“Estoy muy contento por el inicio de año después de todo lo que pasó, he tratado de ser una persona nueva. y en estos dos torneos significa mucho ganar las primera ronda en dos categorías diferentes. Me compruebo a mí mismo que el nivel está; tengo que seguir metiendole, voy por buen camino. Todo lo que he estado trabajando se está notando y eso me deja muy contento y satisfecho conmigo mismo”. Con esas palabras, Nicolás Jarry analizó sus sensaciones después de vencer a Jaume Munar en su primera victoria en un ATP tras 19 meses, en los que sucedió de todo: desde una pésima racha de derrotas hasta un castigo por dopaje, que lo marginó por 11 meses y que le quitó el beneficio del congelamiento de puntos para el ranking mundial que tuvieron los demás tenistas tras la irrupción de la pandemia.

Si bien desde julio de 2019, cuando Jarry había festejado la obtención de su primer título en Bastad, no ha pasado tanto tiempo, eso no se condice con todo lo que el ex número 38 del mundo debió experimentar. A fines de esa temporada, anunció el fin de su relación profesional con su tío Martín Rodríguez, después de encadenar una serie de derrotas en primera ronda, que lo llevaron a una crisis de confianza sin precedentes. Esa necesidad lo llevó a contratar los servicios del reputado entrenador argentino Dante Bottini, responsable de llevar al japonés Kei Nishikori a ser número cuatro del mundo.

Sin embargo, cuando todo parecía recuperar su curso, llegó la peor noticia que pudo recibir: un positivo por la presencia de ligandrol y estanozolol. Desde ese momento, su carrera se congeló por 11 meses, que fue la sanción que recibió por este dopaje. Durante el proceso, el Tribunal aceptó que las sustancias llegaron de forma accidental al cuerpo de Nico, pero castigó la negligencia de no haberle prestado atención a lo que consumía. La situación lo golpeó económicamente también, ya que debió enfrentar una fuga de auspicios, que hasta ahora lo complica.

Superado el trance y con la idea asumida de que había que partir sin ranking, Jarry se concentró en Sarasota, Estados Unidos, para poder enfocarse en el regreso. A finales de 2020, logró invitaciones para el Challenger de Lima y un par de Futuros en República Dominicana. En todos ellos, fue derrotado en el debut, mostrando, incluso, una involución en su juego. Fue ahí también que sufrió otro duro golpe: la partida de Bottini, quien recibió una oferta muy importante del búlgaro Grigor Dimitrov.

El panorama parecía desolador. Fue ahí donde aparecieron Gonzalo Lama y Cristóbal Saavedra para tenderle una mano y sumarlo a sus entrenamientos. El León llevaba un buen tiempo trabajando con el extenista, convertido en entrenador, quien venía de cumplir una sanción por no colaborar con una investigación de la Unidad de Integridad del Tenis sobre asuntos relacionados con arreglos de partidos. De todas maneras, en su camino como técnico, el oriundo de La Ligua ha mostrado puntos altos en su labor, que hoy lo tienen como uno de los profesionales de mayor proyección en el país. No es casualidad que bajo su alero, Jarry haya ganado sus dos primeros partidos: la semana pasada en el Challenger de Concepción y ayer en el ATP 250 de Córdoba.

Mientras Saavedra acompaña a Jarry en Argentina y probablemente lo haga durante las semanas de la gira sudamericana de arcilla, la intención de su entorno es buscar un entrenador definitivo. En ese sentido, las victorias de las últimas dos semanas lo ponen nuevamente en la órbita, ya que pasó de no tener ranking a asegurarse, al menos, un lugar entre los 750 mejores del mundo, lo que ya le permite ingresar a los M15 (antiguos Futuros). De todos modos, cuenta con invitaciones para el ATP de Santiago y el Challenger de la semana siguiente, lo que le permite seguir teniendo opciones para volver lo antes posible a los primeros planos del tenis mundial.