El francés Joseph Niépce fue el inventor de la fotografía. Su primera imagen la tomó en 1826, desde su ventana, con una panorámica de su límpido pueblo. Siempre la fotografía ha sido un testigo presencial como prueba gráfica de la realidad. Hoy todos poseemos este "tercer ojo" para captar lo que se nos presenta a la vista. Con un retrato, no sólo amamos la belleza como lo hizo Niépce con su pueblo, sino que también perpetuamos la denuncia. Eso que nos molesta e incluso lo que el ojo humano no logra observar, porque se le oculta.

El fin de semana quedó en la retina de muchos chilenos la goleada de Everton contra un dormido Colo Colo. Pero, además, la denuncia post partido de un indecente vestuario, hecho desconocido del Cacique. Se le ha criticado con acidez por la inmundicia dejada.

Quienes acusan seguro que son los primeros que botan una colilla de cigarro en la calle, un chicle en la vereda o una botella en la carretera. Ellos también deben llevar un modo de vida armónico para lograr la limpieza no sólo externa sino también la del alma. Todo el fútbol debiera hacerse esta limpieza y no transformarlo en una cloaca más.

Pero ¿Qué pasa en este Colo Colo que por donde pasa todo lo ensucia? Acontece con parte de su hinchada, que donde pone un pie hay destrucción. Y ahora sucede inusualmente con sus jugadores en un camarín visitante. Ni relatar la guerra sucia entre Mosa y Ruiz Tagle. Ni narrar in extenso la guerra fría entre ByN y el Club Social y Deportivo. Falta calidad organizacional.

No basta limpiar camarines, canchas y galerías. No basta cambiar lo estético, la pintura, sino, transformar nuestra estructura espiritual. Allí donde se cobija ese terrorista que, al menor impulso, hace estallar "su bomba de racimo". Desmantelemos esas bombas y también la hipocresía en hinchas, jugadores y dirigentes.

¿Dónde está el verdadero espíritu deportivo? Estamos muy enfermos para preferir convivir con un vertedero interno a nivel de sociedad. Y a nivel de suciedad, no podemos seguir basureando el planeta ni menos a esta hermosa fiesta del fútbol.

Y que sigan las selfies de risa y ojos abiertos, porque, para ser japoneses, nos faltan milenios de educación

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