La historia típica de un surfista se forja en la costa. Siempre entre tablas y trajes en casas apostadas en la arena. El caso de Sergio Rojas (33 años) es totalmente inusual: su amor por este deporte nace en el desierto de Atacama, el lugar más seco del mundo. "Nací en Copiapó, en una zona donde jamás se piensa en ser surfista o en algún deporte acuático, pero fue a través de mi papá que me fui metiendo en el deporte. Él trabajó un tiempo en Iquique y, como familia, lo acompañamos. Yo era chico, tenía 12 años, me quedaba en la playa jugando y lo primero que vi fue a gente tirándose en bodyboard. Me llamó la atención cómo se deslizaban arriba de una ola. Así es que le pedí a mi papá que me comprara uno", relata.

Una petición inocente. Dos años después, no obstante, el raider vivió su máxima felicidad: "Mi papá me trajo de Iquique una tabla de surf. Siempre tuve la motivación de mi familia, porque tenía primos que hacían el deporte. Fue un vicio realmente. Desde que me paré arriba de la tabla, no he parado de surfear".

Su vida gira en torno a una tabla y a los 20 años tomó una decisión vital. Dejó atrás el desierto para dar paso a un balneario: Portofino, localidad a 20 kilómetros de Chañaral. "En 2004 comencé a surfear mejor. Me sentía con buen nivel. Supe de que en Portofino había una ola buena y que venían extranjeros. Por curiosidad le dije a mi papá que quería conocer el lugar. Al principio la ola era perfecta, pero yo era chico. Le tenía miedo. Mi viejo se motivó, porque vio que el deporte en la zona iba para arriba y compró una media agua. Fue la primera casita que tuvimos cuando no había nada. Era un lugar inhóspito. No teníamos internet ni paraderos de micro. Era una aventura venir a surfear al lugar en esos años", admite.

Sin embargo, a pesar de las adversidades del lugar, no piensa partir. Más aún porque Rojas vio las carencias básicas que enfrentaban sus colegas en ese sitio. Con esa motivación decidió crear un espacio dedicado a la actividad. "Tengo muchos amigos surfistas. La mayoría corre el circuito nacional. Me di cuenta de que faltaba, por ejemplo, agua, alojamiento, luz, baños y creé un Surfhostal en 2012. El emprendimiento lo defino como un hotel surfista en medio del desierto", cuenta.

En mayo, la zona sufrió un aluvión que dejó a más de 2.000 personas damnificadas. En Portofino, por fortuna, los daños fueron menores. "La verdad es que se nos mojó todo, pero donde están las quebradas, más hacia el centro de Chañaral, fueron más los daños. En 2015 hubo otro aluvión y ese sí que partió la zona literalmente en dos", relata.

Fue en la misma área devastada donde el pasado 31 de octubre disputó el Rip Curl Pro Search, un torneo que reunió a 32 surfistas de todo el mundo. En el plano deportivo, Rojas no destacó, aunque sí rescata los aspectos positivos: "Fue una experiencia inolvidable. Me ayudó como aprendizaje. No logré avanzar en el campeonato, porque en el heat me tocaron raiders buenos. Estuve en la pelea, pero no pude avanzar a cuartos de final".