Luego de un duro partido contra Francia, en el que los galos se impusieron 14-7 sobre Chile, la selección se retiró de la cancha cabizbaja. El capitán Felipe Brangier fue el primero en salir, seguido de Torrealba y Urroz, quienes se detuvieron a saludar a los niños que los esperaban al borde del campo. Pocos segundos después pasó corriendo el técnico Edmundo Olfos directo al camarín, donde se reunieron durante 30 minutos. Luego se asomó Brangier por el balcón, y pocos minutos después, los Cóndores bajaron para calentar antes del partido contra Argentina.
Fue una preparación silenciosa y cabizbaja, en una cancha lateral del Colegio Mackay. Los 13 jugadores se mostraron concentrados y serios, y el cansancio se hacía notar mientras entrenaban. "¡Vamos, vamos!", se escuchaba desde la orilla del campo, donde se empezaron a amontonar fanáticos del rugby. Era el capitán, quien intentaba alentar a su equipo.
Mientras los jugadores elongaban, Olfos se paseaba con los brazos en la espalda, pensativo y silente. A su ritmo se sumó el líder de los Cóndores. Estuvieron conversando un rato, hasta que llegó la hora del partido. Los jugadores se retiraron lentamente al vestidor, sin hablar. "Ha sido un día duro, y sentimos que todo nos juega en contra", se desahogó el manager Gonzalo Sánchez mientras caminaba detrás del equipo. Entre tanto, el equipo uruguayo se paseaba alegre por el recinto, el único que hasta ahí había ganado todos los partidos.
A las 14.50 ingresaron a la cancha los Pumas y Chile, con el apoyo de los cinco mil hinchas que llegaron a empujar. Tras los 15 minutos de juego el partido finalizó 14-7 a favor de Argentina. El silencio reinó entre los chilenos, mientras el público gritaba el ceacheí. Una vez más el plantel se retiró directo al camarín y al rato los jugadores comenzaron a salir, a reunirse con sus familias antes del partido con Brasil. Felipe Brangier se tomó fotos con niños y volvió a ingresar para compartir con su familia.
El ánimo cambió a las seis de la tarde, después del partido con los brasileños. Las graderías estaban llenas y el público no paró de alentar, mientras los Cóndores cerraban su último partido con un 26-12. Sonó el pitazo y los chilenos se abrazaron para celebrar y saludar. Tras 17 años, y cientos de entrenamientos silenciosos, los Cóndores vuelan por segunda vez a la Copa del Mundo de rugby 7.