Vargas acalla las críticas; Vidal y Medel sufren en el gol uruguayo: el partido aparte de los protagonistas del Peluquerazo
El delantero de Atlético Mineiro les dedicó a los críticos la conquista con la que la Roja abrió la cuenta frente a Uruguay. Medel fue más el más sólido de los que estuvieron en el lío. Al Rey y al Pitbull los hermanó la desgracia al final.
Eduardo Vargas acaba de fusilar a Fernando Muslera. Han pasado apenas 26 minutos del partido frente a Uruguay y el delantero nacido en Renca, después de capitalizar una habilitación de Ben Brereton, celebra de un peculiar modo la conquista que significa la apertura de la cuenta para Chile frente a la Celeste. Corre hacia una banda y, mientras empieza a recibir los saludos de sus compañeros, mueve los dedos de la mano derecha. El gesto es inequívoco. “Hablen ahora” parece decirles a quienes lo cuestionaron, como a todos los participantes en el acto de indisciplina que protagonizó la Roja: la vulneración de los protocolos sanitarios establecidos por la Conmebol al ingresar a un peluquero a la burbuja sanitaria dispuesta para evitar contagios de Covid-19 en la Copa América.
No había realizado un gran partido hasta ese momento, pero al ex delantero el gol, que lo convierte en el quinto anotador histórico de la Copa América, con 14 tantos, junto al peruano Paolo Guerrero y el uruguayo Héctor Scarone, le basta para acallar a los críticos. En el momento de gloria, se acuerda de los reproches que la Roja había recibido en las últimas horas. Como sus compañeros, se jugaba un partido aparte, aunque en su caso apenas duró hasta los 55′, cuando salió lesionado y fue reemplazado por Jean Meneses.
No fue la única manifestación en ese sentido. A Martín Lasarte, por ejemplo, se le notó bastante menos histriónico que en otras ocasiones. Quizás como efecto de la tensión que había sufrido en las últimas horas o por el efecto de enfrentarse a su país de origen, Machete gesticuló mucho menos que en ocasiones anteriores. Recién después del gol de Turboman puso liberar tensiones.
Un mal cierre
A Arturo Vidal, uno de los grandes apuntados, se le vio con ganas de revancha. Ya en la ejecución del himno, se mostraba particularmente enérgico. Después de la ceremonia, besó la insignia de la camiseta en señal del compromiso que se le reclama por la Roja. Sin embargo, al menos en el inicio del duelo, le costó encontrar su verdadero nivel. Lo que no le faltó fue el habitual despliegue. Lo que le sobró, por momentos, fue el ímpetu y el oficio para no dejarse sobrepasar. Y las risas para un amigo que forjó en el Barcelona: Luis Suárez. Cada vez que se cruzó con el delantero del Atlético de Madrid, hubo alguna muestra de aprecio, aunque, sobre el final, Suárez se pondría serio y se lo llevaría puesto, con un golpe en la pierna izquierda incluido, para marcar la igualdad.
En la defensa, había otro que estaba jugando con los dientes apretados: Gary Medel. El Pitbull, de hecho, fue el más regular del grupo de los apuntados. Ubicado como líbero, flanqueado por Sierralta y Maripán (y por Roco cuando salió el jugador del Monaco) se transformó en un auxilio permanente para sus compañeros de defensa. Aunque teóricamente no tenía una marca asignada, no vaciló al momento de prestarles apoyo a sus compañeros al ir sobre Cavani o Suárez, según requiriera la jugada específica. Tampoco le temblaron las piernas al iniciar jugadas desde el fondo.
Después del gol de Vargas, se abrazó efusivamente con Bravo, otra señal que se puede interpretar como un cierre del capítulo más complicado que ha tenido que afrontar el combinado nacional en esta fase del torneo sudamericano.
El empate de Uruguay los uniría. Medel pierde un duelo aéreo con Vecino y, en el segundo palo, Suárez irrumpe sobre Vidal para anotar. El Rey se quedó en el piso reclamando una falta. La Conmebol le asignó el autogol. Después de su salida, se dedicó a dar instrucciones desde el banco.
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