Un equipo que cuenta con Edinson Cavani y Luis Suárez es una permanente invitación a gritar goles. Los dos artilleros uruguayos no sólo son eximios definidores a nivel de clubes, sino que con su selección suelen ser letales. Eso sí, necesitan de la ayuda de sus compañeros para encontrar espacios o un pase justo de cara al arco rival. Algo que en el estreno mundialista no ocurrió y la Celeste debió recurrir a un frentazo de José María Giménez en el último minuto para quedarse con una victoria agónica por la cuenta mínima ante Egipto, que vendió cara su derrota.
Sufrimiento charrúa en su grado máximo en Rusia ante un rival que se dio el lujo de prescindir de Salah, quien por su problema en el hombro estuvo solo en el banquillo. Pero aquello no le restó personalidad a un equipo que se le plantó de igual a igual a Uruguay, dejando de lado el libreto amarrete que suele caracterizar a los equipos que en el papel lucen inferiores. Con orden defensivo, pero sobre todo una buena administración del balón, Egipto fue creciendo a medida que avanzaba el partido, alejando a Cavani y Suárez de la zona donde se sienten más cómodos.
Claro que Uruguay le facilitó la tarea a su rival. Poco preciso con el balón y con el único argumento de aguardar la genialidad de alguno de sus delanteros, el elenco sudamericano languideció por largos pasajes, sin saber qué hacer cuando tenía el balón y con enormes problemas para recuperarlo en campo rival. De hecho, en el primer tiempo no se generaron una sola ocasión de peligro, lo que reflejó el poco poder ofensivo celeste en esos pasajes del partido. Sin juego por el eje central, todo quedaba supedidato a centros hacia Cavani y Suárez, quienes siempre estaban en inferioridad numérica.
La historia cambió algo en el segundo tiempo porque aparecieron los arietes charrúas, pero más porque su peso específico que por una mejora de Uruguay. Suárez recién iniciado el complemento tuvo un mano a mano con el portero El Shanawi, a la postre la gran figura del partido por tres atajadas monumental. Porque después de esta acción que le frenó al delantero del Barcelona, tuvo otra acción similar con el mismo protagonista y más tarde tuvo una atajada monumental frente a un remate desde fuera del área de Cavani. Incluso minutos después el propio ariete del PSG francés estrelló un tiro libre en el poste. Ahí parecía quedar sellado el empate.
Pero a la Celeste, la historia siempre le tiene reservada una última jugada. No importa como venga el partido. De algún modo encuentran ese postrero argumento para torcer el destino. Y éste apareció tras un centro de la derecha que encontró a Giménez en el corazón del área, quien elevándose más que todos, incluso que Suárez y Cavani, para romper el cero y desatar la euforia charrúa. Delirio en Tabárez y compañía, que veían como se les había complicado un partido más allá de lo esperado.
Ahí acabó el partido porque no había tiempo siquiera para imaginar una reacción. Castigo enorme para Egipto, que siempre pareció tener el manejo del partido. Nunca refugiado en su zona, siempre dispuesto a jugar el partido desde la posesión, el elenco africano parecía sacar la tarea adelante. Sin embargo, Uruguay siempre tiene una última bala en el cargador. En Rusia, la encontró con la cabeza de Giménez. Y así, la leyenda celeste sigue agrandándose.