La victoria de Corea del Sur lo cambió todo. Incluso esta crónica. Uruguay había hecho su parte del trabajo y había vencido a Ghana con claridad. Parecía encaminado a clasificar. A última hora, en el partido decisivo, había hecho todos los méritos para conseguirlo. Sin embargo, el triunfo de Corea del Sur sobre Portugal derribó todos los planes. La Celeste se queda sin Mundial por lo que no pudo sumar antes. Fueron los asiáticos los que lograron avanzar junto a Portugal. Los tapadones de Ati sobre el final ahogaron los últimos gritos. El equipo de Diego Alonso tendrá que devolverse a Montevideo. La inspiración de Giorgian de Arrascaeta y el 2-0 sobre los africanos no le bastaron para avanzar. Tampoco el ataque desesperado de los últimos minutos.
En Uruguay, el debate futbolero había sido intenso. Ahí, normalmente, el componente visceral cede terreno frente a la opinión bien fundamentada. No hay concesiones, pero sobran razones. Fue lo que pasó después del empate frente a Corea del Sur y de la caída ante Portugal, que pusieron en serio peligro la opción de la Celeste de llegar a los octavos de final del Mundial. En todos, la conclusión era común: la delantera de la Celeste, compuesta por Darwin Núñez y Luis Suárez, una de las combinaciones más letales del torneo, a menos en teoría, necesitaba de un alimentador que le sacara provecho. Y en todos los paneles la coincidencia era idéntica: tenía que jugar Giorgian de Arrascaeta, el motor del Flamengo de Arturo Vidal. Faltaba un paso fundamental: que el técnico Diego Alonso, sobre quien caían todos los dardos, se convenciera. Se convenció y, al menos, celebró una victoria. Pero no le bastó. Los goles a favor favorecieron a Corea y lo sacaron del camino.
El factor De Arrascaeta
De Arrascaeta apareció en la formación titular. Y, hay que decirlo, su aporte superó con creces la expectativa más optimista que pudiera ponerse sobre sus hombros. Basta decir que marcó dos goles en la victoria de la escuadra charrúa sobre la africana. O, con propiedad, que en Montevideo y sus alrededores, a esta hora celebran por gentileza suya. En las dos ocasiones, el mediocampista rubo-preto hizo gala de su oportunismo. Primero, en los 25′, para aprovechar un rebote que dejó el arquero Lawrence Ati después de un disparo de Suárez. Y, un poco más tarde, en los 32′, para definir, como venía, con un derechazo, una habilitación de El Pistolero.
Había pasado susto en el comienzo el combinado sudamericano. En los 15′, el VAR terminó sugiriendo el cobro de un penal del portero Sergio Rochet sobre Mohammed Kudus. Había sido una incidencia confusa, pues inicialmente se pensó en que la jugada sería invalidada por una presunta posición adelantada de un delantero ghanés, pero el offside automático descartó esa teoría. La ejecución de Andrew Ayew y, sobre todo, el lucimiento de Rochet al contener el disparo, recostándose sobre su izquierda mantuvieron el marcador en blanco y, sobre todo, la esperanza de los sudamericanos más viva que nunca. Fue justo el envión anímico que necesitaban antes de la inspiración de Suárez y, sobre todo, de la figura de la tarde, De Arrascaeta. Los africanos revivían una tragedia que ya habían sufrido, ante el mismo rival, en Sudáfrica 2010.
Resistir y terminar sufriendo
En la segunda etapa, como si se tratara de un guiño a la tradición uruguaya, fue Ghana el que tiró, literalmente, toda la carne a la parrilla. El técnico de los africanos, Otto Ado, dispuso modificaciones para darle un cariz más ofensivo a su equipo. Osman Bukari y Kamaldeen Sulemana entraron para darle mayor volumen ofensivo a Las Estrellas Negras.
Uruguay, ya avalado por una ventaja relativamente tranquilizadora, optó por mantener el orden defensivo y se replegó sin mayores complejos. Había en esa estratega una disposición igualmente lógica: el poderío ofensivo con el que cuentan les permitiría aprovechar un eventual contraataque. Avanzó en la medida de lo posible, pero procurando no pasar sustos atrás. En rigor, no los sufrió, porque su rival careció de la claridad para provocarlos.
Cuando tuvo la opción de avanzar, también lo hizo, como en el remate de Federico Valverde en los 70′, que el golero Ati sacó como pudo. Mientras, Ghana pudo descontar con un zurdazo de Semenyo, uno de los que ingresó en la segunda etapa para cambiar la suerte de los africanos. Fue justo en ese momento cuando De Arrascaeta salió del campo, con la ovación de rigor y las felicitaciones de sus compañeros y el cuerpo técnico.
A nueve del final, Rochet realizó una intervención decisiva: con la punta de los dedos desvió un furibundo lanzamiento de Kudus.
Sin embargo, Uruguay terminó sufriendo por lo que aconteció en otra cancha. El gol de Soon y lo que no pudo sumar antes, lo dejan fuera de carrera. Y a Sudamérica, con otra carta menos. Los charrúas se fueron en la suya, reclamando por un penal no cobrado. Pero ya no había caso. A pesar de haber hecho la tarea a última hora, no les alcanzó para celebrar.