Francisca Crovetto (34 años) intenta pasar desapercibida en el aeropuerto de Pudahuel. Ha transcurrido un mes desde que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de París. Desde el 4 de agosto, su vida no es la misma que antes. Ahora está a punto de tomar un vuelo rumbo a Antofagasta. En la sala de embarque está con un jockey y la mirada baja. Sube al avión y logra sentarse en su asiento como una anónima. Su objetivo está a punto de cumplirse antes de aterrizar en la Segunda Región. Sin embargo, en ese momento, el piloto del avión se sale del tradicional protocolo de comunicaciones desde su cabina. “Es de mi agrado informarles que en este vuelo viene con nosotros la campeona olímpica. Un aplauso para Fran y gracias por lo que hiciste por el país”, dice. La recepción fue una ovación por parte de los pasajeros.
Es el primer reconocimiento para la deportista en un día que estará lleno de aquello. Pese a la incomodidad que puede llegar a generar, la oriunda de San Miguel dice que no le molesta tener que saludar a cuanta gente se le acerca. “Todos son muy cariñosos, de verdad, estoy súper agradecida del amor que me dan. Han sido semanas intensas, con la agenda bien ocupada, pero entiendo que hay que hacerlo y que es parte también de haber ganado unos Juegos Olímpicos”, señala a La Tercera. Claro que este afecto que le otorgan viene acompañado de situaciones a las que no estaba acostumbrada. Por ejemplo, que en lugares que antes ya frecuentaba, ahora la miren (con justa razón) como una leyenda del deporte chileno.
Una vez que baja del avión, la tiradora se traslada en un furgón hacia el Liceo Industrial A 16 - Eulogio Gordo Moneo. Ahí la esperan más de dos mil alumnos para oír una charla denominada ‘Mi Camino Olímpico’, una actividad organizada por SQM Litio, compañía de la cual Crovetto es embajadora. Llegando al recinto, la deportista debe ceñirse a todo el protocolo de rigor. Habla el Seremi de Educación, la Seremi de la Mujer y las autoridades del establecimiento educacional. Luego es el turno de Fran, quien solo atina a sonreír y agradecer. “La verdad es que estoy muy contenta de haber podido salir de Santiago y traer este oro olímpico a una región que es tan importante para el país. Me pone feliz el recibimiento, poder transmitir un poquito de mi historia, dejar un mensaje y ojalá sembrar una buena semilla en el corazón de todos los niños y niñas”, establece.
Locura por Crovetto
El camino desde el auditórium al patio, donde está puesto el escenario, se da bajo un estruendo ensordecedor. Francisca Crovetto camina acompañada de su esposo y su agente mientras, en los pasillos, todos los alumnos la aplauden, le gritan e intentan acercarse a ella. Algunos a sacarse una foto para inmortalizar la visita de la campeona olímpica a su colegio, otros solo para decir que estuvieron cerca de ella. Cuando se anuncia su llegada por los altoparlantes, los estudiantes que estaban acomodados en el acto se ponen de pie para recibirla. La deportista es ubicada adelante, al centro del escenario. Luego sube a dar su charla.
El repaso dura casi media hora y habla de todo. Ahí se exhiben imágenes de distintas etapas de su carrera, relata la inspiración que generó en ella la triple medalla del tenis en Atenas 2004, hace un repaso de su camino olímpico, que duró más de una década desde Londres 2012 hasta París 2024, y describe sus 20 años de trabajo.
Hace hincapié en las derrotas, como un elemento de crecimiento. Revela su mala relación con su exentrenador. Y, sobre todo, señala que, más allá de la disciplina que practica, su idea fuerza es dejar un legado para impulsar a las nuevas generaciones. “Nunca es fácil. No se rindan. Atrévanse a soñar y trabajen duro para conseguir sus metas. No dejen que la derrota, los fracasos y los malos resultados, tanto deportivos o en lo que quieran emprender, definan su futuro. Al principio es difícil porque hay un esfuerzo familiar muy importante, pero después con el tiempo los resultados se van dando los apoyos estatales, las becas, las ayudas de las federaciones”, destaca.
Toda la locución se desarrolla en relativa calma. Pero el caos vuelve cuando termina de hablar y debe retirarse del lugar. “Estoy un poquito más cansada que en otros agostos y septiembres de mi vida, pero muy contenta, con mucho cariño, mucho amor y mucho agradecimiento. La verdad me conmueve con todo el amor que me ha llegado”, dice después de terminar la charla. Crovetto tarda cinco minutos en recorrer el camino de 10 metros entre el escenario y el pasillo principal del liceo. No puede caminar en el mar de adolescentes que quieren un registro con ella. La salida principal está tapada y para sacarla del edificio las autoridades toman una ruta alternativa, más larga que la común, pero alejada de la multitud. Una vez que desaparece de escena, la gente sigue buscando a la tiradora. “¿Para dónde se fue? Quería pedirle un saludo para mi hijo”, se lamenta una trabajadora del Liceo Industrial que no alcanzó a compartir con la deportista de la forma que quizás había imaginado.
