Luciano Arriagada está condenado al exilio en Colo Colo. En el actual Campeonato Nacional suma apenas 27 minutos en el campo de juego, en el partido frente a Huachipato. En otras tres ocasiones fue convocado a la banca de suplentes. Esa es toda la participación que le ha dado Gustavo Quinteros en esta temporada, una situación extraña, considerando que se trata de una de las principales promesas del club popular en los últimos años. De hecho, en la retina de los hinchas albos sigue grabado el recuerdo del gol a Coquimbo Unido cuando el Cacique sufría con la posibilidad de descender. Su crecimiento parecía meteórico. Meses después, Martín Lasarte lo convocó a la Copa América de 2021, que se jugó en Brasil en el período más álgido de la pandemia de Covid-19.
Algo pasó en el camino que nunca ha quedado lo suficientemente claro. “En el primer partido, la vuelta con Palestino, Gustavo no me cita y me dice que tengo que ir de pelotero”, declaró el atacante en su participación en el programa F90, de ESPN, en el que realizó algunos descargos respecto de su extraña situación. También dijo que estaba a disposición del entrenador. Se declaró colocolino y manifestó su deseo de volver al club que lo formó y en el que, difícilmente, volverá a jugar en el corto tiempo. Su declaración parecía un compromiso de jugador consagrado, pero venía de un valor juvenil que decidió partir y que se agrega a una ya extensa nómina de promesas que han dejado el fútbol chileno sin consolidarse en sus clubes de origen, tentados por las propuestas que reciben desde el exterior. Las variables que explican el fenómeno son varias. La principal, claro está, es la económica.
A los 19 años, Arriagada adoptó una decisión crucial para su futuro: aceptó la propuesta del Athletico Paranaense y ya ha recibido avances concretos de lo que tendrá que hacer en el club brasileño en voz de quien será su nuevo técnico, Luiz Felipe Scolari, un nombre que, paradójicamente, también aparece vinculado al pasado reciente de los albos, aunque esa es otra historia. Su caso se transforma en paradigmático por varias razones: siendo un jugador que recién culmina su proceso formativo, deja el club que le brindó sus primeras armas sin haberse consolidado en Macul, aunque dando un paso clave en la consolidación de su futuro económico, considerando las diferencias entre los salarios que se pagan en Chile respecto de los que ofrece la competencia más millonaria de Sudamérica. El Furaçao no es la excepción.
Sin proponérselo, el ariete reinstala una discusión que no encuentra respuestas absolutas. Una vez más, se vuelve a hablar de la fuga del talento joven en el balompié nacional. O de la venta en verde. El último concepto incluso puede prestarse para una interpretación en dos sentidos: alude a la inmadurez de los talentosos que emigran. Y al color de los dólares que se embolsan en las respectivas operaciones.
Casos y causas
Arriagada no es el único que ha tomado una decisión similar ni Colo Colo el único afectado por la partida de un jugador de proyección. Quizás el caso más emblemático que se recuerde en Macul es el de Bryan Rabello, quien tenía 15 años cuando, por las condiciones que mostraba, ya había generado la convicción de que había que ofrecerle condiciones distintas a las que tenían sus coetáneos en el Cacique. En ese momento, se habló de un contrato en blanco. Lo concreto es que se llenó con las cifras correspondientes al sueldo mínimo de la época. En 2012, cuando había que renovarlo, y aunque la oferta alba había mejorado bastante, AIM, la empresa que lo representaba, optó por un camino distinto: desestimó el acuerdo, pues pretendía números mayores, por un mínimo de tres años. Como no hubo acuerdo, el volante apareció firmando en el Sevilla, pero el club andaluz fue apenas el punto de partida para un recorrido errático que incluyó pasos por clubes de España, Suiza, México y Grecia antes del retorno a Chile para defender a Universidad de Concepción. Ahora juega en Unión Española.
Diego Rubio también se rebeló. Cuando fue a pedir mejoras se encontró con una respuesta lapidaria de parte de la administración alba. “Preocúpate de hacer goles”, le dijeron. Cuando los convirtió, en una buena cantidad, se tomó revancha. “Hice seis en diez partidos. Después llegaron y me pidieron hacer el contrato y yo les dije ‘espérense, todavía no, ahora yo no quiero’”, recordó hace un tiempo. Finalmente, ayudado por los contactos que Hugo Rubio, su padre, mantiene en el fútbol europeo, terminó recalando en el Sporting de Lisboa, donde no se consolidó. Ha jugado en Noruega, Rumania, España y en Estados Unidos.
Hace poco, el Cacique volvió a sufrir. Asesorado por Fernando Felicevich, después de que Jaime, su padre, se hiciera a un lado en las negociaciones, Vicente Pizarro tuvo en vilo a Blanco y Negro. Solo después de extensas discusiones y, finalmente, con cláusulas que favorecen notablemente al jugador en caso de una salida, terminó accediendo a extender su permanencia en los albos.
