En su mayoría, los niños de 13 años todavía no tienen objetivos claros de vida ni dónde pretenden estar el día de mañana. Los videojuegos y algún que otro partido de fútbol tienden a quitarles el tiempo. Pero Thomas Bock, surfista chileno oriundo de Reñaca, no sabe de eso.

Tiene 14 años, y fue en febrero de este año cuando se armó de valor y entusiasmo para domar la ola Pipeline en Hawai, una de las más peligrosas del mundo (revienta justamente en los corales). Pero lo consiguió.

Con el hito, Bock se convirtió en el más joven de Sudamérica en conseguir batir la peligrosa ola. Incluso, a la entrada de la playa North Shore aparece una lápida con nueve nombres: nueve víctimas fatales que se ha cobrado Pipeline. Consciente del peligro, el pequeño decía en febrero: "Tengo que hacerlo para mejorar mi nivel y llegar donde quiero llegar".

La estrecha relación con Hawai comenzó en noviembre de 2016, cuando junto a su padre emprendió una travesía ilógica si se trata de un niño de 13. Montaron la tabla de surf y se fueron a vivir a la isla en casa de surfistas profesionales. Todo con el objetivo de elevar el nivel del chico. Pero tal como ocurre en miles de deportistas chilenos, los recursos al comienzo escaseaban.

Johannes no tenía el dinero necesario cuando Bock comenzó a competir en torneos nacionales. Pero el amor de padre le floreció y viendo las condiciones de su hijo, se las ingenió para conseguir peso a peso: "Comencé a vender comida en la calle para sobrevivir y les vendía menú a los artesanos para poder comprarle tablas a Tomi". Y el chico le ganó a la falta de plata y a la fuerza de las olas.