En los tiempos que corren la gente suele olvidar de manera muy fácil. Amparados en la cantinela de que es preciso mirar el futuro, no son pocos los que suponen que el ayer, lo que ya se hizo, es materia desechable y, en ese plano, ni siquiera vale la pena volver la vista atrás. En ese ejercicio futurista, la mayoría de las veces no queda espacio para los reconocimientos ni para las enseñanzas que el pasado podría prodigar. Escribo esto porque hace unas semanas un dirigente que dedicó su vida al fútbol colgó sus oficios.

A los 80 años -los cumplió en enero-, Alfredo Asfura terminó una etapa importante que lo mantuvo ligado al fútbol chileno lo mismo que al fútbol internacional. Pocos tienen la experiencia que él alcanzó ejerciendo como instructor de la FIFA en 199 países y siendo un protagonista en la gestión internacional de algunos clubes de nuestro país y de la Selección Nacional.

Desde mediados de los 60, Asfura estuvo vinculado al fútbol. En una primera etapa lo hizo como dirigente juvenil en Universidad Católica, luego como brazo derecho de Fernando Riera en el primer equipo de la UC, más tarde en Unión Española, en la Selección Nacional que clasificó para Alemania 1974, en Huachipato, en Everton y en Colo Colo -todos equipos que realizaron campañas históricas-, antes de pasar a la dirigencia internacional como parte del staff de FIFA.

Las primeras giras que hicieron los clubes chilenos las organizó precisamente Asfura. A pulso, sin más experiencia que la del sentido común, el propio instinto y esa capacidad para articular relaciones, el hombre del maletín -como más de una vez lo apodaron- fue el responsable de más de treinta expediciones fuera de Chile que sirvieron para que los equipos nacionales no sólo ganaran rodaje en el contacto con otras realidades sino también fueron clave para que el fútbol chileno comenzara a ser conocido más allá de sus fronteras (la más emblemática fue sin duda la que realizó Unión Española a inicios de los 70, que incluyó Japón, Tailandia, Singapur e Indonesia).

Fue también testigo directo de momentos emblemáticos de la historia del fútbol nacional: el mítico partido de Chile contra la URSS, un par de semanas después del Golpe de 1973; la experiencia de Chile en el Mundial de España en 1982; el tristemente célebre episodio de Roberto Rojas en el estadio Maracaná, en septiembre de 1989, por nombrar sólo algunos, además de ser un asesor de confianza de muchos dirigentes y presidentes de la ANFP, sobre todo en materias vinculadas a la gestión internacional y las relaciones con otros países o con la misma FIFA.

El octogenario Asfura no pasará necesariamente a los cuarteles de invierno. Le anima mucho la posibilidad de compartir su experiencia con nuevas generaciones vinculadas al fútbol. Si bien los tiempos demandan otro tipo de habilidades y competencias, la pasión y el compromiso con la que él encaró cada una las tareas que debió asumir no tienen fecha de caducidad. En la larga lista de agradecimientos para quienes han levantado el fútbol chileno hasta convertirlo en lo que es hoy su nombre no debiera pasar inadvertido. Con su retiro de la actividad, la imagen de ese dirigente que a diario sólo comía y respiraba fútbol empieza a entrar en peligro de extinción.