Columna de Felipe Bianchi: Verdad y consecuencia

maradona


Han pasado muchas cosas interesantes en este Mundial. Y seguirán pasando de aquí a la gran final de Moscú, esa capital cargada de historia -la segunda más poblada de Europa tras Estambul- que cambió del cielo a la tierra en nuestro imaginario tercermundista. De ser un sitio tenebroso, gris, distante de cualquier intención de turismo, un lugar frío, de costumbres y comidas raras, exageradamente ideológico, pasó a convertirse justo en lo contrario: uno de los mejores ambientes del mundo, un sitio amigable y entretenido, con lugares y gente maravillosa. Una joyita que, más allá del sistema vigente, hoy es el sueño de muchos. Vaya que aprovecharon bien la Copa Confederaciones y el Mundial los nuevos compañeros comunistas/consumistas.

Eso para partir. Sigo con algunas verdades futbolísticas que trajeron y seguirán trayendo consecuencias. Y, ojalá, mejorías. Veamos: España se quedó afuera del Mundial mucho más temprano de lo esperado por el egoísmo enfermizo, malsano y descuadrado de Florentino Pérez y su Real Madrid, que emporcó el nido, hizo pecar a Lopetegui y le echó mugre a la sopa en pleno torneo, en uno de los capítulos más vergonzosos de la historia del fútbol hispano. El que la hace la paga, reza el dicho, y los rojos no podían salvar sin daños tras su propia estulticia, su fuego amigo, su burrada mayúscula. No fue lo único, en todo caso. También se quedaron afuera porque con el paso del tiempo fueron perdiendo el mapa del éxito, las instrucciones del juego, el verdadero sentido del famoso tiki taka: la movilidad, la triangulación muy rápida, el no quedarse nunca quietos, el crear espacios con o sin pelota. No se trataba, el exitoso invento de Guardiola, de tocar para el lado como si los arcos estuvieran puestos en el sentido inverso, que en rigor fue lo que vimos en la penosa actuación ante Rusia. Un equipo detestable, inmóvil, sin creatividad alguna, plano, fome, lento, que merecía quedarse afuera tanto como los locales y que acabó, en su feroz modorra, por no tener profundidad, por no llegar nunca verticalmente. Y eso sí que no sirve de nada. Nunca. Es basura futbolística.

Sigamos. Chile e Italia ni siquiera viajaron y lo miraron por la tele, merecidamente, porque trabajaron mal y menos que antes, se confiaron, flojearon, se creyeron más de lo que eran, tuvieron técnicos de segunda categoría para planteles de primera y no supieron entender que, siempre, pero siempre, se juega como se entrena. Y a otra cosa mariposa. El ejercicio de ver hasta dónde habríamos llegado o si somos mejores o peores que los que sí estuvieron es tan inútil como patético. Veremos si alguno de los dos es capaz de sacar enseñanzas de esto. Por acá al menos vamos lento, muy lento. Se ha preferido, como tantas veces, meter la basura debajo de la alfombra y echarle palante. Mala costumbre del folklore chilensis.

Argentina, por su parte, pagó el precio de un ambiente cada vez más corrupto y desquiciado, caníbal, improvisador, cargado de agendas cruzadas y egoístas, de una precarización notoria en la calidad de su torneo y de sus selecciones menores…y por ende de su materia prima. Convengamos que hace rato la selección albiceleste tiene en sus filas jugadores que años atrás habrían sido reservas en Temperley (con el respeto que me merece dicho club). Pagó Argentina la desgracia de ese común denominador -el medio- que termina por hacer escapar a los mejores técnicos (Bielsa, Pékerman, Gareca, Simeone, Pochettino, Sampaoli) y no volver más a los pocos buenos jugadores que le van quedando y que, con sólo pisar suelo local, con sólo someterse a ese ambiente incendiado, se deprimen y bajan su rendimiento (baste Messi como ejemplo).

Tienen un problema interno al otro lado. Mire la novedad. Y hasta que no lo asuman, lo entiendan y lo reparen dará lo mismo quién dirija y quiénes jueguen. Un ambiente donde son escuchados personajes como Caruso Lombardi, Maradona o un puñado de periodistas gritones, corruptos y poca cosa (que ya están para protagonizar una mala comedia de cine B), no es el escenario propicio para avanzar. Un ambiente que aún glorifica a Grondona, uno de los dirigentes más corruptos, tramposos y oscuros de la historia del fútbol (lo que es mucho decir), el rector de la universidad de inmorales, delincuentes y canallas que tuvo y tiene sede en toda Sudamérica, no puede soñar con la reparación que necesita.

Varios pagaron (pagamos) en Rusia 2018 las consecuencias de los errores, las malas lecturas, las pésimas costumbres y los despilfarros. El tema es que de eso salgan buenos análisis, autocríticas y, por ende, verdades ¿Será posible?

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