El titular más repetido de los últimos años en el mundo del tenis. Novak Djokovic (1°) campeón de un Grand Slam. Una postal comun, pero que en este caso tiene un sabor especial, ya que es el que más se le ha resistido. Segundo título en Roland Garros para llegar a 19 grandes en su carrera, quedando solo a uno de Federer y Nadal. Lo logró en un partido maratónico ante Stefanos Tsitsipas (5°). Cinco sets a un nivel pletórico y una remontada épica del serbio, quien celebra tras abrochar el encuentro por 6-7(6), 2-6, 6-3, 6-2 y 6-4.
Asumieron la situación en la que estaban con honor y valentía. Entraron a la Philippe Chatrier concentrados, lanzados, con la autoridad necesaria cuando estás a un partido de la Copa de Los Mosqueteros. Mantener sus servicios fue la clave en ese inicio. Lo hacían sin muchos problemas, encaminándose lentamente a una definición apretada. Pese a que Tsitsipas tuvo un punto de set en el 5-4 y que Djoko sacó estando 6-5, todo se resolvió en el tiebreak. Uno donde apareció todo lo que se esperaba de una final de Grand Slam.
La juventud comenzó golpeando primero. Pero la experiencia demostró que esto sería una batalla épica. Nivelaron fuerzas y Novak estuvo a punto de ganarlo, pero la rebeldía de Stefanos prevaleció. Un primer set que encendía las emociones en París. Algunos pedían cambio de mando, otros se aferraban a la historia.
A Djokovic perder ese primer parcial le afectó. No pudo despertar rápido y casi de imprevisto se encontró ya abajo en el segundo. Un quiebre en el juego inaugural motivó aún más a Tsitsipas, quien era amo y señor de la pista en esos momentos. La sensación era que el helénico estaba cada vez más cerca de sentar un precedente en la irrupción de los jóvenes en el circuito. Trabajó cada punto y volvió a celebrar cuando aseguró el set con un impecable 6-2. El chico de 22 años festejaba por partida doble, ya que sabía que nunca había perdido un partido luego de ganar los dos primeros y porque el serbio llevaba un récord de 0-5 en finales cuando le tocaba perder los parciales inaugurales.
Pero Nole es un hueso duro de roer. Se siente cómodo cuando está al borde del abismo, convive con aquello con naturalidad. Algo que lo hace doblemente peligroso. Entró motivado al tercero y jugó con la ansiedad del griego. Novak sabe que no es simple digerir el hecho de estar a un set de ganar un grande, que en esos momentos las dudas son inevitables.
El momento bisagra de ese parcial llegó en el 2-1. El número uno del mundo quebró el servicio de Stefanos tras 11 minutos y cinco puntos de quiebre. La tensión se apoderó del joven, quien no pudo dar vuelta el parcial. Con el 6-3 de la tercera manga ya firmado, el partido era otro. Para dolor del debutante, no solo Djoko había despertado, sino que su cuerpo también le afectaba. Llamó al fisio antes de comenzar el cuarto por una molestia en la espalda.
Lo que vendría después sería un parcial dominado en su totalidad por el verdugo de Nadal en semifinales. Jugó como lo hacen los grandes, utilizando su cabeza y sus golpes. No le dio respiro al griego, dejándole claro en cada punto que pese a que estaba abajo en el marcador, era él quien jugaba mejor. Así el monólogo de Novak se concretó con un 6-2. Por primera vez desde 2004, una final de Roland Garros se definía en el quinto set.
Y en el momento culmine prevaleció la experiencia, como tantas otras veces en estas instancias. Tsitsipas ya no era el protagonista del inicio. Los nervios, la ansiedad y el rival lo dejaron fuera de pista. El de los Balcanes por su parte cada vez más inteligente, hundiendo a su rival, castigándolo sin perdón. Stefanos luchó, como lo hizo durante toda la jornada, pero no pudo. El hambre competitiva del que va encaminado a adueñarse de todos los récords de la disciplina, es demasiada, casi insuperable. 6-4 en el quinto y un nuevo grande en la recamara. El que más se la ha resistido.
Ya son 19 para Djokovic, quien se pone a tiro del número mágico. Los 20 de Rafa y Roger están a la vuelta de la esquina, con Wimbledon esperándolo. Tsitsipas tendrá que esperar. Hoy fue victima de su ilusión y del gigante al que enfrentó. El tiempo y el tenis están de su lado, pero el presente es de Novak, el nuevo rey de Francia.