Se fue, prometió volver y cumplió. Después de diez años, Walter Montillo (35) regresó al club del que él y su familia se enamoraron. Y es que fue durante su primer paso por la tienda azul, en 2010, donde los Montillo-Lannazzo vivieron su momento más duro, con las complicaciones de salud con que nació Santino, el segundo de los hijos, que tiene síndrome de Down.
El enorme cariño que la Ardilla dice que sintieron los hizo querer volver a toda costa, incluso después de haber recibido varios portazos de los dirigentes. Y así se dio hace algunos meses, donde tras pasar -con mucho éxito, por cierto-, por Cruzeiro, Santos, Shandong Luneng, Botafogo, Tigre y la selección argentina, el volante fichó por Universidad de Chile, su gran amor.
Y aunque las segundas partes no siempre son buenas, la de Montillo se está dando de las mil maravillas: el Romántico Viajero juega a su ritmo y está encaramado en las posiciones de privilegio del torneo nacional. Fuera de la Libertadores, eso sí, donde el argentino fue expulsado. Con ese presente, la Ardilla acepta un interesante mano a mano con La Tercera en medio de un evento en que casi 500 hinchas hicieron fila durante horas en una tienda Adidas para sacarse una foto junto a él.
¿Por qué insistió tanto por volver a la U a pesar de que le dijeron no?
Era cerrar mi libro. Escribir el último capítulo acá era lo que había deseado durante toda mi carrera, durante todos los años que había estado fuera del país. Sentí que era el momento, que ya me estaba poniendo grande y que si no era ahora ya iba a ser muy difícil volver. Fue con la ayuda de Hernán Caputto, de Sergio Vargas, de Goldberg, que me dieron la posibilidad de volver. Obviamente no fue una negociación fácil por mi ex club, pero al final se dio todo y estoy muy contento por estar acá.
¿Quería demostrar algo?
No, quería devolver un poquito el cariño que la gente me dio, haciendo lo que sé hacer, que es jugar al fútbol y tratando de llevarle aunque sea una pequeña alegría a esa gente.
¿Se sintió poco querido en algún momento?
Tal vez en algún momento, cuando me fui de China y quería venir, con el pase en mi poder. Pensé que iba a ser todo más fácil, pero en ese momento el club tenía otras prioridades, otros jugadores en carpeta y no se me dio. Pero por suerte en el final de la historia acá estoy.
¿Siente que se le medirá especialmente?
Las exigencias son aún mayores. En mi anterior paso, las cosas me fueron bien y el volver era un riesgo, porque uno tiene que estar a la altura de las necesidades del club, a la altura de lo que pide un equipo tan grande como la U. Por suerte el comienzo ha sido bueno, ojalá que lo pueda mantener. A jugadores que por ahí tienen un nombre se les va a exigir más, lo tengo claro. Y trato de poner la cara y ayudar a mis compañeros para que el equipo pueda ganar. Por suerte se ha empezado bastante bien, pero falta un montón todavía.
¿Muy distinto el club que dejó y el que se encontró?
El club ha crecido un montón. Cuando me fui entrenábamos en el Caracol Azul. El CDA no había sido inaugurado. Y la verdad es que entrenar ahí es un lujo, da una tranquilidad y felicidad grande porque tiene todo lo que necesita un club grande para entrenar y estar a gusto.
¿Y el país cambió mucho en diez años?
Obviamente con estos problemas sociales, que no solo son de Chile, porque hay problemas en todo Sudamérica. Es decir, la economía ha ido variando mucho y a los países sudamericanos les está pegando más. Ojalá que se pueda pasar rápido este tema. Pero la verdad es que en la calle a mí y a mi familia nos tratan muy bien, estamos muy contentos de estar en Chile.
¿La situación de estallido social en Chile lo hizo replantearse el volver?
No, para nada. Pasa en todos lados. Por ahí acá fue un poco más fuerte. Por lo que se veía en la tele la gente lo estaba pasando verdaderamente mal. Pero en Argentina en 2001 también pasó algo similar, y el país salió adelante. Los países con buena gente y trabajadora son los que salen adelante. Y ojalá que Chile lo pueda conseguir de la misma manera.
¿En el CDA se encontró con un plantel tocado?
No tuvo que ser fácil para los chicos que estuvieron. Lo que pasa es que cuando juegas en un equipo grande y las cosas no salen como quieres, te golpea el doble. Porque las exigencias son mucho mayores que en otro equipo, y más en la U, con la historia que tiene por detrás. Pero los chicos son muy optimistas. Encontré un grupo diferente, porque salieron 12. Y a los que les tocó quedarse, con un optimismo enorme, de querer hacer las cosas bien, de ser profesionales a la hora de entrenar, de descansar. Por suerte la U no está teniendo noticias extrafutbolísticas de ningún tipo y eso es buenísimo. Se ha formado un grupo lindo de trabajo, con buenos jugadores, con buena gente, y ojalá que podamos poner a la U donde tiene que estar.
¿Tiene que prepararse más que el resto en lo físico?
