Ni la enorme victoria de Rafael Nadal ante Novak Djokovic por los cuartos de final de Roland Garros pudo obviar las preguntas sobre el pie izquierdo del manacorí. Y es que durante estas últimas semanas el término “síndrome de Müller-Weiss” ha ido resonando cada vez con más fuerza cuando del número cuatro del mundo se trata. Desde sus muestras de dolor en Roma a la potente frase “No sé qué pasará después de este torneo” que lanzó en conferencia de prensa el día de ayer. Todo amplificaba las interrogantes en torno a la situación que atraviesa.
En concreto lo que se sabe de momento es que por un lado es una enfermedad incurable y que por otra parte Nadal lleva más de 15 años conviviendo con ella. Constantes inyecciones y diferentes tratamientos han buscado reducir el impacto de esta, pero con el paso del tiempo el dolor es cada vez mayor.
Concretamente, el Síndrome de Müller-Weiss es una displadia del escafoides tarsiano, la cual se genera en los primeros años de vida y que se manifiesta cuando el sujeto ya comienza su vida adulta. En el caso de Rafa, esta se hizo presente en 2005, cuando disputaba sus primeras finales del Torneo de Maestros, en el pie izquierdo.
La complejidad de esta es que es incurable y degenerativa, por lo que es imposible poder superarla del todo, menos aún cuando se es un deportista de alto rendimiento, ya que este hueso (escafoide tarsiano) ayuda a formar el arco del pie que sostiene la cabeza del astrágalo, siendo una pieza fundamental para el movimiento del pie.
Cuando el problema atacó al español, la única solución que encontraron los doctores fueron unas plantillas especiales, que le permitieron mover la presión a otras zonas del pie y disminuir el dolor. Una medida que ayudó a Nadal ha poder volver a competir, pero que también trajo problemas, ya que al modificar los puntos de apoyo naturales, otras articulaciones se fueron resintiendo con el paso del tiempo, siendo esta una de las explicaciones de por qué el español ha sufrido tantas lesiones en la parte baja del cuerpo.
Lo peor fue que tampoco el problema quedó atrás del todo, sufriendo varias recaídas con el paso de los años. La última en el Masters 1000 de Roma hace poco más de dos semanas. Fue en los octavos de final del torneo italiano, cuando el balear se medía ante Denis Shapovalov y terminó el partido apenas caminando. Fue un momento duro y que por poco deja a Nadal sin participar en Roland Garros.
Finalmente pudo estar en París y ya está entre los cuatro mejores. Pero el dolor no se va. “No tengo que esconder nada a mi edad. Tengo está lesión en el pie y si no encontramos una solución es difícil para mí. Por el momento no hemos encontrado esa solución. Jugar las semifinales me da mucha energía para mí y ya veremos cómo queda lo de aquí abajo”, comentó tras derrotar a Djokovic.
El fastidio con la lesión por parte del 21 veces campeón de Grand Slam se debe principalmente a que el año pasado los problemas con su pie izquierdo fueron muy graves. Tras una extenuante gira de arcilla, el español se borró de Wimbledon y los Juegos Olímpicos por molestias en ese zona, apuntando a poder volver a competir en el US Open.
Pero cuando disputó el torneo de Washington, como previa al Abierto de Estados Unidos, el dolor ya fue insoportable. Perdió en segunda ronda y muy complicado, viéndose obligado a un parón. No solo se borró de la gira norteamericana, sino que tuvo que entrar al quirófano y estar sin jugar por seis meses.
Ahora el dolor sigue, pero Roland Garros le permite mantenerse a foco. Después del Abierto Francés, ni él sabe que le depara el futuro. Ya había lanzado un misterioso “este puede ser mi último partido aquí”, antes de enfrentar a Djokovic.