El paso a paso del reencuentro en cancha de Vidal y Bravo
En su primer encuentro mano a mano tras dos años de divorcio a todos los niveles, Bravo y Vidal sostienen a Chile con sendas actuaciones individuales de mucho mérito. Su interacción, principalmente de tipo gestual, sigue sin ser la más afectuosa, pero ayuda a la Roja a cumplir los objetivos. Sus liderazgos sobre la cancha permanecen intactos.
Son las cinco de la tarde y el calor aprieta todavía con fuerza en la ciudad de Alicante, con una temperatura que bordea los 30 grados. Hordas de hinchas colombianos colapsan los accesos al estadio José Rico Pérez, feudo del Hércules, un conjunto histórico que hoy deambula por la Segunda División B del fútbol español.
La marea amarilla tiñe también con los colores del combinado cafetalero las tribunas del recinto, salvo un pequeño sector tras uno de los arcos que ha sido tomado como bastión por la fanaticada chilena. "Chilenos Valencia", puede leerse en el gigantesco lienzo que preside dicho reducto de la grada.
A las 17.15, hora local, la selección chilena realiza su ingreso al césped. Es la primera vez que Claudio Bravo y Arturo Vidal caminan juntos en más de 700 días. El arquero, sonriente, se diría que casi exultante, toma lugar en la portería para ejercitarse junto al resto de goleros de la Roja, devolviendo afectuosamente cada saludo que le brindan desde las orillas de la cancha. Vidal, por su parte, encabeza los trabajos precompetitivos de resto de jugadores de campo. Ni siquiera el calentamiento consigue aproximar, aunque solo sea durante un rato, a los dos referentes distanciados. Cinco minutos antes de que terminen los trabajos físicos, el guardameta se retira a camarines.
Es al filo de las seis de la tarde, hora prevista para el inicio del choque, cuando el conjunto dirigido por Reinaldo Rueda, y su homólogo colombiano, vuelven a aparecer en escena. La proyección del himno chileno consigue recortar durante un par de minutos la sideral distancia que los aleja de Colombia en términos de masa de espectadores. Bravo, situado segundo en la fila -tras Gary Medel- y Vidal -cuarto- no llegan a toparse durante la entonación del himno nacional. Ni tampoco para la foto de equipo, colocados uno en cada una de las dos filas que da forma a la estampa. La tradicional arenga previa al inicio de la contienda, que los futbolistas efectúan describiendo un círculo, presenta al guardameta del City y al volante del Barcelona en puntos opuestos de la circunferencia. Por suerte, quedan 90 minutos por delante para evaluar su sintonía dentro del campo. Tras un balonazo del Rey a la tribuna, dando por iniciado el festejo, suena el pitazo inicial.
Los roles de los jugadores sobre el terreno de juego responden son los de dos líderes natos. El ex capitán da instrucciones bajo los palos a su línea defensiva, mientras el oriundo de San Joaquín organiza y cubre toda la parcela ancha con su extraordinario recorrido. La primera interacción entre ambos, se produce con un envío largo del arquero que no logra interceptar por centímetros el volante, que agradece la intención con un gesto de su mano derecha. Pero de espaldas.
Al filo del cuarto de hora de partido, se levanta un agradable viento que consigue refrescar el Rico Pérez, pero Medel se rompe. Deja su sitio en la cancha Sebastián Vegas, y la jineta de capitán a Alexis. Bravo, presuntamente el segundo hombre en la línea de sucesión a la capitanía, responde con dos intervenciones de muchísimo mérito para preservar el 0-0. La segunda de ellas, ante un remate cruzado de Duván Zapata, es colosal.
Es en el minuto 34 de partido cuando los protagonistas de la guerra fría más larga de los últimos tiempos en el seno del camarín chileno se comunican por fin. Con lenguaje de signos. Lo hacen colocando una barrera. Y logran alcanzar un consenso. La mejor noticia para Chile es que cuando agoniza el primer tiempo y Colombia aprieta al contragolpe, Bravo y Vidal, Vidal y Bravo, reman hacia el mismo lado, peleando por la misma causa. Sus respectivas actuaciones individuales son, seguramente, dos de los puntos más altos de la primera mitad.
Con la llegada de los segundos 45 minutos de juego, el partido se caldea, los cambios se suceden y el Rico Pérez se convierte en una auténtica caldera a medida que los pupilos de Carlos Queiroz consiguen inclinar la cancha a su favor. Vidal, incansable en la batalla, se juega la tarjeta en unas airadas reclamaciones al juez asistente. Bravo, impecable en el juego con los pies, desbarata una nueva tentativa colombiana. Entre ambos, cuando el asedio del combinado cafetalero se recrudece, abortan una nueva ocasión bajo palos.
En el minuto 72, la vehemencia en los reclamos del Rey se salda con una cartulina amarilla. Bravo no realiza objeciones a la acción y se limita a arengar al resto de compañeros. Queda apenas un cuarto de hora de contienda y va a tocar sufrir. Como sufre el de Buin ahora que ve como un envío largo suyo no encuentra destinatario. La autoxigencia del ex capitán de la Roja, a juzgar por sus gestos, es máxima. Vidal, en tanto, hace tiempo ya que ha pasado a convertirse en el interlocutor y el enlace entre los jugadores de la cancha y Reinaldo Rueda. Sus idas y venidas al área técnica son constantes.
Con el empate final y la seguridad de haber luchado juntos, por un mismo objetivo, Vidal y Bravo emprenden el camino a camarines. No son los mejores amigos del mundo, pero al menos siguen entendiéndose sobre el césped.
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