Me gusta trabajar, entrenar. Tratar de cuidarme en lo personal, en las comidas, en las bebidas. Y el descanso también. Porque nos vamos poniendo grandes y te tienes que cuidar más que los chicos, porque por una cuestión natural no se puede esconder la edad y el cuerpo va necesitando otras cosas.
¿Cuál es su receta?
El trabajo. No hay otra cosa mejor que el trabajo. Yo me traje un kinesiólogo a trabajar conmigo. Principalmente en el comienzo de la pretemporada, porque no había hecho pretemporada y con esto de la negociación de Tigres se había dilatado mucho mi llegada. Por eso me vine con un kinesiólogo para que me ayudara. Es alguien de confianza, que ha trabajado conmigo en Cruzeiro.
¿Se quiere retirar en la U?
Siempre me quise retirar en la U y obviamente va a ser acá. Tengo un año de contrato y si no renuevo acá no voy a seguir jugando al fútbol. Este va a ser mi último club.
¿Se hubiese retirado si la U no lo fichaba?
Si no firmaba, en Tigres tenía un año y medio de contrato, iba a cumplirlo y me iba a retirar.
¿Hará su vida en Chile?
Me iré a vivir a Argentina. Si bien nos gusta mucho el país y mis hijos son chilenos, tenemos a los familiares y muchos amigos allá.
¿Dónde fue más feliz? Argentina, México, Brasil, China, Chile...
En todos lados tuve mis pros y mis contras. Estuve mucho tiempo fuera de mi país, casi 11 años jugando fuera. Traté de ser feliz en todos lados. Por ahí donde más cómodo me sentí fue en la U, pero en Cruzeiro también, y en Shandong fueron tres años hermosos, en Tigres pudimos ser campeones por primera vez. Y al final los logros deportivos te van llevando a estar más a gusto. Pero trato de ser feliz en todos lados porque estoy haciendo lo que más me gusta.
¿Está contento con su carrera? Llegó a la selección argentina, algo no menor.
Contento y hasta sorprendido de haber jugado con diferentes monstruos. Que el fútbol me haya dado esa oportunidad, la verdad es que me pone feliz.
¿Qué le falta?
Salir campeón de nuevo con la U.
¿El enganche está muriendo?
El 10 de a poco ha ido volviendo. En algún momento se perdió por las dos líneas de cuatro que se formaban en casi todo el mundo. Pero ahora con estos entrenadores modernos, que juegan con 4-2-3-1, la posición del enganche es como que se está reactivando de nuevo. Y es una posición muy linda, ojalá que muchos chicos sigan saliendo en esa posición, que los entrenadores formen en esa posición, porque es el jugador distinto de cada equipo.
¿Le gusta cómo juega la U?
Sí, me gusta.
¿Cómo es eso de tener de entrenador a alguien que fue compañero?
Nunca mezclé en mi vida y menos ahora. Tenemos una relación de amistad por fuera de lo que es el fútbol. Pero dentro del entrenamiento y de los partidos, él es mi entrenador y yo soy su jugador. Acato sus órdenes, él me respeta como jugador y así tienen que ser las cosas. El día que me tenga que decir algo como jugador, me lo va a decir como me lo dice en los entrenamientos cuando estoy haciendo algo mal. Pero es una relación de completo respeto dentro de las cuatro líneas.
¿Hay algún crack en el equipo?
Hay chicos que trabajan muy bien. Cami Moya la verdad es que es un jugador muy completo, parece un jugador veterano. Pablito Aránguiz no salió del club, pero también tiene unas condiciones muy buenas. Feña Cornejo también. Se pone la camiseta y juega realmente muy bien. Ojalá que tengan una linda carrera, que nos den muchas alegrías acá primero, y que después crezcan, porque se lo merecen.
En el estadio, a su hijo Santino lo saludan más que a los propios jugadores.
Es una alegría enorme que mi hijo pueda sentir todo eso. Cuando nos fuimos de acá él era muy chico, no entendía lo que pasaba. Y uno le fue contando a medida que fue creciendo. Y que lo pueda ver de cerca a mí me pone feliz, a mi familia, a mi señora también. De que él los pueda reconocer, los pueda saludar… Él es una persona que tiene mucho cariño, que tiene un aura adentro y que la gente, que fue tanto lo que nos ayudó en momentos tan difíciles, que esa gente pueda disfrutar a mi hijo, a mí me pone feliz.
¿Lo han cargado a usted a través de él?
No, nunca me pasó. Es que creo que siempre trato con respeto a todos, y a todos los equipos. No soy de generar polémica afuera de la cancha o ponerme a pelear con alguien. Soy bastante respetuoso. Y que me cargaran por la diferencia que tiene mi hijo no va a llegar a algún lado. Y si alguien me dijo algo alguna vez, o si me tocara leerlo, lo tomo por donde viene. Si me lo dice alguien de mi entorno, sí me molestaría. Pero la verdad es que siempre han sido muy respetuosos con mi hijo.
La violencia en el fútbol se ha ido haciendo habitual.
No está bueno. A todos nos pega porque no queremos que haya violencia en ningún lado, así que ojalá que todo se ponga bien lo más rápido posible, porque el fútbol no deja de ser un espectáculo para aquella gente que quiere ir el fin de semana con la familia a disfrutar un partido de fútbol.