Vidal toma la ola
El volante, asentado como un gregario en el Barça, se incorpora a una Roja en la que sigue siendo el Rey creativo.
Arturo Vidal (31) aterrizará hoy en San Diego, Estados Unidos, para volver a ponerse la corona. Esa misma que ha tenido que cambiar en Barcelona por un overol para comenzar a asentarse en el equipo y terminar de convencer a sus detractores. Porque el incombustible gregario azulgrana, el perfecto actor secundario del equipo de Valverde, es también, a día de hoy, el indiscutible líder de la Roja. Una dualidad de jerarquía y funciones que el oriundo de San Joaquín ha comenzado a entender y acatar para deleite de su club y de su Selección. Viaja en una ola.
El arribo de Vidal a la concentración de Rueda en la costa oeste estadounidense (donde Chile enfrentará en el marco de la fecha FIFA a México, el viernes, y a Estados Unidos, cuatro días más tarde) coincide además con el mejor momento del volante en el Barça. Llega, de hecho, apenas 48 horas después de cuajar su partido más completo desde su arribo a la Ciudad Condal, el 3 de agosto del pasado año. Un encuentro consagratorio -más allá de sus fantásticos 20 minutos librados en el Bernabéu-, no solo por los unánimes halagos recibidos de parte de la crítica, sino porque confirma la total transformación futbolística y de conducta del chileno, un auténtico punto de inflexión en su temporada.
Y es que el disputado el domingo ante el Betis en el Benito Villamarín (1-4) no solo fue uno de los cuatro partidos de liga que el volante ha conseguido jugar de manera íntegra en lo que va de torneo, sino también en el que el Rey Arturo se ciñó más a su actual rol dentro del conjunto blaugrana. Su despliegue físico, su capacidad intimidatoria y, sobre todo, su extraordinaria solidaridad defensiva, no pasaron inadvertidas para nadie. Tampoco el bajo perfil y la reticencia a la figuración con la que -esta vez sí- vivió el postpartido.
Porque bastó con que Vidal comprendiera que su batalla en el Barcelona debía ser librada en la cancha y no en las redes -escenario elegido para liberar sus frustraciones y escenificar su descontento con innecesarios emojis-, para que su plena integración cristalizara.
El ADN Barça que presuntamente no corría por sus venas, dejó de pronto de representar un obstáculo para convertirse en un valor añadido, en una variante necesaria, casi en una bendición. Porque incluso en los equipos más aseados técnicamente, alguien tiene que hacer el trabajo sucio. Y Arturo, dotado de un carácter competitivo difícil de superar, capaz de construir pero nacido para desarmar, brilla más que nadie en ese rol. El de un Rey con alma de lacayo; el de uno de los gregarios más talentosos del balompié actual.
Una faceta completamente distinta a la que deberá volver a desempeñar esta semana en Estados Unidos, en una Roja en la que el volante no solo es el líder en la cancha (una posición de jerarquía reforzada ahora con la ausencia de Alexis), sino también uno de los grandes generadores de juego (casi un 10) y el centrocampista más goleador de la historia de la Selección (con 26 tantos). Funciones, números y responsabilidades de un jugador imprescindible y protagonista. El bandido del Barça, el que roba balones; el creador de la Roja, el que distribuye pelotas. El Rey toma la ola
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