No solo en Pedrero han sufrido. En Universidad de Chile, los casos del portero Gonzalo Collao y de los volantes Nicolás Clavería y Luis Rojas aún duelen. Collao se fue sin haber disputado ningún encuentro del Campeonato Nacional y apenas dos en la Copa Chile. Fichó en el Extremadura, pero terminó descendiendo y amenazado. En 2021 se vinculó al NK Istra, de la primera división del fútbol croata. Por Rojas, considerado uno de sus valores de mayor producción, los laicos se embolsaron apenas US$ 1,2 millones cuando partió al Crotone. Sumaba dos partidos en la Copa Chile de 2019 y tres en el Campeonato Nacional de 2020. Alcanzó a jugar 13 encuentros. Luego, después de dos descensos sucesivos del club, que cayó a la Serie C, fue cedido al Bologna, donde no tuvo opciones. Clavería, en tanto, figura ahora en el Santiago City, líder de la Tercera B. Había partido a la Unión Deportiva Montijo, de la quinta división del fútbol español, en enero de 2020. A Chile regresó en agosto del año siguiente, a Palestino.
“Con Collao intentamos mucho para que se quedara. Le dimos prácticamente todo lo que pidió. A un día de la firma, dijo que se iba. Y le dijimos que partía a la cuarta división en España. Él eligió eso. No creo que esté contento con la decisión. Después queda mal el club, pero pasa que los jugadores quieren un mejor futuro, pero no miden que en el extranjero también hay cosas malas. No es que se estén yendo al Real Madrid. Es una cuestión bien compleja”, recuerda Rodrigo Goldberg, entonces gerente deportivo de Azul Azul.
La UC, en tanto, toma precauciones, quizás basada en la experiencia que tuvieron con Mauricio Isla, a quien formaron, pero solo pudieron disfrutar ahora, en la recta final de su carrera. En 2019, por ejemplo, pactaron contratos profesionales con varias de sus figuras promisorias. Gonzalo Tapia, Patricio Flores , Cristóbal Finch, Clemente Montes, Vicente Bernedo y Marcelino Núñez cumpieron el trámite. El éxito salta a la vista. Ahora, Bryan González, la última joya cruzada, también estampará la firma. En San Carlos evitan riesgos.
La tentación
Hay varios elementos que confluyen en el análisis. El Polaco aporta algunos, en función de su experiencia dirigencial, pero también de la que le dejó su paso por las canchas. “Se conjugan varias cosas: primero, la apertura de los mercados, les pueden encontrar club en cualquier parte. Segundo, están las ganas y tercero, el empuje que tienen los representantes. Si a los 18 años no les haces contratos, quedan como jugadores libres, aunque deben pagar los derechos de formación. Entonces, se juega con eso. No firman contrato. Y cuando se les ofrece, ponen unas condiciones leoninas. La ley establece que al jugador le corresponde el 10 por ciento de cualquier transferencia. Entonces, buscan ampliar la participación. Por ahí presionan y se complica llegar a acuerdos”, relata.
La figura de los representantes cobra vital importancia. Goldberg evita demonizarla. “El jugador toma la decisión, pero muchas veces va influenciado por la figura del representante, que es casi paternal. Es el que le pasa los zapatos de fútbol, le ha acompañado, le regaló un teléfono. Hay representantes muy buenos y otros que compran la confianza con un par de cosas: un teléfono, hasta un auto. Entonces, cuando te sientas con el cabro y su agente y les dices que no se vayan aún, le creen al representante”, ejemplifica.
Por los agentes habla José Luis Carreño, presidente de la naciente asociación gremial que los agrupa. El intermediario aclara que su evaluación es personal. “Hay de todo. Hay algunos que son partidarios de que los jugadores se vayan a temprana edad, y es válido, y otros que no. Yo no estoy de acuerdo. Todo jugador que se va joven da malas respuestas. A ningún jugador que se haya ido joven le ha ido bien. Me encantaría que fuera distinto. No tienen el bagaje, la experiencia que debe tener un futbolista para llegar a Europa, por ejemplo”, sostiene. Lo que sí descarta de plano es que los representantes antepongan sus intereses sobre los de los jugadores. “Lo que pasa es que estamos en un mundo muy globalizado y cuando sale un jugador de calidad hay equipos poderosos económicamente que muestran interés. Ahí hay que evaluar si conviene o no. Esa es la clave. Hay agentes que aconsejan que se queden, pero también está la opinión del club, que tiene necesidades económicas y si le llega una oferta importante, la acepta. Es muy difícil catalogar lo que puede suceder”, expone.
Leonardo Véliz, extécnico de selecciones juveniles, repara en otro elemento: la responsabilidad del jugador. “Una de las aspiraciones de los juveniles es jugar seis meses por Colo Colo y luego irse a Europa. Se han monetizado muy rápido. Los jugadores son muy responsables. Seducidos por el dinero y con nula educación. No hay un relato para prevenirlos de una realidad, de que no todo lo que brilla es oro”, advierte el exdelantero.
César Vaccia, también exseleccionador en categorías menores, intenta englobar todas las variables. “Que aparezca Parananese, con un buen trato económico y tener encima a Lucero, a Bolados, lleva al jugador a preguntarse para qué voy a querer seguir estando en Colo Colo. Es razonable. El tema es qué espacio va a tener allá. No tiene ni 20 partidos en Primera. Hay una serie de factores. Están lo económico, el salto, y el tercero, la falta de espacios. Puede hacer lo mismo por más plata en Paranaense. A Rabello, a Rojas les pasó lo mismo. No les dieron protagonismo. Entre seguir en el ostracismo, el jugador y el agente terminan apostando. Y puede salir bien o mal, como en todas las apuestas”, remata.