericana.

Dispuso Palermo sobre el césped de Santa Laura la misma oncena que había salido victoriosa de La Florida la pasada semana, con la única novedad del regreso al once de Gallucci en detrimento de Israel Poblete. Perdió Unión con el cambio cierta frescura en ataque, pero ganó en solidez defensiva, la consabida receta del éxito hispano a lo largo de todo el torneo.

La espeluznante fractura expuesta sufrida por el evertoniano Leyton, cuando se habían consumido apenas cinco minutos de partido, marcó el arranque del duelo. Jaime Carreño ingresó en su lugar, pero la intensidad del juego se resintió inevitablemente. Fue un equipo reconocible Unión Española durante el primer tiempo. Y esa fue, probablemente, su mayor virtud. Aránguiz, una jornada más el faro hispano, tuvo la ocasión más clara en sus botas a los 15 minutos, pero su remate franco buscando el ángulo con el interior del pie, tras una buena acción de Jaime, se marchó fuera por centímetros.

Reaccionó Everton rebasado el ecuador de la primera parte, porque también se jugaba mucho el cuadro viñamarino en Independencia. Y porque necesita muy poco para poner en problemas a su adversario cada vez que logran asociarse sus hombres de ataque. De una conexión entre Rubio y Salinas nació la mejor chance ruletera, pero Sánchez se volvió gigante en el mano a mano.

Dio un paso al frente Unión en el complemento, consciente de que el marcador no se había movido aún en Concepción, y Gustavo Canales, impreciso hasta ese momento en el choque, se elevó de forma imperial entre la pareja de centrales de Everton para cabecear a la red un centro fantástico de Jaime desde la derecha. Habían necesitado una hora de partido, pero los de la Plaza Chacabuco habían golpeado primero. Y exigían ya un partido de definición.

Pero el que verdaderamente parece empeñado en exigir, jornada tras jornada, un sitio en la historia grande del club con sólo 20 años, es Pablo Aránguiz. Suyo fue, nueve minutos más tarde, el 2-0. Precioso en ejecución. Y en el preciso momento.

Pero Unión jugaba ayer dos partidos simultáneos por el título, y aunque el suyo ya lo tenía controlado, Valdés, de penal y en Collao, dibujaba un desenlace diferente. El mismo epílogo cruel que ratificaba minutos más el también colocolino Octavio Rivero.

El triunfo albo dejaba sin opción de título a la escuadra roja, pero el balón siguió rodando en Santa Laura. Y Palermo decidió entonces sustituir a Galdames y Canales para que se llevasen la merecida ovación de su gente. A Unión, al fin y al cabo, ya sólo le quedaba eso, el reconocimiento por un trabajo bien hecho.