Cerca y parte de los ídolos
Francisca Crovetto se convenció de que quería ser medallista olímpica en 2004. Cuando tenía apenas 14 años y vio a Nicolás Massú junto a Fernando González colgarse las preseas de oro. Hace un tiempo que ha tenido la oportunidad de compartir con los dos extenistas. Sin embargo, desde hace un mes y medio, se sienta en la mesa histórica junto a ellos. “Es como estar viviendo un multiverso, como la Matrix. Me acuerdo todavía cuando hace 20 años estaba viendo esas medallas, esa inauguración en Atenas y después de dos décadas estar adelante, compartiendo con ellos, como mis amigos... es espectacular”, indica.
En esa línea, la campeona del tiro al vuelo es cauta a la hora de referirse a su lugar en la historia. Por ejemplo, pese a que, en rigor, ya superó su logro, no le gusta establecer algún escalón entre Marlene Ahrens y ella. “Es difícil decirlo, hablar de ese tipo de cosas sobre una misma. Yo pude conocer a Marlene, fue un honor poder haber compartido con ella. Era alguien que hasta sus últimos días siempre fue una referente en el deporte nacional, tanto para mujeres como para los hombres. Era un ejemplo a seguir para todas las generaciones que venimos después de Melbourne 1956. Encuentro bonito poder seguir ese legado y tomar la posta de Marlene”, asegura.
El diálogo se desarrolla en el lobby del hotel donde Crovetto aloja en Antofagasta. Al día siguiente debe ir a San Pedro de Atacama a continuar con las actividades que llenan su extenuante agenda. Hace algunas horas daba la charla que desató la euforia del Liceo Industrial. Han pasado cuatro semanas desde su victoria en Francia y cuenta que no ha podido ver el video de esa jornada. “Todavía no veo la final, tengo que verla en algún momento. Ni me acuerdo, te lo juro. Me acuerdo que fallé el segundo plato del segundo doble, pero después no me acuerdo de nada más. Si sé que el momento más decisivo fue cuando quedábamos cuatro. Ahí nadie quiere ser cuarta en nada porque quedas fuera del podio y yo me dije ‘ya, este corte de diez es demasiado importante’. Cuando aguanté ya sabía que tenía medalla, pero no me relajé”, describe.
El camino a Los Ángeles
Tras su oro en París, Francisca Crovetto no piensa en detenerse. “Hay que empezar ahora a trazar la ruta de Los Ángeles 2028. Pero antes de eso tengo Juegos Panamericanos, Juegos Sudamericanos, Mundiales, clasificaciones olímpicas, así que debo ver cómo voy a llegar a los próximos Juegos Olímpicos”. En el corto plazo, la tiradora alista sus vacaciones. Luego de los agitados últimos meses, tomará un receso entre el 26 de septiembre y el 15 de octubre. Aunque desde su entorno dan a conocer que ya ha estado entrenando, preparándose en el CAR, con trabajos físicos. Aún no ha vuelto a tirar en el polígono.
De vuelta de su descanso todavía evalúa si participará de la próxima fecha de la Copa del Mundo. “Es una competencia pequeña que se hacen con las 12 mejores del circuito y hay que clasificar. Antes era todos los años y hace un tiempo lo estaban haciendo año por medio. Este año no estaba en el calendario y la pusieron recién hace tres semanas y yo tengo mis vacaciones planificadas hace más de un año. Estoy tratando de ver si puedo llegar a Nueva Delhi, yo voy a estar en Europa, pero no sé si me dan los días porque parte justo el día que yo viajo de vuelta a Santiago y tengo todo ya planificado, vamos a un matrimonio, entonces estoy tratando de ver si logro llegar, pero no sé si lo logre”, explica.
Claro que, más allá de los desafíos deportivos, Crovetto espera poder ser madre pronto, algo que están buscando junto a su esposo, Juan Enrique Byers. En ese contexto, espera tener el tiempo suficiente para dedicarle a la maternidad antes de pensar el próximo ciclo olímpico. “Esa es la idea que tenemos, es el plan que tenemos como familia. El próximo año, si es que todo resulta bien y uno pudiese planificar las cosas como uno quiere, quiero poder ser mamá y dedicarme un poco más a ello. Si es que resulta, después, ya en el 2026, podré pensar en los Juegos Sudamericanos, en la clasificación a los Juegos Panamericanos y la clasificación a los Juegos Olímpicos, y así con todo”, cierra.